“El punto de partida de una aventura apasionante”

Publicado el 26/05/2023
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“El punto de partida de una aventura apasionante”

 

«Este curso ha sido un regalazo”. Así se expresa Jhon Steven Rivas Betancurt cuando habla sobre estos los últimos meses, donde ha colaborado como diácono en la UP de San Martín de la Carrera, llevando a cabo celebraciones de la Palabra, celebrando bautismos, bodas y en el despacho parroquial, “intentando aprender cómo se hace un expediente matrimonial o una partida de bautismo, por ejemplo”. Una experiencia, la de Steven, que resume como “preciosa, con gente muy acogedora, generosa y dispuesta a todo”. 

Él es uno de los seis diáconos que este domingo serán ordenados presbíteros en una celebración que tendrá lugar a las seis de la tarde, presidida por el Arzobispo de Oviedo, Mons. Jesús Sanz Montes. 

En el caso de Steven, fueron varias las personas que influyeron en el camino de su vocación. Él mismo explica que ya con 7 años, en su Colombia natal, el sacerdote que le dio su Primera Comunión le marcó, “simplemente por su forma de ser, porque realmente no hablé mucho con él”. Poco después, aún siendo un niño, llegó a Asturias, concretamente a Gijón, y durante su formación en el Colegio Virgen Reina las religiosas Madres de los Desamparados fueron también una gran influencia: “su energía, su pasión por seguir a Cristo, me contagió también”, afirma. Y definitiva fue su relación con el sacerdote D. Adolfo Mariño, quien le ha acompañado, siendo entonces párroco de San José, desde bien pequeño, hasta este momento. “Esa semilla que tenía en mi interior fue creciendo a medida que me iban acompañando. Esa alegría suya, esa ilusión, esa fuerza de Dios me contagiaba y yo también la quería para mí, afirma, de la misma manera que habla con cariño de D. Diego, su anterior formador del Seminario, o de D. Jaime, “mi padre espiritual”. “Son muchas las personas que el Señor ha ido poniendo en mi camino, todas ellas han depositado en mí un regalo que no me caben tantos dones en las manos, que llevo conmigo para empezar esta aventura. Porque la ordenación no es el final de una etapa, sino el punto de partida de una aventura apasionante, que es ser sacerdote”.

 “A los madrileños nos gusta mucho Asturias”, explica José Javier Alumbreros López, un joven de “33 primaveras” como él dice, nacido en Alcalá de Henares. En aquella diócesis realizó todos sus estudios eclesiásticos en su día, pero “llegando al final, necesité un poco de tiempo, de distanciamiento y de discernimiento, y decidí venir aquí a trabajar”. Como a Steven, fue otro sacerdote, en este caso D. Alberto Reigada, párroco de San Francisco Javier de La Tenderina quien, al ver que acudía a diario a misa, acabó haciendo amistad con él y ayudándole en el proceso. “Desde entonces he ido caminando, formándome y preparándome para este gran paso que, si Dios quiere, el domingo daré”. Su vocación no fue precisamente temprana. “Mi familia es cristiana, tengo un tío sacerdote, alguna tía religiosa, pero no me planteaba el sacerdocio de pequeño”, explica. “Siempre he sido muy activo, he hecho muchas cosas, he estado muy vinculado a mi parroquia, al grupo de jóvenes, iba a campamentos, colaboraba en Radio María, tenía grupos de música y tenía montada mi vida según mis gustos, aunque sin apartarme nunca del Señor”. 

Todo cambió cuando un amigo ingresó en el Seminario y él mismo se planteó si no sería también él feliz como sacerdote. “A partir de aquel momento –dice–, empecé a iri a misa a diario, a rezar el rosario, y me di cuenta de que mi vida era muy chula, con mi carrera –realizó Ciencias del Deporte–, la novia, la música, pero veía que eso no me hacía del todo feliz. Así que di el paso, lo dejé todo para entrar en el Seminario”. 

Su año de diaconado lo ha vivido en el Santuario de Covadonga, ocupándose, entre otras cosas, de las redes sociales, donde ha puesto en marcha este curso el nuevo perfil de Instagram (hasta ahora el Santuario estaba en Facebook, con gran seguimiento), y donde, en tan solo unos meses, partiendo de cero ha logrado más de seis mil seguidores. Considera que estar en el Santuario de Covadonga ha sido “una bendición y una gracia enorme”, donde destaca en primer lugar “la fraternidad sacerdotal”, pero también la convivencia con las comunidades de religiosas, el acompañamiento a la Escolanía, y especialmente la acogida de grupos: colegios, institutos, excursiones, “es muy bonito encontrarte y ayudar a la gente que viene a Covadonga y busca una palabra de acogida, de aliento, que les lleve al Señor y a la Virgen, Ha sido un año muy bonito de encontrarse con muchos peregrinos que tienen sed de Dios”.

Andrés Camilo Cardozo Polanía tiene 31 años y es natural de Colombia. Alli estudió Informática y Filosofía, y llegó a Asturias por su relación con la asociación Lumen Dei. “Para mí Lumen Dei ha sido el puente que ha unido los dos mundos, Colombia y España, para traerme donde Dios hasta ahora veo que me quiere tener y me necesita”. Después de un año y medio de discernimiento en Lumen Dei, vio claro que lo suyo no era la vida en comunidad religiosa y quiso hablar con el Arzobispo Mons. Jesús Sanz, en calidad de Comisario Pontificio de la institución. Fue él quien le dijo que tenía las puertas abiertas para quedarse en la diócesis, decisión que tomó después de un tiempo de discernimiento y oración. Ahora, se encuentra en un momento de “nervios y alegría al mismo tiempo”. “Espero en Dios –afirma–, me acojo a Él y pienso que si Él me quiere para esto, me conoce bien y sabe de qué barro estoy hecho, espero que me dé la gracia para afrontar lo que Él decida por medio de la Iglesia”.

Con la misma confianza se enfrenta a su ordenación el que, junto con Steven, será el sacerdote más joven de la diócesis una vez ordenado, con tan solo 25 años, Jesús del Riego Ruiz. “Tengo mucha confianza en Dios”, explica el joven ovetense de la parroquia de San Francisco Javier de La Tenderina, consciente de que se encuentra ante el momento de la “entrega definitiva para poder servir a Dios y a la Iglesia por medio del sacerdocio. Vivo este momento –reconoce–, sabiendo mi debilidad, sabiendo también las virtudes que Dios me dio y sobre todo poniéndome en sus manos para sea Él el que, a través de mí, haga el trabajo”. La noticia de que se planteaba ir al Seminario una vez que terminara los estudios de Bachillerato fue recibida con desigual reconocimiento. “Siempre está la gente, sobre todo de la parroquia, que en cuanto oyen que te vas al Seminario en seguida te apoyan o incluso te presionan para que tomes cuanto antes esa decisión; y luego está la otra opinión, que quizá tiene más apariencia de sensatez, de aquellas personas que te dicen que esperes, que estudies una carrera antes. Realmente la decisión la tiene que tomar solo uno, en la oración, y con un buen acompañamiento”, afirma.

El más veterano de todos los diáconos que se ordenarán este domingo es José María Sauras Vásquez. Su historia es particular y diferente a la del resto, puesto que se trata de un hombre de 72 años, diácono permanente desde hace cinco, viudo, padre de tres hijos y abuelo de dos nietas. 

Jubilado de la Policía Nacional, Licenciado en la segunda promoción de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid, estando su mujer en el lecho de muerte, recién fallecida, le vino a la cabeza la idea: “ahora puedes ordenarte como sacerdote”. “Aquello me enfadó muchísimo, me sentí fatal, con mi mujer recién fallecida y yo con aquellos pensamientos”, afirma. “Quise quitármelo de la cabeza durante un tiempo, pero los pensamientos continuaban, hasta el punto de que hablé con algunos sacerdotes, y estos me animaron a contárselo al Arzobispo. Así lo hice, convencido de que, por mi edad, me diría que no. Pero resulta que me dijo que sí, y aquí estoy, dispuesto a ordenarme sacerdote junto con estos hombres maravillosos que tengo aquí como compañeros, como amigos y como hermanos”.

Una decisión en la que ha recibido todo el apoyo de sus hijos, consciente de que tiene una edad considerable, pero también de que puede aportar a su labor una visión singular como esposo, como padre, como abuelo. Y sobre todo, lleno de ilusión: “muy feliz, tan feliz como nunca creí que fuera a volver a estarlo, pero lo estoy”, y también “con mucho miedo de defraudar a nadie”. Pero “Dios no se equivoca nunca, nos equivocamos nosotros, de manera que intentaré equivocarme lo menos posible para que Dios acierte plenamente”.

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