El Adviento y sobre todo la Navidad son tiempos de celebración entre amigos y familia, y aunque la amenaza de la pandemia sigue presente y nos conmina a la prudencia, la mesa se viste de gala y aparecen viandas que, de manera habitual, no se prodigan. Pero es Navidad, y se levanta un poco la mano, y se hacen excepciones y hasta pequeños excesos que son la sal de la vida. O el azúcar.
Y ya que es un hecho, el de la necesidad de compartir y de disfrutar de la comida en estas fechas, es justo entonces tener un recuerdo con las religiosas de los monasterios de clausura de nuestra diócesis, que trabajan en sus obradores para poder ofrecer sus dulces y pastas, con una calidad excepcional, y que además intentan recuperarse del golpe que supuso para la mayoría no poder vender desde sus tornos debido al confinamiento.
Es el caso de las Clarisas de Villaviciosa, donde la madre Abadesa, M.ª Luisa Picado, reconoce que trabajan de manera continuada para poder tener siempre productos y que la gente que acude, pueda llevarse lo que desean. “Nos interesa tener y así complacer a las personas que vienen. Además, toda esta época de la pandemia fue económicamente muy dura para los pequeños negocios como el nuestro, ya que no había ventas”. En el monasterio hay ocho religiosas, de las que dos trabajan de manera continuada en el obrador, aunque reciben apoyo en épocas fuertes, como esta de Navidad. Unas fechas en las que además ofrecen dulces especiales, como un árbol de Navidad hecho de galleta, o la novedad de este año, un “osito de Navidad, de mazapán, muy simpático que les gusta mucho a los niños”, explica la madre abadesa, junto con turrones o cajas con surtido navideño. Además, en Villaviciosa estos días la gente hace la “Ruta de los Belenes”, y el monasterio es una parada obligatoria, lo que ayuda a que las ventas se intensifiquen.
En general, la Navidad es una época fuerte de venta para todos los monasterios, que aprovechan para sacar también productos especiales, como los “Periquitos”, de las Benedictinas de San Pelayo, en Oviedo. Unos dulces en forma de “O”, haciendo alusión a las antífonas que se rezan en estos días de Adviento. Se elaboran exclusivamente en el mes de diciembre, aunque últimamente también han innovado con las Conchas, en referencia al Camino de Santiago, o unas Rosquillas en forma de O, de Oviedo.
“En Navidad tenemos por lo general más ventas –explica Sor M.ª Ángeles Villena–, hay empresas que hacen regalos a sus clientes y trabajadores y nos hacen encargos de nuestros productos”. Por eso, la labor se intensifica, aunque todas, en la medida de sus posibilidades, se implican en el trabajo. Unas siete religiosas están en el obrador de continuo, otras en las porterías, otras vendiendo, trabajando en la administración, o en las labores de empaquetado y diseño de cajas. “Vivimos del obrador y de la hospedería, ya que hay que mantener muchas cosas en la casa, desde los tejados hasta los gastos habituales de alimentación, combustible y todo lo que genera el edificio y la comunidad”, explica.
El sustento de la comunidad es la clave para que otros monasterios en los que hasta ahora no se trabajaban los dulces, de un tiempo a esta parte, se hayan lanzado a ello, como sucede con el Monasterio de la Visitación (Salesas), en Oviedo, donde desde hace poco más de un año se elaboran pastas de té, rosquillas de chocolate y naranja, o magdalenas y bizcochos por encargo. Esta labor se une a la de la lavandería y plancha para ropa de hogar, y poco a poco van siendo más conocidas y la gente acude a comprarles dulces.
En situación parecida se encuentran las Agustinas Recoletas de Oviedo, también situadas en la Avenida de los Monumentos, donde la Priora, Madre Laura Márquez Tello, cuenta que su huerta es la que provee de materia prima para sus mermeladas (cada vez más famosas), elaboradas con sus propias manzanas, kiwis o higos, y también para los polvorones de cada Navidad, que están hechos con las nueces y las avellanas que ellas mismas recolectan. Con razón la gente les dice “este sabor no lo encontramos en ningún otro sitio”. “Tuvimos que comprar un horno para hornearlos, y también una cocina de gas de mucha capacidad para las mermeladas, así como ollas más grandes, tarros y empaquetado. Es una inversión, pero vamos aprendiendo y queremos ampliar nuestro surtido –afirma–. De hecho, las hermanas han ido a monasterios de Andalucía donde se elaboran dulces muy ricos para formarse y así poder traer aquí novedades”.
Y mientras unas se forman y aprenden, en otros monasterios llevan más de cuarenta años elaborando pastas y dulces para endulzar el paladar de los ovetenses. Es el caso de las Carmelitas Descalzas de Oviedo. Allí elaboran pastas, casadielles, “Teresinas”, tartas y bizcochos. Pero en Navidad, además, hacen alfajores, “un tipo de dulce con mucho fruto seco –almendra, avellana, nuez, miel y naranja– con chocolate por encima. Los elaboramos entre diciembre y enero”. Son dieciséis religiosas, de las que al menos ocho trabajan en el obrador, aunque reciben ayuda de las demás en estos tiempos fuertes de trabajo.
El tener tanta experiencia y tantos años de elaboración a sus espaldas, tiene la ventaja de que sus dulces se venden en muchas tiendas de barrio. Eso les ayudó a paliar algo los efectos negativos de la pandemia, ya que la venta desde el torno estuvo cerrada durante meses.