«Vivamos con fe y asombro lo que en estos días santos se nos quiere de nuevo relatar», Domingo de Ramos en la Catedral

Publicado el 25/03/2018
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«Vivamos con fe y asombro lo que en estos días santos se nos quiere de nuevo relatar», Domingo de Ramos en la Catedral

El Domingo de Ramos, comienzo solemne de la Semana Santa, se celebró ayer, como en tantos pueblos y villas de la diócesis, con una eucaristía a las 12 en la Catedral de Oviedo, presidida por el Arzobispo, Mons. Jesús Sanz.

En su homilía, Mons. Sanz destacó que se trata de  «una cita especial del calendario cristiano». «Nos volvemos a asomar –explicó– a esa vieja historia de la entrada de Jesús en Jerusalén. Llevaban subiendo tres años desde su punto de partida a orillas del mar de Galilea. Son muchas las cosas que han sucedido hasta esta entrada en Jerusalén que pone meta a un viaje especial por parte del nuevo profeta, por parte del esperado Mesías». 

Atrás quedaban «tantas palabras dichas que llevaban vida en su voz. Parábolas pronunciadas para entender con sencillez la sabiduría de Dios que nunca es complicado. A la espalda también tantos signos ordinarios o extraordinarios al hilo de milagros que fueron sucediendo en la trama cotidiana y en las fiestas de guardar», y sin embargo, ahora, «al llegar el final, se da esa entrada triunfal que no es triunfalista en la Jerusalén hacia la que se fue caminando largamente desde que nació en Belén hacía más de treinta años», y «no entrará en un corcel de guerrero, tampoco se colará por la puerta clandestina de los malhechores. Entrará a pleno día, montado en una borriquilla ante el pasmo entusiasta de niños y gentes sencillas, y ante el penúltimo órdago de quienes habían decidido ya su postrera emboscada».

«El Padre pronunciará por última vez su última Palabra –afirmó el Arzobispo en su homilía– la de su Hijo, y con ella nos lo dirá todo y todo nos lo dará. El Hijonos volverá a repetir que lo esencial es el amor con esa medida sin-medida que Él nos ha manifestado en su historia, el amor que ama hasta el final, haciéndonos con su propia entrega el mejor de sus comentarios y el más grande testimonio: que es capaz de pagar con su vida esa vida que nos vino a traer. Y el pueblo es como es, somos como somos. Ahí estamos nosotros. Unas veces gritando “hosanas” al Señor, y otras crucificándole de mil maneras, como hizo la muchedumbre judía hace dos mil años».

Por todo ello, «vivamos con fe y asombro lo que en estos días santos se nos quiere de nuevo relatar: que Dios nos quiere y le importamos. Que se aprendió nuestro nombre y lo tatuó en su mano, como dice el profeta Isaías. La liturgia en nuestras parroquias en estos días santos, y luego la fe que se saca a nuestras calles con la religiosidad popular de nuestras procesiones semanasanteras que con esmero viven nuestras cofradías. Días para ahondar nuestra fe, para agradecerla al buen Dios, para testimoniarla con confianza sencilla y sincera».

Lee aquí la homilía completa

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