100 años de presencia claretiana en la diócesis

Publicado el 20/05/2022
Share on FacebookTweet about this on TwitterEmail this to someonePin on PinterestPrint this page
100 años de presencia claretiana en la diócesis

Este próximo miércoles, a las 6 de la tarde, el Arzobispo de Oviedo Mons. Jesús Sanz presidirá en la parroquia del Corazón de María de Gijón, la eucaristía por el centenario de la presencia de los Misioneros Claretianos en la diócesis. 

Una presencia que, a tenor de lo que describen las crónicas del momento, fue muy bien acogida tanto por los asturianos, como por los sacerdotes y religiosos de la época. 

El origen de su llegada a Asturias, concretamente a Gijón, tiene como protagonistas una carta, y la mujer que la escribió: Consuelo Cienfuegos Jovellanos. Era el año 1921 y se dirigió al Provincial de los Misioneros Claretianos, entonces en Segovia, ofreciéndoles venir a Asturias, porque, en concreto, la villa de Gijón estaba creciendo mucho. “En aquel momento había casi 58.000 habitantes, llegando a 78.000 en la década siguiente”, describe el Misionero Claretiano Arturo Muiño, historiador. “La ciudad –continúa– claramente iba a más, y en concreto la zona del Llano, era muy humilde y ella soñaba con que hubiera un grupo de misioneros que pudiera evangelizar allí y atenderlo”.

“El Provincial efectivamente llegó a Gijón, se hospedó en aquel momento en la casa de Jovellanos, que hoy conocemos como Museo, y finalmente, un año más tarde, con extraordinaria rapidez, ya había una comunidad de religiosos claretianos asentada en la diócesis.

Pero lo cierto es que no habían sido los primeros claretianos llegados a la diócesis. Poco se recuerda que, durante el mes de agosto del año 1858, fue el mismísimo San Antonio María Claret el que se alojó en Gijón, viviendo en la antigua parroquia de San Pedro, de la que hoy no queda nada puesto que fue totalmente destruida durante la guerra, y la que hoy se conoce es una reconstrucción. “Vino con ocasión del viaje que la reina Isabel II hizo por diversas partes de España –recuerda el Misionero Claretiano Arturo Muiño–. Nuestro padre fundador era confesor de la reina, y con ocasión de este viaje, hicieron parada en Covadonga, al Príncipe de Asturias, Alfonso XII le habían dado la confirmación, y luego él se quedó en Gijón, donde pasó un mes inolvidable. La congregación llevaba ya entonces fundada por él desde el año 1849, es decir nueve años. No sé si se imaginaría en algún momento, mirando a esa bellísima playa de San Lorenzo, que un día sus hijos estarían aquí”.

El Llano

El primer destino de los Misioneros Hijos del Corazón de María, que es el nombre real de la congregación, fue, por tanto, El Llano. “Allí se les ofreció una casa, que tenía un bajo y un piso. Pero las condiciones del barrio eran tan humildes y tan estrechas, que hasta el obispo cuando vino a visitarles calificó la situación de miseria”, explica Arturo Muiño. El Llano pertenecía entonces, por zona, a la parroquia de San Lorenzo –había tres parroquias en aquel tiempo en Gijón: San Pedro, San Lorenzo y San José–. Durante diecisiete años los misioneros claretianos en Gijón se ocuparon espiritualmente de la zona del Llano, ayudando también en la parroquia de San Lorenzo, y llevando a cabo misiones en diversos lugares. Al mismo tiempo, les encargaban actividades de lo más diversas. En el año 1928, por ejemplo, se sabe que dirigieron unos Ejercicios Espirituales en el Seminario de Valdediós, donde había más de 300 seminaristas, a los que acudieron el propio obispo y los profesores.

Sin embargo, pronto vieron que sería muy bueno poder hacer un colegio. “En realidad nosotros al principio no teníamos ni colegios ni parroquias –cuenta Arturo Muiño–. Pero san Antonio María Claret vio que la enseñanza era un medio para lo que él deseaba: la evangelización, pues ese era nuestro carisma, y para ello tendríamos que ayudarnos de todo aquello que fuera más eficaz y oportuno. Con eso, nosotros hacíamos de todo, con tal de llevar el mensaje del Reino de Jesucristo”.

De hecho, tuvieron una pequeña escuela situada en lo la zona que siempre se llamó Héroes del Simancas, que iba creciendo enormemente de un año para otro. Pero pronto vieron que necesitaban un terreno más amplio y en 1941 se abrió lo que hoy se conoce como el colegio Corazón de María. Entonces tenía tres plantas y la entrada a la capilla era lo que hoy es la entrada general del centro. “Se decía que desde la última planta había unas preciosas vistas al mar y al parque Isabel La Católica –señala Muiño–. Lo cual quiere decir que toda aquella zona del barrio de la Arena, estaba totalmente sin construir”.

En cien años fueron muchos los acontecimientos vividos por la congregación y sus obras. Las hemerotecas recogen la magna procesión que tuvo lugar en 1943, con la consagración al Inmaculado Corazón de María, recordando las apariciones de Fátima, que en Gijón se celebró como “una apoteosis”, o la procesión con motivo de la canonización de san Antonio María Claret, en 1950, con la que quisieron colaborar los colegios de enseñanza de Gijón, así como la adquisición de Contrueces.

Con el tiempo además, los misioneros claretianos llegaron a Oviedo, donde actualmente tienen una parroquia, y tuvieron un Colegio Mayor, estuvieron en Belmonte y en La Riera. Pero además el colegio de Gijón ha sido semillero de vocaciones. El mismo director actual, P. Simón Cortina, estudió allí, pero también lo hicieron el actual Ecónomo General de la Congregación, P. Manuel Tamargo, y el Prefecto de Apostolado, P. Pedro Belderrain.

Para mejorar el servicio, utilizamos cookies propias y de terceros. Si sigues navegando, entendemos que aceptas su uso según nuestra política de cookies.

Más información sobre cookies