«El cementerio no es un lugar de muertos, sino de los que duermen en espera de la resurrección»

Publicado el 27/10/2023
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«El cementerio no es un lugar de muertos, sino de los que duermen en espera de la resurrección»

¿Qué antiguas tradiciones se vivían en Asturias en estas fechas de Todos los Santos y Fieles Difuntos? Con el sacerdote Constantino Bada repasamos los orígenes de lo que hoy se conoce como Halloween, así como el significado de muchos de los gestos que tienen lugar en estos días.

Halloween lo conocemos todos, pero no deja de ser una fiesta llegada desde fuera. Aquí tenemos nuestras propias tradiciones, ¿cómo eran?
En realidad Halloween es una fiesta cristiana, absolutamente cristiana. La palabra hoy ha derivado en lo que entendemos como una fiesta paganizada, que se caracteriza porque los niños se disfrazan de personajes como Drácula o vampiros o estas cosas, pero All Hallows Eve es la víspera de Todos los Santos. Y en Asturias esta fiesta tenía una gran raigambre, una raigambre que viene del cristianismo pero también de las tradiciones anteriores.
Si algo tuvo bueno el cristianismo fue que respetó los lugares y momentos de culto. Podemos ver por ejemplo el Dolmen de la Santa Cruz, que es un lugar de culto de los difuntos que tenemos en Cangas de Onís. O por ejemplo también tenemos la fiesta de lo que sería el dios Beltane y de Samhain, dos dioses del mundo celta asociados también con la muerte. Sus las fiestas serían en esta época, que coincide con la recolección de los frutos. Así que el cristianismo lo que hizo fue una especie de mezcla de lo que sería la fiesta propia de la recolección, las témporas de gracias del mes de octubre con la fiesta propia de los difuntos y luego también incorporando la fiesta de Todos los Santos, que no olvidemos que es el día 1 de noviembre y la víspera por tanto, es el 31, en la que, confundiéndola con la fiesta de los difuntos, se recuperan una serie de tradiciones del mundo celta que perviven en Asturias bajo múltiples leyendas y muy muy antiguas.

Tenemos también la costumbre de llevar flores, de poner una vela a nuestros fieles difuntos, ¿de dónde viene? ¿Qué explicación puede tener?
Claro, el recuerdo de los difuntos es un recuerdo que perdura. La belleza de las flores, que por sí se marchitan, pero no su belleza, que es inmarcesible. Las flores, de alguna manera, quitan el mordiente ácido de la muerte de los seres queridos. Decoran, adornan, huelen bien y, además, también son ese recuerdo que no perece. Perecerán las flores, pero no su belleza. Por eso, la luz y las flores son dos elementos propios de una cultura que quiere vencer la oscuridad con la belleza de los colores y con la luz que vence siempre las tinieblas.
Recordemos que celebramos todos los santos. El día 1 de noviembre celebramos a los santos que van a interceder por nosotros y el día 2 celebramos a los difuntos por quienes nosotros vamos a interceder muchas veces también por medio de los santos y ante todo, ante Jesucristo. Por eso, ir al cementerio es una prueba de respeto y de recordar que no se olvida a aquellos que viven en el corazón y aquellos con quienes un día esperamos encontrarnos en la vida eterna.

¿Cómo es el rito que el sacerdote celebra en los cementerios?
Sí, a la gente le encanta que vayas al cementerio y que reces lo que se llama el responso. El responso es una oración muy sencillita, es un Padre Nuestro, un Ave María, precedido por un Señor ten Piedad y luego un Gloria al final, pero lo importante es que el sacerdote escenifique la presencia orante en el cementerio. Cementerio es una palabra muy bonita que significa «el lugar de los que duermen en la espera y esperanza de la resurrección». La otra palabra es tanatorio. El tanatorio es lugar de los muertos. El cementerio no es un lugar de muertos, es lugar de los que duermen en la resurrección. También por eso tenemos a veces una especie de coronas talladas en algunas tumbas que son coronas de adormideras. La adormidera es la planta y la cápsula que te da sueño, el sueño eterno. El rezar ante cada tumba supone que el fiel que está allí delante de sus difuntos les envía, además de un recuerdo, una oración. Una oración que traspasa tiempo, espacio y que llega a esos difuntos con el tesoro de la oración que tenemos los cristianos por nuestros difuntos.
«Cosa santa y piadosa es orar por nuestros difuntos». Lo dice el segundo libro de los Macabeos y la gente lo sigue teniendo muy presente. Les encanta que vayas tumba por tumba, que a todas les toque el agua por aquello del contacto, de lo bendito, para lo querido. Y para mí siempre es un momento siempre muy agradable. No dejo ninguna, todas van siendo asperjadas y esa oración, esos responsos continuados que ciertamente la gente agradece.

Antiguamente había muchas tradiciones y costumbres que tenían muy en cuenta a nuestros difuntos, mientras que hoy es verdad que la muerte, –estos días un poco más– está poco presente, más bien alejada de nuestro pensamiento y conversaciones. 
Sí, es verdad, la muerte parece que se quiere alejar por su fealdad, por lo que supone, porque como yo siempre digo en los funerales, la muerte es muy difícil de decorar. Solamente se alivia y se alivia en Cristo, por eso sí que pues parece que la gente no habla de la muerte cuando es una realidad constante y quizás, si la vida es tan bella, es porque hay una muerte que es como el contrapunto. Pero sí es verdad que hoy día parece que se aparta el hecho de la muerte. Salvo estos momentos, estos días en los que sí que todo el mundo o casi todo el mundo va al cementerio. Aunque hay gente que dice que precisamente estos días prefiere no ir, que van durante el año pero que ahora no, porque no tienen que ir solo para que les vean. Bueno es verdad que no hay que ir para que le vean a uno, sino que hay que ir para que uno pueda, al menos, estar en el lugar donde reposan los restos de sus seres queridos. Por eso, siempre nos hace falta tener como un lugar de referencia donde esté bien el cuerpo, bien las cenizas, los restos, de aquellos que quisimos y querremos para siempre.
La muerte es una realidad muy dura, y nos gusta siempre de alguna manera aliviarla, por eso ponemos el color de alivio en la Iglesia que es el color morado, el color de la esperanza. Ese color lo vestimos cuando nos preparamos para una fiesta, en este caso la resurrección. Vamos de morado en los funerales porque celebramos que lo aparente es la muerte, pero en Cristo no hay muerte sino vida eterna.

¿Qué costumbres típicamente asturianas teníamos en estas fechas, que a lo mejor están ya un poco olvidadas?
Pues la gente cree que esto de las calabazas vino de América, pero no vino de América. De América viene lo que a América fue. Los irlandeses, sobre todo, llevaron esas tradiciones de las calabazas, pero como en Asturias, tampoco había muchas calabazas en Irlanda. Ellos, como nosotros, lo que tenían eran nabos. Y con los nabos, que se cultivaban para las vacas, para el forraje, pues se hacían dibujitos.
Yo de pequeñito, en mi casa me acuerdo que con mi papá hacíamos muñequitos que después vaciábamos y poníamos una velita. Nos poníamos la escalera del hórreo. También hay tradiciones muy antiguas, recuerdo que mi abuela, María de la Granda, «no se puede barrer ese día para fuera porque las almas pueden venir de visita y las puede estar ahuyentando». Dejamos un poquito de agua, dejamos un rescoldo encendido… son ideas un poco infantiles pero que nos hablan del recuerdo de que, al menos en una fiesta que es de límites temporales, puede que los dos mundos se encuentren, y si se encuentran, qué mejor que encontrarse con los nuestros que ya se han anticipado y que durante unos momentos, durante esa noche, vuelvan a casa para estar con nosotros.
También se les ofrecía misas, por supuesto, había capillas de ánimas y también incluso había un maíz llamado «maíz de difuntos» que se guardaba en Cabranes, por ejemplo, en unos hórreos, y después se subastaba en unos cestos que eran cestos con crespones negros.
Así que hay muchas, muchas tradiciones y una de ellas, si no me voy a olvidar, es la de la güestia, que es como la Santa Compaña en Galicia. O como el Carro de la muerte que aparece en cuadros incluso como el de Brueghel el Viejo o en las leyendas propias de Bretaña. También aquí en Asturias, en Figueras y en otros lugares había estas leyendas. De hecho, sigue habiéndolas. «Si te encuentras con una procesión en la que van todos desfilando pero no ves sus pies, ten cuidado: es la Santa Compaña, el Carro de la Muerte». Y te enseñaban cómo comportarte en el caso de que tuvieses esa terrible y horrorosa visión.

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