Queridos hermanos: paz y bien.
Cada día nos asomamos al conteo de un termómetro fatal, para ver cómo va lo de la pandemia que nos lleva asolando tantos meses. Gracias a Dios, parece que el final del túnel se vislumbra, y entre todos hemos logrado al menos neutralizar los efectos más devastadores que ha tenido el Covid, cobrándose muchas vidas y restándonos libertad.
Llega ahora el momento de ir escenificando la normalidad en nuestras relaciones, en nuestras celebraciones, en nuestros modos habituales de vida y convivencia que dábamos por supuesto y no dejaban de ser un regalo cotidiano, como esa gracia que por descontado damos al abrir los ojos y ver, o llenar los pulmones y respirar.
Ante los datos que tenemos y que nuestras autoridades sanitarias han ido señalando a partir del 10 de septiembre, me permito comunicar a los sacerdotes, diáconos y agentes de pastoral en todos nuestros terrenos de evangelización, lo siguiente a efectos de contar con unos criterios comunes para evitar agravios comparativos o una cierta confusión diversificada:
La comunidad cristiana cuenta con estos tres “termómetros” para medir la salud de nuestra vida: la liturgia, la catequesis y la caridad. Son tres ámbitos que se han visto severamente afectados por las medidas sanitarias y gubernamentales durante la pandemia. Llega el momento de retomar la vida y devolverle la normalidad de nuestra andadura cristiana y eclesial, pues ni la oración en su expresión litúrgica, ni la formación con sus dinámicas catequéticas, ni el testimonio de la caridad en todos sus rostros, pueden continuar confinados haciéndonos rehenes del miedo. Apliquemos con prudencia las indicaciones que se nos van brindando para seguir colaborando responsablemente en la neutralización del Covid, pero no paguemos el alto precio de vaciar hasta la nadería estos tres elementos que constituyen nuestra identidad cristiana: liturgia, catequesis y caridad.
Os deseo un curso lleno de ilusión con la bendición de Dios y de la Santina.
+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo