«En la cena del Jueves Santo se recuerda el amor fraterno hecho gesto concreto hacia los más necesitados»

Publicado el 28/03/2024
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«En la cena del Jueves Santo se recuerda el amor fraterno hecho gesto concreto hacia los más necesitados»

En esta tarde lluviosa de Jueves Santo, como viene sucediendo desde que pasara el Domingo de Ramos, tuvo lugar en la Catedral a las 17 h la celebración de la Cena del Señor. Estuvo presidida por el Arzobispo de Oviedo, Mons. Jesús Sanz, y concelebrada por el Vicario General de la diócesis, D. Jorge Juan Fernández Sangrador; el Deán de la Catedral, D. Benito Gallego y más miembros del Cabildo catedralicio, con el acompañamiento musical de la Schola Cantorum dirigida por el canónigo D. Sergio Martínez Mendaro.

En su homilía, Mons. Sanz explicó, recordando la Última Cena, que «Ponerse a lavar los pies era labor de la servidumbre, más aún, de los esclavos. Jesús se pone de rodillas delante de cada discípulo y se comporta como un servidor, como un esclavo. Era el colofón de lo que supuso su Encarnación al hacerse hombre sin dejar de ser Dios. Porque la Encarnación representaba el arrodillamiento de Dios ante una humanidad torpe, lenta y pecadora. Toda la vida de Jesús fue un arrodillarse ante cualquier hombre o mujer que necesitase de su lavatorio de los pies cansados, heridos, polvorientos y agrietados quizás por haber deambulado por los caminos que Dios no frecuenta». «Vendrá Pedro –añadió– y tratará de enmendarle una vez más la plana, pero en esta ocasión será fácil convencerle de que, si no hay lavatorio de los pies, no habrá participación con Él. Y Pedro responderá con increíble sinceridad: no sólo los pies, sino las manos y la cabeza, y así podría haber ido ofreciendo cada parte de su cuerpo, de su corazón y su conciencia. Pero lo que Jesús quería indicarles era que no estaban ante una provocación insólita, sino ante un ejemplo de lo que significa el servicio a los demás, el ministerio pastoral, la caridad cristiana. El lavatorio de los pies es un modo genuino de nuestro ser de cristianos. Y, este gesto de caridad, señala el estilo propio del ministerio de Jesús como Buen Pastor en el que los sacerdotes debemos mirarnos en una tarde como esta, cuando recordamos el encargo que hizo el Señor a aquellos sus discípulos: os he llamado amigos, no siervos. Haced vosotros lo mismo».

Por eso, afirmó Mons. Sanz, «en la cena del Jueves Santo se recuerda precisamente todo esto que en aquella noche se transmitió: el amor fraterno hecho gesto concreto hacia los más necesitados, sea cual sea su penuria o su pobreza. Hacernos limosna para todos ellos sabiendo que los pobres quizás los tenemos más cerca de lo que pensamos, en la misma casa, en nuestro círculo de amigos, en nuestra sociedad y hasta en la comunidad cristiana. Ellos nos esperan con sus pies cansados y manchados por la dureza de tantos caminos, para que les entreguemos nuestro tiempo, les compartamos nuestros talentos, viniendo al encuentro de su necesidad real».

Homilía completa

La celebración finalizó con la procesión solemne en la que el Sr. Arzobispo, acompañado por los sacerdotes concelebrantes y una multitud de fieles, portó al Santísimo Sacramento hasta el monumento instalado en la capilla del Rey Casto. Allí permanecerá reservado hasta el momento de la comunión en la celebración de la Muerte del Señor, en la tarde del Viernes Santo.

 

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