«No hay vida sin Cristo, y no hay Cristo sin Cruz». Cuarto día de la Novena a Nuestra Señora de Covadonga 2023

Publicado el 03/09/2023
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«No hay vida sin Cristo, y no hay Cristo sin Cruz». Cuarto día de la Novena a Nuestra Señora de Covadonga 2023

«Consuelo del que sufre» era el tema de la cuarta jornada de la Novena a la Virgen de Covadonga celebrada en el Santuario, este sábado, 2 de septiembre. Con la Basílica llena, un día más, el Arzobispo de Oviedo, Mons. Jesús Sanz Montes presidió la eucaristía, con la participación, en esta ocasión, el párroco de la UP de La Fresneda, D. José Luis Fernández Polvorosa.

Acudieron parroquias de Posada de Llanera, Serín, San Andrés de los Tacones, Monteana, Poago, Gijón, Carrio, Barredos, Entrialgo, Tolivia, Villoria, El Condado, Pola de Laviana, La Fresneda, Bodes, Santullano, Valsera, Oviedo, Tineo, Llaranes o Libardón, entre otras, así como las religiosas Carmelitas descalzas de Oviedo, las Hnas. del Amor de Dios o las Madres Pasionistas de Fitoria.

En su homilía, el párroco de la UP de La Fresneda, D. José Luis Fernández Polvorosa quiso hacer unas reflexiones para «poder unirnos y centrarnos en Cristo, fundamento de toda vida cristiana y esperanza de todo ser vivo. También es el que sabe tener a su madre junto a sí, y usar de María para llevarnos hacia Él, porque Ella, con el Espíritu Santo, nos trajo hacia su Hijo».

Su predicación se centró en el tema del día, «Consuelo del que sufre». Y recordó que «no hace falta dedicar mucho tiempo para darnos cuenta de que hay mucha gente que sufre y padece. No hay más que escuchar a las personas, que en seguida se explayan explicando el sufrimiento que tienen. Hay mucho dolor. Basta con ir a hospitales, basta ver cómo hay hogares que se derrumban, a veces por no pedir perdón, otras por no querer darse una oportunidad más. Luego están las guerras, las migraciones, los acosos etc.» explicó el sacerdote. Y recordó «Dios no es el culpable del dolor ni del sufrimiento humano», algo importante a recordar, porque se corre el riesgo de «rebotarnos contra Dios, cuando resulta que Él es la solución». Analizó las palabras del profeta Jeremías: «Tengo para vosotros designios de paz y no de aflicción. Y os rehabilitaré de todos vuestros sufrimientos, y también –afirmó– tenemos que fijarnos en las primeras páginas de la Sagrada Escritura, cuando, en la creación hay una coletilla al final que dice Y vio Dios que era bueno, y cuando Dios crea  al hombre y a la mujer, dice muy bueno». Pero –añadió– «el mal existe; el mal está ahí y las personas sufren. ¿De dónde viene ese mal, ese sufrimiento que tienen las personas?». Para responder a esta pregunta aludió al Apóstol San Pablo en la Carta a los Romanos: «Por la desobediencia de un hombre, entró el pecado en el mundo, y con el pecado, la muerte. Todos morimos porque todos pecamos». Pero al mismo tiempo, el sacerdote quiso recordar que «En la armonía entre Dios y el hombre vemos que Él se da enteramente a nosotros y está siempre a nuestra disposición para que vivamos esa gloria, esa gracia, esa felicidad que Él nos ha dado». Recordó asimismo que «El dolor, el sufrimiento, tiene un valor». Y explicó el párroco de la UP de La Fresneda que, en la conclusión de la Encíclica Salvifici Doloris, de san Juan Pablo II, se dice que «El motivo del sufrimiento humano tiene un valor sobrenatural desde el momento en que Cristo asume ese sufrimiento para la redención divina del mundo. Y tiene también un valor humano porque en el sufrimiento el hombre se mira y se encuentra a sí mismo y al mismo tiempo se da cuenta de su dignidad, de su naturaleza y de su misión en el mundo».

«Hoy, el mismo Cristo te elige para que tú te purifiques, que es lo que hace Él cuando se entrega en la Cruz –afirmó D. José Luis Fernández Polvorosa–. No hay vida sin Cristo, y no hay Cristo sin Cruz. En el sacrificio de Cristo, te redime, te santifica, te salva Cristo». Así «somos instrumentos con Él de la redención del mundo. Podrás decirme yo no valgo nada, ¿quién soy yo?. Pues aunque seamos una gota imperceptible del orballo asturiano nuestro dolor y nuestro sacrificio tiene un valor grande. Por el amor de Cristo, por la gracia de Dios, por tu fe y por tu amor. Es cuando tiene valor el sacrificio, el sufrimiento humano en comunión con Cristo. Porque la muerte y la resurrección de Cristo nos dice la Iglesia es precisamente la luz y la fuerza por la que el Espíritu Santo nos hace a nosotros percibir la vocación. La salvación en Cristo».

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