Hace apenas tres años se instaló en Oviedo la primera comunidad de focolarinas llegadas a la diócesis. Son cuatro mujeres, laicas consagradas, todas ellas profesionales: una médico, una traductora y dos profesoras. Pertececen al movimiento de los Focolares, fundado por Chiara Lubich hace ahora 80 años. Celebraron este aniversario redondo precisamente en el año 2023, y nuestro Arzobispo, Mons. Jesús Sanz, dedicó precisamente a esta efeméride, el pasado 17 de diciembre, su carta semanal.
Su llegada a Asturias tiene relación precisamente con el Camino de Santiago. «En una época de cambios en la Iglesia, en la sociedad y también en nuestro movimiento, teníamos el sueño de tener un focolar, una comunidad, en torno al Camino de Santiago. Oviedo es el origen del Camino, así que nos vinimos aquí. Y estamos tratando de hacer un proyecto en torno a esto, al Camino». Quien habla es Anabel Prieto, profesora de Instituto y miembro de la comunidad de focolarinas que viven en Asturias. «Esta era la idea con la que veníamos –subraya–. Lo cierto es que al llegar aquí y ver toda esta belleza natural, nos está moviendo un poco también a trabajar en torno a la ecología integral. Y ahí vamos, viendo un poco cómo orientar nuestro trabajo y nuestra aportación a la diócesis aquí en Asturias». Precisamente en torno al Camino de Santiago, este verano organizaron, un grupo de personas de toda España, varias etapas del Camino Primitivo, las correspondientes al territorio asturiano. «Ya de por sí es una experiencia que te aporta mucho –afirma Anabel Prieto–. Es algo único que te pone en movimiento, en búsqueda de ti mismo, y además nosotras hemos intentado facilitar el contacto con Dios y con la naturaleza escuchando algún Podcast cada día con meditaciones. Una experiencia muy interesante que queremos continuar esta Semana Santa si Dios quiere, llegando ya hasta Santiago».
La fundadora del movimiento Focolar, Chiara Lubich, nace en Trento, en el norte de Italia, en 1920. Con tan solo 23 años, en 1943, se encuentra en medio de la segunda Guerra Mundial, y en ese contexto de destrucción y dolor descubre que Dios es amor y «en el Evangelio encuentra una fuente de Vida Nueva que la transforma a ella personalmente y también el mundo en el que se encuentra», afirma Anabel Prieto.
«Cuando empezó, ni ella misma pensaba que se trataba de un nuevo movimiento de Iglesia», reconoce Anabel. «Pero lo cierto es que descubre ese carisma concreto o don especial en la frase del Evangelio Que todos sean uno. En esa frase, ella ve aquello a lo que estaba llamada a vivir, a realizar. Así como Santa Teresa es la oración, San Francisco es la pobreza, ella dice: la unidad. ¡Que ni siquiera ella misma sabía qué significaba ni qué quería decir! Pero hoy en día lo traducimos también por la fraternidad universal: dar tu vida para que en el mundo llegue un día a vivirse esa realidad, que ese Que todos sean uno de Jesús, se realice».
Así comenzó este movimiento, que acabó conociéndose como «Focolar», que quiere decir «hogar», porque la gente, cuando conocía a Chiara y a sus primeras compañeras, se encontraban con una comunidad que generaba «calor de hogar».
En Asturias, la comunidad de focolarinas no está situada en una parroquia concreta, sino que colabora de manera puntual con alguna labor a la que son invitadas, convivencias juveniles o actividades con niños. «Vamos ayudando allí donde podemos y donde nos van pidiendo ayuda». Además, dentro del movimiento hay hombres y mujeres, laicos consagrados, pero también familias, jóvenes, religiosos y sacerdotes que simpatizan con el movimiento, forman parte de él y viven ese carisma y espiritualidad que nace de él, que tiene de característico también «que se vive de forma comunitaria, juntos», describe Anabel.
Para celebrar su 80 aniversario, mientras que los responsables del movimiento han hecho una peregrinación por Asís, por Loreto, Roma, y aquellos lugares que son importantes en la historia de los Focolares, en Asturias, las personas del movimiento de Asturias y de Cantabria decidieron viajar juntas a Santo Toribio en este Año Santo. «Acudimos con personas amigas y cercanas –explica Anabel Prieto–, y fue una experiencia muy bonita vivida en comunidad. Nos reunimos allí, fuimos a la misa, a la celebración, y todo lo que conlleva este ritual del Año Santo, de pasar por la Puerta Santa, de la posibilidad de una reconciliación, de pedir perdón, de dar gracias a Dios personalmente y pensando en estos 80 años de vida, pedir perdón por lo que quizás como movimiento no hemos hecho bien y la verdad es que ha sido una experiencia muy profunda y enriquecedora».