Diócesis

Historia

OVIEDO, CORTE Y SEDE EPISCOPAL

 

La condición de sede regia de la nueva diócesis –Ovectao-Ovetum–, por estar situada en la capital del reino astur: la ciudad que se había organizado entorno a un pequeño núcleo monástico –San Vicente– situado en una comarca central de la región, rodeada de emplazamientos castreños y con señales inequívocas de poblamiento romano, tuvo su época de esplendor mientras Oviedo fue corte de reyes. Quizá ese primer auge pudo servir de apoyo para la formación de la leyenda posterior sobre su supuesta metropolitanidad. A la muerte de Alfonso III (910) los reyes trasladan la corte a León y el obispado de San Salvador comienza un período poco conocido. Con todo, desde mediados del siglo XI los prelados ovetenses tienen ya perfiles bien definidos y un relieve social en consonancia con la nueva aristocracia asturiana en fase de ascenso y consolidación. En el episcopologio de este siglo brillan con luz propia los nombres del catalán Poncio, abad de Sant Serni de Tabernoles (1033/28-1035), y de los asturianos Froilán (1035-73) y Arias, primer abad de San Juan de Courias (1073-94). Con ellos y especialmente con éste último, empieza el movimiento de devoción popular a las reliquias del Arca Santa, al convertirse la catedral ovetense en etapa destacada de las peregrinaciones jacobeas, un fenómeno europeo con importantes repercusiones positivas para la apertura de la capital asturiana y de toda la diócesis a las corrientes económicas, culturales y religiosas de aquellos siglos, que se manifiestan en la floración de importantes señoríos y cenobios de tradición benedictina-cluniacense, de Fontevrault y del Cister, diseminados por la difícil geografía astur.

 

EL OBISPO REFORMADOR

D. Pelayo (1101-1130), probablemente el personaje más destacado de todos los siglos medievales, utiliza de forma admirable su pluma y las falsificaciones incorporadas en el Liber Testamentorum y en un centón conocido como Corpus Pelagianum, para defender la autonomía de su diócesis –exenta por privilegio pontificio desde 1105, hasta 1851– frente a las pretensiones de las poderosas metrópolis que entonces se estaban reorganizando en plena expansión territorial de la llamada Reconquista, y para defender los límites de una circunscripción diocesana supuestamente antigua que en realidad nunca existió, pero que sirvió para que Oviedo extendiera sus límites mucho más al sur de los Pirenneos montes o Cordillera Cantábrica, hasta el concordato de 1954. El gran prelado también utilizó el arma de las falsificaciones para consolidar jurídicamente los dominios del señorío episcopal y del capitular. Gutierre de Toledo (1377-89) culminará el proyecto feudal pelagiano, consiguiendo para la mitra el título y las bases territoriales del condado de Noreña. Hombre del equipo de confianza del segundo rey Trastamara, Juan I, pone en marcha un notable programa de reforma disciplinaria en el clero capitular y monástico, que le sirvió para pasar a la historia con el marbete de obispo reformador.

 

EL OVIEDO TRIDENTINO

A finales del Medievo, en pleno Renacimiento ya, figuran en las sedes episcopales de Oviedo nombres importantes de personalidades, que destacaron dentro de las corrientes cultas de aquellos siglos más por sus actividades humanísticas que por su condición de pastores, ya que fueron verdaderamente absentistas. Los nombres de Rodrigo Sánchez de Arévalo (1467-70) y de Diego de Muros (1512-1525) pueden ser considerados los más representativos. La Reforma de Lutero no parece haber pasado por la Iglesia asturiana y el movimiento de Reforma católica tridentina tardará bastante en implantarse. La aplicación de la disciplina reformística se debió especialmente a Juan Álvarez de Caldas, que celebra el conocido sínodo del 1602 –publicado dos años más tarde– y a las comunidades de dominicos y jesuitas. Los primeros desde el convento ovetense del Rosario (1518) y los discípulos de San Ignacio en el famosísimo colegio de San Matías, que fue enseguida un poderoso centro de irradiación cultural, fundado en la capital ovetense por Magdalena de Ulloa en la segunda parte de esta centuria. El Seminario conciliar, un instrumento esencial previsto por Trento para la reforma de clero con una formación espiritual y religiosa adecuadas, tardará mucho tiempo en abrir sus puertas: hasta el 1851, gracias a los desvelos del obispo Ignacio Díaz Caneja. La Universidad de Oviedo, fundación del inquisidor general Fernando de Valdés, que fue inaugurada el año 1608, suplió, de algún modo, las enseñanzas de las ciencias eclesiásticas desde su cátedra de Teología. Y los clérigos disponían también, desde hacía siglos, de Colegios Universitarios en Salamanca, entre los que destaca el llamado de Pan y Carbón, fundado por D. Gutierre (1382), el de San Salvador, obra de Diego de Muros y el de San Pelayo de los Verdes, creado a expensas del propio Fernando de Valdés. En el mismo Oviedo funcionó desde 1593, a manera de Seminario, el de San Pedro de los Verdes, obra del canónigo Pedro Suárez (1593) y el de San José, para los niños cantores, creado por otro miembro del cabildo ovetense, Pedro Díaz de Oseja (1662).

 

LOS SIGLOS XVIII y XIX

En la época del llamado “absolutismo regio”, durante el siglo XVIII sobre todo, los responsables de la diócesis de Oviedo siguieron las rigurosas pautas trazadas por la monarquía regalista. Cualquier iniciativa reformadora había que hacerlo desde dentro del sistema sociopolítico, que no dejaba demasiados resquicios para grandes planes de reforma ni siquiera para novedades llamativas que pudieran ser introducidas en la legislación sinodal.  La obra pastoral de Agustín González Pisador, que supo moverse con extraordinaria habilidad en los tupidos entresijos del regalismo borbónico, cubre una buena parte de la centuria (1760-91). La historia eclesiástica de la Iglesia asturiana del siglo XIX lleva la impronta bien reconocible de los más importantes avatares de la época. Sabe situarse del lado patriótico y legitimista en el alzamiento contra los franceses y se mueve con mayor dificultad en los períodos de alternancia entre el predominio de liberales y conservadores, mostrándose más proclive siempre hacia las corrientes de este signo. A finales del siglo sobresalen por su modernidad y por el compromiso con la doctrina social de la Iglesia Martínez Vigil (1884-1904) y Juan Bautista Luis Pérez: responsable del último sínodo diocesano celebrado en Asturias, todavía en vigor (1923; public. 1926) y, sobre todo, la descollante y comprometida obra y trayectoria sociales del canónigo Maximiliano Arboleya.

 

FIN DE SIGLO XX

En 1954 Oviedo se convierte en sede arzobispal, comprendiendo en su jurisdicción metropolitana las de León, Santander y Astorga y perdiendo, en beneficio de éstas, los territorios allende los montes cantábricos y en las tierras de “pan llevar”, como eran las del arcedianato de Benavente. En este año el obispo de Oviedo depone el título, ya sin contenido social efectivo, de conde de Noreña. D. Vicente Enrique y Tarancón, que rigió la sede ovetense pocos años (1964-69), fue el gran propagador del espíritu renovador del Vaticano II en toda la región asturiana. D. Gabino Díaz Merchán, titular desde 1969, es el obispo que ha gobernado por más tiempo la diócesis de Oviedo. Su compromiso social, destaca entre otros muchos méritos.

El 21 de noviembre de 2009 Mons. Jesús Sanz Montes es preconizado Arzobispo de Oviedo, sede de la que toma posesión el 30 de enero de 2010.

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