«Santa Mónica nos enseña a no desconfiar de la fuerza y el poder de la oración»

Publicado el 20/10/2023
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«Santa Mónica nos enseña a no desconfiar de la fuerza y el poder de la oración»
En la foto, Marta Riol, responsable de la Asociación de Madres Santa Mónica, y Fray Enrique Eguiarte

Fray Enrique Eguiarte, Agustino Recoleto, natural de México y residente en Roma, ha estado en nuestra diócesis unos días impartiendo Ejercicios Espirituales. Aprovechando su estancia en Asturias, la Asociación de Madres Cristianas Santa Mónica (teléfono de contacto 622 24 08 68) organizó, el pasado 6 de octubre, viernes, en la sala de usos múltiples de la parroquia Corazón de María (Oviedo) una charla en la que este religioso habló sobre «Santa Mónica», de quien es experto. Así nos lo contaba:

¿Qué tiene de especial esta mujer, Santa Mónica, que llevando una vida sencilla ha llegado a ser tan conocida?
Bueno, Santa Mónica es para nosotros un ejemplo ante todo de oración de la mujer de fe que no deja de querer en Dios y que tiene una oración constante por su marido, por su hijo y por todas las personas para que se conviertan.

Se la propone como ejemplo de madre, es especialmente conocido su tesón en la oración por su hijo, San Agustín, que ciertamente parecía un caso perdido, pero aún así, estamos hablando del siglo IV. ¿Cómo ha llegado hasta nuestros días?
Santa Mónica era la madre de San Agustín y es curioso que él la llamaba siempre Mater. Solamente en una ocasión dice el nombre de esta Mater que está siempre orando por él, por sus hijos y bueno por toda la Iglesia. Para San Agustín Santa Mónica juega la función de ser como la Iglesia. Es la Madre Iglesia que ora por sus hijos. Con el detalle curiosísimo de que San Agustín fue el primero que escribe una biografía de una mujer que es normal, una mujer de la clase media. Porque claro, antes hubo otras mujeres de las cuales se escribe su biografía, como sucedió en el caso de Melania, que escribió Gregorio de Nisa, pero eran mujeres de clases elevadas, aristocráticas, pero la primera mujer de andar por la calle de la que tenemos una biografía es la que San Agustín nos presenta en las Confesiones. Por eso nos engancha mucho esa figura porque es una figura muy cercana a cada uno de nosotros.

Es famosa por todo lo que sufrió y todo lo que rezó por su hijo, pero lo que no se conoce tanto es que su marido era un hombre adúltero y agresivo, violento. ¿Qué sabemos sobre esto y cómo lo vivió ella?
Ella lo vivió de una forma muy particular. Ciertamente ella era consciente de las infidelidades de su marido, pero confiaba en la fuerza de la oración para cambiar el corazón de su marido. Él era un hombre muy agresivo, pero Santa Mónica tenía la cualidad de buscarlo y de hablar con él cuando lo veía más tranquilo. De hecho, un dato muy triste, pero curioso, es que las mujeres de aquella época se sorprendían de ver que Santa Mónica no tenía ningún golpe en la cara y que parecía siempre que el marido no la había tocado y a cambio, a ellas sus maridos las golpeaban. Y Santa Mónica les decía, «yo procuro acercarme a mi marido cuando él está tranquilo. Cuando él está enfadado procuro guardar silencio y ser sumisa y después, buscar el momento para hablar y dialogar». De alguna manera tenía esa sabiduría del corazón. San Agustín dice: «yo fui formado en la escuela universitaria, en la escuela de los grandes oradores y ella fue formada en la escuela del corazón por Jesucristo», por el maestro interior que le dio toda esa prudencia y toda esa sabiduría.

El marido de Santa Mónica llegó también a convertirse.
Así es, el marido, después de que San Agustín se va de casa, también se hace catecúmeno de la Iglesia católica y al final de su vida, como era la costumbre del siglo IV-V, él también recibe el bautismo. Por lo tanto, las oraciones de Santa Mónica alcanzan la meta que ella había buscado, la conversión del hijo y la conversión del marido.

¿Qué nos trae Santa Mónica, esa vida tan lejana en el siglo IV, a las mujeres del siglo XXI?
Nos trae sobre todo, yo creo, dos cosas fundamentales: en primer lugar, que no desconfiemos de la fuerza y del poder que tiene la oración. Santa Mónica era una mujer de oración. Recordemos ese texto de las Confesiones donde ella va a hablar con un obispo y el obispo le dice «No se puede perder un hijo de tantas lágrimas». Es decir, la madre que ora por sus hijos, que ora por la familia, finalmente obtiene aquello que le pide a Dios. Y en segundo lugar, la importancia que tiene hoy la mujer en la familia. Es el corazón de la familia. Santa Mónica así lo hace ver; ella conquistó su familia para Cristo. Una familia que podríamos llamar «desestructurada» absolutamente, que ella le dio esa organización y esa unidad. Sería muy importante hoy que las mujeres tomaran conciencia de este papel fundamental que juegan en la familia como ese corazón, el corazón palpitante y espiritual de la familia para llevarles a todos a Cristo.

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