Otros genocidios: niños del mundo, santos inocentes

Publicado el 27/12/2018
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Otros genocidios: niños del mundo, santos inocentes

Escribe Ángel Prieto, Psiquiatra

A finales del pasado siglo, con el caso de Pinochet, la atención del mundo occidental volvió a centrarse en el interés por hacer valer los derechos humanos.  Y no cabe duda de que aquellos hechos sirvieron para advertir cómo los dirigentes tuvieron que aplicar criterios éticos que hasta aquel momento la mayoría olvidaba. Fue muy positivo y se puede esperar que se vayan articulando medidas cada vez más eficaces para hacer justicia y, sobre todo, para hacer valer los derechos humanos en todas las circunstancias y latitudes.

Pero no sólo hay genocidios políticos contra socialistas, comunistas y gente de izquierdas en general. Los hay de otros colores, no hay más que leer una serie de trabajos históricos publicados en Francia –y muy poco divulgados–, que cifran las víctimas de Stalin y todos los regímenes totalitarios comunistas, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial hasta nuestros días, en unos ¡100 millones de personas¡ Ni siquiera sólo hay genocidios políticos y religiosos o étnicos –recordemos las matanzas de hutus y tutsis en Ruanda y Burundi, por sólo citar un ejemplo de aquellos años– los hay de otra naturaleza. Existen miles y millones de muertes, vejaciones, violaciones, mutilaciones y otros horrores que tienen por víctimas a personas que ni siquiera han llegado a poder ser demócratas, ni azules, ni rojos, ni cristianos, ni bajos, ni negros…Son personas muy frágiles y tan personas como las demás. Son millones de niños que, en muchas geografías y en muchas historias de nuestro amplio y complejo mundo, sufren más todavía porque son más débiles.

No podemos olvidar que la guerra en países como Somalia mató de hambre a más del 75% de los niños. Ni la Guerra de los Balcanes, en Sarajevo, con aquel slogan:  “Para  acabar  con  las  ratas,  hay  que  matar  antes  a  las  ratitas”,  como consigna de francotiradores. Ni los miles de niños cojos o mancos por minas de guerra, de las que quedaron más de 100 millones instaladas. Ni el trabajo esclavizante de menores, que se cifra en unos 150 millones en todo el mundo. Ni 50.000 niños que murieron durante la guerra de Irán contra Irak al ser utilizados como avanzadillas en los campos de minas. Ni los niños de la calle de las grandes ciudades sudamericanas, etc.

Se calculaba que unos 650.000 menores de 14 años padecían sida en el mundo, pues se puede decir que sólo en Filipinas hay más de 100.000 niños prostituidos, o que miles de niñas nepalíes son secuestradas o vendidas y acaban en los burdeles de la India. Y más cerca de nosotros se conocen negocios de turismo sexual con menores prostituidos, las redes de pederastia  y de pornografía y otras muestras del catálogo de abusos, como la utilización de chicos de la calle por las mafias rusas.

Queda mucho por hacer. Por fortuna se están dando muchos pasos en el último poco tiempo. Pero estos pasos hay que darlos en todas las direcciones, porque en todas partes los hombres son personas. Y los niños también, porque la dignidad del hombre no es cuestión de edad, ni de tamaño.

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