Este domingo, a las seis de la tarde, se ordenarán cinco sacerdotes y un diácono
Este domingo 9 de junio, coincidiendo con la solemnidad de Pentecostés, la Iglesia asturiana vivirá un momento muy importante y feliz con la ordenación de cinco diáconos y un seminarista. Miguel Ángel Bueno, del Seminario Metropolitano; Diego Fernando Cruz, del Redemptoris Mater; y Sebastián Hugo Castelli, Hermes Osorio y Michel Pablo Valverde, de la asociación de fieles Lumen Dei se ordenarán sacerdotes, mientras que Miguel Vilariño, del Seminario Metropolitano, hará lo propio como diácono.
Este último junto con Miguel Ángel y Diego relatan a Esta Hora cómo viven este momento tan significativo, que tendrá lugar a las seis de la tarde en la Catedral de Oviedo, y el ánimo con el que afrontan este nuevo paso en el camino de su vocación.
Hace un año, más o menos por estas mismas fechas, Miguel Ángel contaba los días que le quedaban para convertirse en diácono, y ahora echando la vista atrás relata que estos meses “me han pasado volando. Este año te reafirma y te confirma, por los diferentes signos o certezas, que estás en el buen camino que no es otro que hacer la voluntad de Dios en tu vida”. En su caso, el destino como diácono lo llevó a las Peñamelleras junto con un sacerdote recién ordenado, Ángel Vilaboa: “Comenzamos con mucha ilusión el año y con el párroco pude desarrollar todas las labores propias del diácono como la liturgia de la palabra, la comunión de los enfermos y también acompañar al sacerdote en el inicio de su vida sacerdotal en una zona que él tampoco conocía”. Una labor en la que “todo es muy novedoso”, cuenta, “sales del Seminario con mucha formación y ganas, y al principio crees que sabes, pero vas aprendiendo poco a poco. La Iglesia te acompaña en todo momento, a nivel humano y también teniendo como ejemplo a los santos que te ayudan como modelo para el servicio y el encuentro con tus hermanos”. Una vez superados los lógicos nervios iniciales de situarse ante una comunidad Miguel Ángel, lo tiene claro: “Soy feliz, y el paso de la ordenación lo vivo con mucha alegría e ilusión, donde la Iglesia disponga mi destino daré todo como sacerdote”.
Por lo pronto el día 16 de junio, a las seis de la tarde, en la iglesia de San Miguel de Hontoria (Llanes) lo espera su pueblo natal para festejar juntos su ordenación. Los feligreses se han volcado con la celebración de su primera misa y para Miguel Ángel estas muestras de afecto y de alegría “son un reflejo de lo que la Iglesia ama a los sacerdotes, la forma en la que se prepara este tipo de celebraciones y se desvive por los sacerdotes muestra cómo los quiere y los necesita, que es en resumidas cuentas la necesidad de Jesucristo. Se van a unir muchas personas porque don Domingo, que es el párroco, se ha encargado de comentarlo y lo viven con mucha ilusión. Yo también tengo muchas ganas ya de celebrar, si Dios quiere, la primera misa en mi parroquia de nacimiento de bautismo y confirmación”.
En el caso de Diego el año de su diaconado trascurrió en el Asilo de Luarca. La experiencia allí le ha dado la oportunidad “de ejercer la virtud del diaconado: enfermos, caridad y liturgia. Lo que más me ha conmovido es la cercanía de la gente mayor y de todos los que ayudan en el asilo: son estupendos, buenas personas y velan por los ancianos. De estos últimos lo que más me ha llamado la atención es su necesidad de comulgar y de escucha”. En estos meses también se ha ocupado de las labores de Cáritas siempre con una idea clara de reforzar “no solo la ayuda material porque la caridad no pasa solo por el dinero, sino que debe anunciar a Jesucristo”. Una idea que nace de alguna manera de su experiencia personal: “Lo tengo muy claro porque vengo del ateísmo y me encontré con Jesús a través del Camino Neocatecumenal y he aprendido a amar a mi Iglesia y a donarme totalmente. Se lo decía al señor Arzobispo hace unos días, que toda mi vida he hecho mi voluntad y me he sentido trista haciéndolo así, pero cuando he entrado en la obediencia es cuando logrado sentirme contento y he sido muy feliz, con mis caídas y levantadas”. Así ahora se prepara para iniciar una nueva etapa confiado y con mucha ganas, “con lo que Dios quiera para mí el domingo y contento con el sitio al que me envíe, si ya he salido de El Salvador…”. Y es que Diego se fue de su país natal para llegar a una Asturias en la que se siente “muy acogido. Lo que más me ha costado es el clima, todos los asturianos me dicen que la lluvia tiene que ser para que esté verde, pero yo decía mi país es verde y no llueve tanto”, explica entre risas y muestra que ya ha disfrutado de la hospitalidad asturiana, “las personas son muy cercanas en un momento dado son muy reticentes, cuidadosas, pero cuando se abren lo hacen completamente. Me decía un sacerdote que un signo muy importante para descubrir cómo sabes que estás llegando a la familia es cuando el domingo te llevan huevos, carne, un bocadilos, sin necesidad de preguntarte sino porque se sienten contentos compartiendo eso contigo y te llevan parte de ellos”. Su primera misa será precisamente en Luarca, en el Hospital Asilo, el domingo 28 de julio a las cinco de la tarde.
Miguel, ovetense, es el seminarista que este año será ordenado diácono, un paso que vive con “muchos nervios y agradecimiento a Dios y al Seminario, y también mucha ilusión y vigilancia a ver qué es lo que pasa ahora”. Este es un paso muy significativo en una vocación que él define como “no muy extraordinaria”, pero que sin embargo tiene también gran parte de valentía para iniciar un camino que no es convencional. “Me vinculé a la parroquia de San Pablo de la Argañosa y gracias a los catequistas y al párroco me fui encontrando con Dios. De pequeño también en la Escolanía, puede que el Señor ahí haya sembrado algo, y cuando me decían alguna vez si querría ser sacerdote yo decía que sí, pero a medida que fui creciendo dejé de planteármelo o no le di esa respuesta a Dios”, relata, “me faltaba algo y empezó esa cosa de ir al Seminario. No estaba tranquilo y en la oración y en el Evangelio diario el Señor me iba hablando, pero yo tenía miedo a decidir, a lo que pensaría la gente de mí, mi familia, mis amigos”. El paso definitivo llegó acudiendo al Seminario para poder hablar de sus inquietudes con los formadores: “No me arrepiento. Doy muchas gracias a Dios y a la Iglesia por haberme brindado esa oportunidad porque no solo eres tú sino que tu vocación también está contrastada con la Iglesia y guiada por ella. Uno no entra al Seminario pasan seis años y como una varita mágica sale un santo, es un crecimiento que dura toda la vida. Estos años que he estado en el Seminario, con mis dificultades y mis gracias, creo que estoy haciendo la voluntad de Dios”. En este camino es muy importante también la comunidad que se crea con el resto de compañeros de estudios y del día a día: “Es una dimensión que hay que trabajar dentro de la formación que requiere el Seminario, y es clave. No es lo mismo estar en casa que pasar a una comunidad con gente que no conoces, pero nos une algo muy importante que es Cristo y, también con nuestras dificultades, son muchos años viviendo juntos que te hacen como hermanos. Te ayuda a vivir y a madurar tu vocación, y además el hermano también ve cosas que te pueden servir de guía”.
Un testimonio que puede ayudar a quien también esté en un proceso de discernimiento: “El primer paso es ir a hablar con el párroco y seguro que él le ayudará, pero sobre todo que no tenga miedos. Es fácil decirlo, pero cuesta. Y hay que pasar de lo que puedan decirte: si es la voluntad de Dios y te va a hacer feliz, adelante”.