Las Primeras Comuniones de nuestras parroquias

Publicado el 30/05/2019
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Las Primeras Comuniones de nuestras parroquias

Escribe Manuel Alonso Martín, Delegado episcopal de Catequesis

En estos meses de mayo y junio son muchas las parroquias de nuestra diócesis que celebran las primeras comuniones de los más pequeños. Tras un periodo de tres años, muchos niños y niñas se han ido formando en las catequesis parroquiales y conociendo al Señor y a su Iglesia. El día de la Primera Comunión es especialmente alegre y así se vive en nuestras comunidades y familias, siendo un motivo de esperanza para todos. Los catecúmenos, en esta edad tan infantil, dan un paso en su fe y se preparan para continuar la iniciación cristiana unos años más tarde con el sacramento de la Confirmación.

Por otro lado somos conscientes de que muchos párrocos y catequistas se preguntan “¿ahora qué?”, cuando ven desfilar a los niños en la procesión de salida del templo. En muchas ocasiones celebramos la última comunión, no así la primera, con el desánimo que en tantos de nosotros puede causar que estos niños educados en la fe en nuestras parroquias  acaben desapareciendo de ellas.

Pueden ser muchas las causas de este hecho. Por un lado el factor familiar, pues sin duda ponemos mucho hincapié en la educación cristiana de los niños pero no siempre atendemos a la realidad social y familiar del catecúmeno. No deberíamos separar la realidad del niño de la de su entorno y familia. Tal vez ponemos mucha carne en el asador para acompañar al infante y poco esfuerzo en ser compañía de sus padres, sus abuelos y el resto del entorno familiar. La Iglesia, a mi juicio, se juega mucho en estar cercana a la familia, en acompañar a todos sus miembros y en dejarse interpelar por la necesidad que cada núcleo familiar nos puede demandar.

Hay otra cuestión no menos importante que la que acabo de mencionar, se trata de la desconexión entre fe y vida, quedando la primera reducida a una hora semanal, a un libro que pintar o unas nociones que aprender, y la vida real va por otro lado: los amigos, el estudio, el colegio, las aficiones, etc. Nuestro reto es educar el tiempo libre, el tiempo que es más mío y del que puedo disponer a mi antojo. Las cosas por las que apuesto en esos momentos son aquellas que considero realmente importantes para mí. Por esta razón, la evangelización del tiempo libre de niños y jóvenes, el acompañamiento de las familias, la oferta de propuestas verdaderamente humanas que no nos distraigan de las cosas sino que nos ayuden a vivirlas con mayor intensidad, son las tareas que permitirán a nuestras parroquias pasar de ser dispensadoras de sacramentos a comunidades vivas de cristianos adultos en la fe.

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