Santa Teresa, una mujer universal

Publicado el 14/10/2022
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Santa Teresa, una mujer universal

Ana Menéndez, filóloga, pronunció el pasado 6 de octubre en la Basílica del Sagrado Corazón (Gijón) la charla “Santa Teresa, maestra y escritora”

 

Santa Teresa destacó en muchas facetas, religiosa, escritora, fundadora, mística… Si personalmente tubiera que escoger una ¿cuál sería?

Yo creo que toda su trayectoria vital es impresionante, pero si tuviera que quedarme con algo sería su autoridad de obra, que son sus fundaciones, y su autoridad de palabra, que son sus escritos.

¿Cómo pudo ser que, siendo mujer y hace cinco siglos, pudiera hacer todo lo que hizo y no solo eso, sino ser reconocida y hasta proclamada la primera doctora de la Iglesia? 

Con muchas dificultades porque hay que enmarcarlo todo en la época en la que le toca vivir. Una época muy convulsa y con muchos problemas, también dentro de la Iglesia. En aquellos momentos había otros reformadores: San Ignacio de Loyola o el propio Cardenal Cisneros, pero Teresa tenía el inconveniente además de ser mujer. En el contexto que le tocó vivir a las mujeres se les reservaba únicamente la oración vocal, no mental. A ello se le añadía el tema de los “iluminados”, con lo que se estaba en riesgo de parecer uno. Teresa siempre estuvo bajo vigilancia, con el censor, que siempre le leía sus obras. Pero logró escribir y enseñar a sus hijas, a sus monjas, con una estrategia: disfrazando ese conocimiento que ella tenía como una charla femenina, con fragilidad, con candidez.  Se refería a sí misma “tan ruin, tan flaca”, pero eran estrategias que logró poner en práctica para eludir la vigilancia de sus censores y también diciendo que todo aquello lo que pudiera hacer de calidad era Dios quien se lo inspiraba.

Por otro lado, era una mujer consciente de la valía de su obra. Lo que pasa es que no le quedaba más remedio que disfrazarlo un poco para que pudiera llegar a sus destinatarios.

Es difícil explicar con los ojos del siglo XXI su lado místico.

Sí, es muy complicado porque no se debe siquiera mirar con ojos de hoy los hechos de ayer. Pero hay que tener en cuenta las circunstancias. 

La oración en tiempo de Santa Teresa era una oración vocal que se hacía por los benefactores. Era muy fácil que las familias nobles y poderosas financiaran una capellanía, y así pedían oraciones por sus miembros. 

En el momento en que aparece la oración mental, moderna, a las mujeres se les aparta de esa práctica porque se decía que “les podían venir ilusiones”. Había habido ya problemas en este sentido, y las autoridades estaban muy al tanto de todas estas cosas.

Para Teresa todo esto fue muy difícil, teniendo en cuenta ese misticismo que siempre le rodeó, que ella misma describía en sus obras, que no siempre era bien entendido y que le trajo muchas incomprensiones.

Pero llega a establecer que todas sus monjas tienen que tener un espacio y un momento para la oración mental, para que no todo sea un hecho repetido, sino que tienen que tener ese espacio y ese momento, y así lo plasma en sus Constituciones. También, que lean y que todas puedan acceder a los libros. Para ella era muy importante esa preparación. Y todo esto pudo sortearlo, no sin dificultad porque tuvo sus encuentros con la Inquisición, incluso después de la fundación de Sevilla fueron denunciadas y tuvo que recurrir a personas que conocía para librarse, porque se trataba de acusaciones muy fuertes. 

¿Qué más novedades introdujo?

Más que introducir novedades, pienso que quiso corregir aquellas mitigaciones que habían hecho que la primitiva regla del Carmelo se perdiera. Hay que tener en cuenta que la vida en los conventos, cuando ella ingresa, en el convento de la Encarnación de Ávila había unas 200 personas, entre monjas, sirvientas y familia, porque el status que se tenía fuera se conservaba dentro. Su deseo es volver a la regla primitiva: vivirían enclaustradas, no se preguntaría por la limpieza de sangre, vivirían de su trabajo y no habría patrocinios exteriores. Con ello quiere librarse de la influencia y del control de los poderosos. No fue fácil. No logró librarse del control de la rama masculina de los descalzos hasta prácticamente un año antes de su muerte.

¿Cómo es su faceta de escritora? 

Fue consciente de que sus obras tenían valor. En una carta, dice que no pensaba que “El libro de la vida” le había de salir tan bueno. Es más, como el destinatario de sus escritos, el primero era el censor, el confesor, ella como estrategia le decía “corrija usted si bien le parece”. Luego sabemos que en realidad le parecía muy mal cuando le corregían y que volvía a poner de su mano todo lo que le habían quitado.

Todos conocemos “La vida”, “Las Moradas”… pero yo destacaría sus cartas. Ahí se siente un poco más libre. Es verdad que se conservan muy pocas. Es verdad también que después de su canonización se le tejió un halo hagiográfico tan grande que ahora hay que buscar a la Teresa escritora porque quedó tan inmersa en ese halo de santidad que hemos perdido a la escritora. Ya hace algunos años, yo creo que el primero aquí en España fue Víctor García de la Concha, se habla de ella ya con un estilo propio, y de la dificultad que tuvo para poder llegar a sus experiencias místicas en un lenguaje llano y que llegara a todos. 

Fue una mujer muy valiente porque escribió una glosa libre al Cantar de los Cantares, algo impensable en aquella época. Y ella lo escribió, le mandaron destruirlo pero ella había hecho más de una copia, por lo que ha podido llegar a nuestros días. Ahí se destaca su faceta de maestra, porque ella quería enseñarles a sus hermanas, algo en aquel momento las mujeres no podían hacer.

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