Mons. Sanz, en el Pregón de Semana Santa de Santander

Publicado el 21/03/2021
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Mons. Sanz, en el Pregón de Semana Santa de Santander

«Cambiará el envoltorio, pero no el misterio que celebramos», recordaba nuestro Arzobispo, Mons. Jesús Sanz, este sábado, 20 de marzo, en la Catedral de Santander, en el transcurso del Pregón de Semana Santa que pronunció, en un acto presidido por el Obispo de la diócesis, Mons. Manuel Sánchez Monje y organizado por la Junta General de Cofradías Penitenciales de Santander. Una invitación que ya tuvo lugar el pasado año, y que hubo de suspenderse a causa de la pandemia. Este año, cumpliendo todas las normativas de seguridad, se pudo finalmente llevar a cabo.

«La Semana Santa nos ha acompañado desde niños, como una cita misteriosa que nos encaraba con el Misterio grande de un Dios sufriente, un Dios vulnerable que nos dirá con la entrega de su vida lo que tantas veces había dicho con gestos y palabras. Faltaba esa escenificación final como quien pone una firma rubricada con sangre a cuanto verdaderamente hizo y dijo con amor cierto que era capaz de pagar un precio supremo, precio de muerte. Esto es lo que cuenta cada año la Semana Santa que me dispongo a pregonar aquí en Santander, en medio de la pandemia o de las pandemias varias, con la que está cayendo», afirmó allí Mons. Sanz. «Y si digo varias –puntualizó– es porque junto a la pandemia sanitaria que merma la salud con los contagios y siega vidas mal contadas, está también la pandemia política que ensaya un confinamiento de diseño para ir introduciendo leyes liberticidas que manipulan ideológicamente la educación, e imponen cauces matachines para una eutanasia sin debate y sin escucha de la sociedad civil a la que se niega la palabra. Está también la pandemia laboral en la que sectores de la población activa quedan al pairo del más devastador desamparo destruyendo puestos de trabajo, la viabilidad de empresas y de pequeños negocios. Esto origina no sólo la vulnerabilidad social de un pueblo confinado ideológicamente, sino la tristeza desesperada de tantas familias que ven caer lo que con tanto esfuerzo y generosidad habían ido construyendo a través del tiempo. Una sociedad empobrecida y sin trabajo es una sociedad manipulable desde un subsidio que la hace dependiente, convirtiendo en rehenes al dictado a quienes no pueden ni siquiera rechistar bajo las amenazas penalizadoras».

«Vengo con el deseo sincero de poder decirles algo que valga la pena. Pero diré antes que nada, que no vengo para pregonar una verdad que pudiera tener tan sólo mi medida, ni una belleza que sólo contase con la firma de mi ingenio, ni una bondad que sin más coincidiese con mi escasa virtud. La grandeza del pregón que quiero comunicar, consiste en que, si bien lo cantan mis labios, no me tiene a mí como autor, sino que me obliga a ser también yo oyente de una historia pregonada que coincide con la historia del mismo Dios. Ser pregonero de una Verdad, de una Belleza y una Bondad, que también se me dan a mí como gracia y como don, constituyéndome simplemente en su humilde vocero, es decir, en su portavoz», manifestó el Arzobispo de Oviedo ante los asistentes.

 

 

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