«Ocurrió en un caserío del País Vasco. El hijo se fue de casa un día, dando un portazo. Los padres se quedaron destrozados, muy dolidos. Pasó el tiempo, el hijo seguía sin volver, pero cada día, su madre le ponía los cubiertos en la mesa cuando iban a desayunar, a comer o a cenar. Así se lo contó a un sacerdote, una vez que estuvo con ellos. Porque una madre no se cansa nunca de esperar. Aquel hijo volvió a los dos años, mientras los padres estaban comiendo, y se encontró con la mesa preparada para uno más. Les preguntó, muy sorprendido: ¿Es que me esperábais? Así es una madre. Esa es María, la Virgen, a Ella recurrimos siempre, porque una madre no se cansa nunca de esperar».
Con esta historia comenzó su homilía el Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela, Mons. Francisco Pérez González, el encargado el miércoles, 30 de agosto, de inaugurar la Novena a Nuestra Señora de Covadonga de este año. En su intervención, quiso proponerles a los presentes «un pacto: que no dejemos de rezar un solo día a la Virgen durante estos días de la Novena. Porque Ella nos llevará al tesoro de su Hijo, que es Jesucristo».
La asistencia a este primer día de la Novena fue multitudinaria, con parroquias llegadas de puntos tan diversos como Quirós, Piedras Blancas, Avilés, Lugones, Arriondas, Sama, Ciaño, Colunga, Lastres, Cangas del Narcea, Degaña e Ibias e incluso Santander, entre otras muchas. También asistieron miembros de los Cursillos de Cristiandad de Asturias, y la asociación de Veteranos Boinas Verdes Cue 71 de Oviedo y 72 de Gijón. El tiempo acompañó también, por lo que lluvia no logró anular la tradicional procesión hasta la Santa Cueva.
La celebración, además, estuvo acompañada musicalmente por la Escolanía, un total de seis niños más un grupo de antiguos alumnos, que recibieron el agradecimiento de los asistentes y especialmente del Arzobispo de Oviedo, que quiso reconocer públicamente su «esfuerzo y generosidad».
