Una «alegría inmensa» en la Catedral

Publicado el 22/05/2023
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Una «alegría inmensa» en la Catedral

Este sábado, 20 de mayo, se dieron cita en la Catedral de Oviedo a las seis de la tarde algo más de 230 adultos para recibir alguno de los sacramentos de la iniciación cristiana, la mayor parte, la Confirmación, aunque también hubo bautismos y primeras comuniones. El templo se encontraba a rebosar de asistentes a la celebración, que presidió el Arzobispo de Oviedo Mons. Jesús Sanz Montes, acompañado por el Vicario General de la diócesis, D. Jorge Juan Fernández Sangrador; el Vicario de Pastoral, D. Antonio Vázquez; el Vicario Episcopal de Avilés-Occidente, D. Jesús Emilio Menéndez Menéndez y el Vicario Episcopal para el Real Sitio de Covadonga y otros santuarios diocesanos, D. Adolfo Mariño Gutiérrez.

Nada más comenzar su homilía, Mons. Sanz Montes quiso recordar a Alexandra y Anastasia, las dos niñas gemelas que cayeron desde un sexto piso en Oviedo, un terrible hecho que calificó como «un vuelo contrario a la esperanza» y que «nos señala a toda la sociedad que tal vez algo no estamos haciendo bien, cuando los más pequeños o los jóvenes no encuentran salida».

Acerca de la celebración, el Arzobispo de Oviedo no ocultó su «alegría inmensa», que «presta contar sin ninguna pretensión, sino para que demos gracias y para que digamos que dios sigue vivo, y que llega a su manera a tantos». «El comienzo real de una vida renovada –dijo–, un regalo multicolor, variopinto, por el que más de 230 hermanos, esta tarde vosotros y la gente que más os quiere, estáis llenando nuestra Catedral de Oviedo. Yo con vosotros doy gracias, por vosotros pido gracia, para que sepamos acompañaros, acogeros en el abrazo de la fe. Y para que después sigáis viviendo cada uno donde está en lo que cotidianamente hace, siendo testigos de Jesús resucitado, de la Iglesia que con vosotros crece en hermanos».

Y a los asistentes les recordó que «el trabajo que han hecho con vosotros es un trabajo inacabado. No porque esté mal hecho, sino que vosotros, bendecidos por los sacramentos de la iniciación cristiana, continuáis vuestra formación también de otro modo. No dejéis de frecuentar la comunidad, de santificar cada domingo y las fiestas, de acercaros a los sacramentos que limpian nuestros pecados como la confesión, que pueden fortalecer nuestra debilidad, como la unión de enfermos, y que nutren el hambre y la necesidad del corazón, como la santa Eucaristía. Os incorporáis a un pueblo que tiene historia, a un pueblo que saber decir quién es su familia, a un pueblo del cual formáis parte con todo derecho y con la dulce obligación de caminar junto a Él como auténticos cristianos».

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