“Estábamos esperando este recomienzo.” Fueron las palabras con las que Mons. Jesús Sanz Montes, Arzobispo de Oviedo, saludó a los numerosos sacerdotes, religiosos y feligreses que participaron a la celebración eucarística del primer día de la Novena a la Virgen de Covadonga. Un momento central de la vida de la diócesis que marca la vuelta a lo ordinario de la vida diaria, pero desde la experiencia extraordinaria de una presencia que quiso intervenir en ella, Cristo Jesús, para injertarla en la Eternidad de la vida divina.
A este primer día acudieron fieles de diferentes puntos y parroquias del Principado y hasta de dos diócesis de Portugal, que el Abad del Santuario, Adolfo Mariño, quiso mencionar antes de comenzar la Liturgia de la Palabra, por lo que hubo en este día una presencia significativa del pueblo de Dios, que en la Virgen María reconoce el lugar personal donde toda posibilidad de recomenzar se hizo realidad y se concretiza hoy para quienes de verdad la anhelan. “Bienvenidos –dijo Mons. Sanz– con vuestra heridas, preguntas, certezas y esperanzas. Seáis recibidos por esta Señora, la Santina, que tiene su casa abierta y encendida para acoger a sus hijos.”
Desde que la pandemia estalló no se había podido vivir con normalidad este momento decisivo para esa porción de la Iglesia tan estrictamente vinculada al misterio de María, que en ella quiso dejar un sello de su predilección maternal, trasformando una cueva, bendita por su presencia, en un icono de su vientre, donde la eterna novedad de Cristo, el Hijo eterno del Padre, va reconquistando para él el reino que más valor tiene para Dios: las vidas de los hombres.
José Antonio Couso Fonteriz, párroco de San Pedro de la Felguera y encargado de predicar en este primer día, supo conmover los corazones de los que escucharon su homilía, entrelazando la explicación de la Palabra –el paso de Isaías donde se promete el adviento del Mesías (Is 7,10-17) y el Evangelio de la Anunciación (Lc 1,26-38), que es su cumplimiento– con un testimonio de su experiencia de entrega personal a la voluntad de Dios, en la acogida de su vocación a la vida sacerdotal. “En ese lugar –dijo– hace 59 años le ofrecí a la Virgen mi vida para ser sacerdote de su Hijo, al servicio de mis hermanos. Nunca me he sentido huérfano porque María, Madre de la Iglesia, me dio hermanos y hermanas que me quieren, que me animan, que nunca me han abandonado. Por eso te digo –afirmó dirigiéndose a todos los presentes– hoy no te sientas huérfano. La Madre de Cristo, que es mi madre, es también tu madre. Ella quiere darte hermanos y hermanas que te quieren y que te animan a seguir la ruta trazada por Jesús. Esa ruta que es Jesús.”
Partiendo de la Palabra del día, quiso destacar el valor que tiene para Dios la libertad del hombre, y cómo Él quiere entrar en nuestras historias por la puerta de nuestra libertad. Es en la Virgen María, sin embargo, que la libertad humana descubre su verdad, alcanzando su plenitud en la abertura a la relación vital con el autor de la Vida. La verdadera revolución y el principio de toda autentica liberación y novedad, se da solo en el misterio mariano, que es misterio de la libertad humana que se entrega a Cristo, y así cambia el rostro de la historia. Para siempre. Realmente, hoy como ayer, la humildad de Dios hace que todo eso pase por el sí de la criatura, por lo que “la respuesta de María será el acontecimiento más grande de la historia de la humanidad”. También citó al Papa Benedicto XVI, haciendo notar cómo “las decisiones definitivas actualmente no están de moda, porque se perciben como limitaciones, mientras que, en realidad, son las únicas que verdaderamente refuerzan nuestra libertad y nos permiten hacer algo grande con nuestra vida.”
Algo grande que Dios saca de lo aparentemente sencillo y hasta insignificante para nosotros, como puede ser “el secreto de un sí pronunciado por un joven seminarista, un niño”, como dijo Don Jesús al finalizar la celebración, “pronunciado en la explanada del santuario”. Tras la procesión conclusiva a la Santa Cueva, otro momento que volvió finalmente a vivirse después de dos años sin poder celebrarlo, el Arzobispo bendijo a los presentes y agradeció las “bellas y entrañables palabras de don Antonio” concluyendo, con la ironía y la ternura que le caracterizan, que “es cierto, nunca somos huérfanos, malos hijos alguna vez, pero nunca huérfanos cuando tenemos un Padre y una Madre que nos quieren y los hermanos que ellos quisieron darnos.” En fin, un recomienzo hermoso y profundo, este del primer día de la novena, que interpela todo un pueblo sobre el deseo de libertad que le anima a buscar en la Cueva los rasgos de una promesa que sigue actual, para quien quiera heredarla, y sigue abriendo caminos eternamente nuevos, para quien sabe reconocerla cumplida en la persona de Cristo Jesús, Hijo de Dios e Hijo de María. Primer día.
Simone Tropea