A las puertas del Domingo de Ramos, nuestro Arzobispo Mons. Jesús Sanz publica en vídeo su última reflexión de Cuaresma.
El escenario de mi vida:
Con este domingo de Ramos entramos en la Semana Santa. Quedan atrás tantos recodos en los que Jesús pasó haciendo el bien: encuentros brindando gozos como en Caná, o llorando sufrimientos como en Betania; curando todo tipo de dolencias, iluminando oscuridades o saciando todas las hambres; airado contra los comerciantes en el templo y contra los fariseos en todas partes. Jesús que bendice, enseña, reza, cura, libera… plantando en nuestro suelo el corazón de Dios como una gran tienda en la que cobijarse de intemperies y en la que aprender a ser y a quererse. Ahora es el momento final del relato humano y divino de la Pasión que escucharemos en el evangelio. Ese drama de Jesús no era suyo, sino nuestro, pero tanto y tan seriamente quiso abrazarlo, que a la postre hizo suyos todos nuestros pecados.
Ahí estamos nosotros. Unas veces defendiendo al Maestro cortando la oreja de quien ose tocarlo, y otras ignorándole hasta el perjuro en la fuga más cobarde como hizo Pedro; le traicionaremos con un beso envenenado como Judas en el huerto, o con una aséptica tolerancia que necesita lavar la culpabilidad de sus manos como hizo Pilato; seremos fieles haciéndonos solidarios tristes de su causa perdida, como María Magdalena, otras lo seremos con la serenidad de una fe que cree y espera una palabra más allá de la muerte, como María la Madre. Esta es la Semana Santa cristiana, tan distinta y tan distante de la semana santa del turismo y del relax, pero en la hay algo que sabe siempre a nuevo para quien se atreve a acoger en estos días la verdadera y eterna novedad de Jesucristo muerto y resucitado. Jerusalén tuvo una razón como final de viaje: mi salvación.
