Hoy, 1 de enero y solemnidad de María Santísima, Madre de Dios, se celebra la Jornada Mundial de la Paz, con el lema “La cultura del cuidado como camino de paz”. En su mensaje, que hizo público el pasado 17 de diciembre, el Papa Francisco se dirige a los Jefes de Estado y de Gobierno, a los responsables de las Organizaciones internacionales, a los líderes espirituales y a los fieles de las diversas religiones, “y a los hombres y mujeres de buena voluntad”, y les recuerda lo que escribió en su última encíclica, Fratelli tutti: “En muchas partes del mundo se necesitan caminos de paz que lleven a la curación de las heridas, se necesitan artesanos de la paz dispuestos a iniciar procesos de curación y de encuentro renovado con ingenio y audacia”.
El Pontífice recuerda que el año 2020 se ha caracterizado por la gran crisis sanitaria del COVID-19, “que se ha convertido –afirma– en un fenómeno multisectorial y mundial, que agrava las crisis fuertemente interrelacionadas, como la climática, alimentaria, económica y migratoria, y causa grandes sufrimientos y penurias”, al tiempo que se acuerda “en primer lugar”, de aquellos que han “perdido un familiar o ser querido, pero también los que se han quedado sin trabajo”, y menciona también a los “médicos, enfermeros, farmacéuticos, investigadores, voluntarios, capellanes y personal de los hospitales y centros de salud, que se han esforzado y siguen haciéndolo, con gran dedicación y sacrificio, hasta el punto de que algunos de ellos han fallecido procurando estar cerca de los enfermos, aliviar su sufrimiento o salvar sus vidas”. Estos y otros eventos que “han marcado el camino de la humanidad en el último año nos enseñan –afirma el Papa Francisco– la importancia de hacernos cargo los unos de los otros y también de la creación, para construir una sociedad basada en relaciones de fraternidad”.
A lo largo de las ocho páginas de su mensaje en esta Jornada Mundial de la Paz número 54, el Papa Francisco defiende, entre otros asuntos, que “cada aspecto de la vida social, política y económica encuentra su realización cuando está al servicio del bien común” y por lo tanto “nuestros planes y esfuerzos siempre deben tener en cuenta sus efectos sobre toda la familia humana”, y además recuerda que “en una época dominada por la cultura del descarte, frente al agravamiento de las desigualdades dentro de las naciones y entre ellas, quisiera invitar a los responsables de las organizaciones internacionales y a los gobiernos (…) a dar un rumbo común al proceso de globalización, un rumbo realmente humano, que permitiría apreciar el valor y la dignidad de cada persona, actuar juntos y en solidaridad por el bien común, aliviando a los que sufren a causa de la pobreza, la enfermedad, la esclavitud y los confictos”.
Finalmente, el Papa Francisco reconoce que no habrá paz “sin cultura del cuidado”, como “compromiso común, solidario y participativo para proteger y promover la dignidad y el bien de todos, como una disposición al cuidado, a la atención, a la compasión, a la reconciliación y a la recuperación, al respeto y la aceptación mutuos”. Por ello, afirma el Pontífice “en este tiempo en el que la barca de la humanidad, sacudida por la tempestad de la crisis, avanza con dificultad en busca de un horizonte más tranquilo y sereno, el timón de la dignidad de la persona humana y la brújula de los principios sociales fundamentales pueden permitirnos navegar con un rumbo seguro y común. Como cristianos, fijemos nuestra mirada en la Virgen María, Estrella del Mar y Madre de la Esperanza”.