Estar con Él. Octavo día de la novena a la Virgen de Covadonga.

Publicado el 07/09/2022
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Estar con Él. Octavo día de la novena a la Virgen de Covadonga.

Un canto de pájaros mañaneros sacude los últimos vestigios de la noche recién pasada, y trozos de sueños con los que luchamos se caen muertos de las ramas de los árboles. En las laudes que preside Mons. Sanz Montes, con los canónigos y otros sacerdotes –que mientras tanto han llegado a Covadonga–, se vuelve a proponer lo que el obispo llama “la lucha cotidiana entre la luz y las tinieblas”. Es en las laudes que el pueblo de Dios canta en todo rincón de la tierra, donde se halle una comunidad orante o un cristiano que quiera rezar el oficio, “queda atrás todo lo que la noche posiblemente nos haya dejado”. Será la oración, precisamente, el centro de este octavo día de la novena a la Santina de Covadonga. Habrá gente desgranando rosarios, mirando al Santísimo o tratando de escuchar, en medio de tantos ruidos de cortadoras de césped, autobuses estacionando, cantores ensayando y peregrinos comprando souvenir en la única tienda que hay en la esplanada, una palabra que sea expresamente dirigida a ellos. La fiesta se acerca. Se multiplica el riesgo de perderse en lo que es sólo un adorno, un apéndice de lo esencial.

Es que Jesús se perdió en el templo. No en otro sitio. Y además en Pascua. Esto no deja de decir algo profundo e irónico: como Dios mismo. La Palabra del día, que nos presenta a María guardando todo lo que acontece afuera de ella, en su interior, y meditando en su corazón lo que el Hijo muestra del Padre, es una palabra que se opone al riesgo de la dispersión, y apunta al secreto de la oración, como dialogo intimo con el misterio de Dios en nosotros, que nos comunica su vida y su luz. “Estamos llamados a vivir en oración continua, está claro. Pero Dios no nos obliga a entablar esa comunicación con él. María, que lo aprendió de sus padres, y lo enseño a Jesús, lo quiso.” Así dijo el predicador, don David Cuenca, que ha querido recordar el testimonio de muchos apóstoles de la oración. Incluso la no verbal, tan estimada en el Oriente cristiano y tan universal, en su correspondencia con el misterio de la vida que palpita en nosotros, independientemente de nuestros méritos o capacidades. San Pedro Poveda, que fue canónigo de Covadonga, san Josemaría Escrivá de Balaguer, ambos peregrinos a la santa Cueva, y también el cura de Ars, San Juan María Vianney, que nos dejó una joya espiritual de rara belleza, al relatarnos lo que le dijo su feligrés, un campesino francés de aquel siglo XVIII tan turbulento y oscuro, cuando él le preguntó como rezaba: “Yo le miro a Él y Él me mira a mí”, también San Antonio María Claret. “Es que se trata precisamente de esto” remarcó el arzobispo al finalizar la celebración eucarística “de tener la mirada fija en Aquel que nos está mirando siempre, y que nunca deja de hablar, ni siquiera cuando guarda silencio.” “Dios nunca es mudo” siguió don Jesús “más bien nosotros, tal vez, somos bastante sordos”. En ese día donde la liturgia propria de la Novena hizo que nos paráramos a asumir lo esencial –estar con Él – la liturgia de la Palabra del día hacia lo mismo, pero presentándonos a Cristo orante, antes de escoger los suyos. Las amistades que se crean rezando –en todas las maneras en las que un hombre pueda rezar– quieras que no, son las que quedan. Entre estas, ayer por la noche, destacó la de los chicos que están prestando, en estos días, el servicio de voluntarios. Como una prolongación de la misa, hubo un ágape que los canónigos prepararon a lado de la explanada, donde los chicos que, de manera discreta –como es discreta la manera en que lo hacen las hermanas de las dos congregaciones presentes en el Santuario– llevan lo más duro de estos días, compartieron risas, cervezas (pocas), cantos de todos los países que por aquí en estos días se encuentran y pizzas que –al ser el redactor italiano– nos atrevemos a llamar así. También así de simple, y de profundo, puede ser un tiempo santo de Novena, que, concluyéndose en la fiesta, va dejando un sabor de oraciones vividas en muchas maneras, pero todas apuntando a lo esencial, que al final es lo más proprio del octavo día: estar con él, en María, con lo hermanos.

Simone Tropea

 

Séptimo día de la Novena a la Virgen de Covadonga

Sexto día de la Novena a la Virgen de Covadonga

Quinto día de la Novena a la Virgen de Covadonga

Cuarto día de la Novena a la Virgen de Covadonga

Tercer día de la Novena a la Virgen de Covadonga

Segundo día de la Novena a la Virgen de Covadonga

Primer día de la Novena a la Virgen de Covadonga

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