«Asturias es de la Virgen». Último día de la Novena a Nuestra Señora de Covadonga 2023

Publicado el 07/09/2023
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«Asturias es de la Virgen». Último día de la Novena a Nuestra Señora de Covadonga 2023

«Fidelidad en el olvido». Con este lema se desarrollaba la última celebración de la Novena a Nuestra Señora de Covadonga en la Basílica del Santuario. Una Eucaristía que como todas las anteriores estuvieron presididas por el Arzobispo de Oviedo, Mons. Jesús Sanz Montes, y en esta ocasión, fue el Abad del Santuario, D. Adolfo Mariño, el encargado de predicar en la homilía.

Parroquias de Oviedo, Gijón, Cornellana o Navelgas, entre otras, acudieron en este último día del novenario, junto con la Cofradía del Santo Sepulcro de Gijón, y la Confer diocesana, con una buena representación de los religiosos que están en Asturias.

A estos últimos recordó muy especialmente en su homilía el Abad del Santuario, recordando que tanto ellas, las comunidades de vida consagrada, como las parroquias se dan cita cada año durante el transcurso de la Novena para venerar a la Santina. «En su corazón de Madre hoy ponéis vuestras vidas, y las de aquellos que recordáis», mencionó el Abad. «Vuestras comunidades se rinden a los pies de la Virgen de Covadonga, se vuelcan en diversas manifestaciones de devoción mariana estos días. La Santa Misa, la procesión y el Santo Rosario acompañado a la Virgen, son expresiones de la fe de nuestro pueblo que siempre amó y sigue amando a María». «Asturias es de la Virgen. Asturias es de María –exclamó–. Están registradas 582 ermitas y más de 20 santuarios dedicados a la Madre de Dios en nuestra tierra. Son edificios levantados por la fe, el cariño y los sacrificios del pueblo asturiano».

A ello recordó que el nuevo curso pastoral se comienza en el propio Santuario, «al amparo de la Virgen».

Además, Mariño manifestó en su intervención la importancia de caminar juntos en la Iglesia: «Somos Pueblo de Dios en marcha –dijo–, y debemos caminar, cada uno a su ritmo, pero en la misma dirección. Hacer lo contrario, ir a nuestro aire, tener nuestros planes pastorales al margen de lo que se nos propone desde la diócesis, terminaría por empobrecernos a todos y debilitar a la Iglesia que peregrina en Asturias».

«Y –continuó–, sospecho que ya os habéis asomado a esa austera e imponente cueva, catedral de piedra, donde la Santina os acoge con corazón de Madre. Ella, de mirada dulce y tierna, tiene buenos deseos para cada uno de vosotros. Os invita a renovar la fe, alimentándola con los sacramentos, regalo de la Iglesia, la Palabra de Dios, poniéndola en práctica. Os invita a mirar a este momento de la historia que os toca vivir, no como espectadores, sino como hijos que tienen que dar respuesta a las situaciones concretas que se presentan en el día a día».

«En este atardecer –manifestó en su homilía el Abad–, recordamos a María como la mujer que supo vivir en fidelidad cuando el mundo olvida y prescinde de su Hijo. Nuestra sociedad está enferma –afirmó–, y no comprende lo que es ser fiel. Todo es de usar y tirar. Todo es mientras dure. Vivimos en un mundo plagado de infidelidades y de abandonos a la hora de la prueba. Nos cansamos enseguida o nos gusta más bien vivir anclados en lo de siempre. Poca o ninguna fidelidad tienen los que siempre dicen no, porque  están a gusto con sus cosas, sus proyectos, sus aspiraciones. María, al contrario, sabe que la fe en el Señor está reñida con la fe y la instalación y la comodidad. Ella, como Madre, en su sí definitivo, en su hágase en mí tu voluntad, asumió con todas sus consecuencias lo que la vida le deparaba».

«No debemos olvidar la situación de cambio que todos estamos experimentando, teñida por una secularización que arrincona a Dios y que pretende reducir la fe al ámbito de lo privado, manteniendo posturas radicales o ridiculizando a la Iglesia. Existe entre nosotros una apostasía silenciosa, donde el hombre se cree autosuficiente y vive como si Dios no existiera. Y de esta realidad constatada no nos escapamos los creyentes, seamos sacerdotes, laicos o religiosos, porque también nosotros corremos el peligro de acomodar nuestra vida a una nueva religión donde el ser humano se cree el centro del universo».

«¡Qué fácil es ser fiel –afirmó el Abad– cuando la vida nos sonríe, cuando hay vocaciones, cuando hay salud y estabilidad familiar, cuando hay trabajo y no existen cruces pesadas que sobrellevar. Pero cómo nos cuesta asumir  las contrariedades, y algunas de las situaciones que no tienen respuesta! Y ahí, en esos momentos de lamento, en esas situaciones límite, le preguntamos tantas veces a Dios: por qué Señor, y por qué de esta manera. Lo culpamos de todo, e incluso podemos abandonar la fe, desertar de la Iglesia o enfadarnos con él».

«Cuando se oscurece nuestra fe –dijo– Dios nos interroga como un día hizo con los Apóstoles. ¿También vosotros queréis marcharos? En esas horas límite en las que nuestra fidelidad se puede resquebrajar, hemos de probar como oro en el crisol nuestra entrega a la causa de Jesús y a la obra de sus manos que la ha puesto en las nuestras. Ojalá que en esta tarde y siempre respondamos como Pedro: Señor, a dónde vamos a ir, solo tú tienes palabras de vida eterna. Pero el Señor es tan grande que cuando la fe se oscurece, cuando desertamos, nos responde por medio del profeta Isaías: ¿Puede una madre olvidar a un niño que amamanta, no tener compasión del Hijo de sus entrañas? Aunque ella te olvidara, yo nunca te olvidaré. Te llevo tatuado en mis palmas». Así es Dios, cuanto más infidelidad, más fiel es Él. Cuanto más nos alejamos, más se acerca. Cuantos más desprecios le damos, más amor nos regala hasta entregar su vida en la cruz».

«Miremos a María –aconsejó– y aprendamos de Ella. Está ahí, al pie de la cruz, casi sola. Los demás habían desaparecido como cuando suele suceder en la hora de la prueba. Ella no huye, simplemente está en silencio abrazada a la cruz de su Hijo. En ese momento oscuro, María da su último fiat, su último . Permaneció junto a la cruz de su hijo con amor de Madre y por fidelidad al plan de Dios».

«¿Cómo ser fieles en estos tiempos recios? –planteó finalizando ya–. La Madre Iglesia nos propone los mismos caminos de ayer y de hoy. Caminos que no debemos perder de vista si queremos mantenernos en pie: Nos propone la oración. Dios es amigo, hablad así con Él. La vivencia de los sacramentos, de todos, pero de la eucaristía en el día a día, que es el alimento que sacia y fortalece, y la penitencia, donde experimentamos la misericordia de Dios. También la caridad concreta, la que nos hace mirar al prójimo y no pasar de largo. Por último, la formación constante: tengamos la edad que tengamos. Se nos propone muchas veces la formación y huimos de ella. La fe que no se conoce, no se ama. Y en este tiempo concreto, debemos de dar razones de nuestra fe, bien fundamentada».

«Que ese sí fiel, lo vivamos hoy y siempre en nuestros hogares, en nuestras situaciones personales, en nuestras parroquias y comunidades religiosas y en esta sociedad, donde el olvido de Dios es el origen de todos los problemas de nuestra sociedad: de la insolidaridad, de la pobreza, de las crisis familiares, de las guerras y de las hambrunas, de la persecución religiosa, de la soledad y la angustia de tantos hermanos nuestros, de los jóvenes sin futuro, sin rumbo y sin esperanza, y de un mundo donde las políticas de turno nos dicen quién tiene que morir y quién tiene que nacer. Si estamos convencidos de que nuestra fe es el mayor tesoro que poseemos, no lo enterremos; si la fe es con mucho lo mejor que nos ha podido suceder en nuestras vidas, hemos de arder de deseos de compartirla y de gritar, con María, a este mundo olvidadiza, que Dios, y solo Él, hace obras grandes».

 

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