«La vocación, un don exigente»

Publicado el 09/05/2019
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«La vocación, un don exigente»

El Papa recuerda en la Exhortación Apostólica Postsinodal Christus Vivit: “Sin la sabiduría del discernimiento podemos convertirnos fácilmente en títeres a merced de las tendencias del momento” (CV 279).

En un mundo con tantas modas y con tanta oferta de saldo, en ocasiones resulta difícil pararse a discernir, o lo que es lo mismo, pararse a escuchar la voz de Dios que va poco a poco concretando su plan en mi vida y en la de los que me rodean. “Una expresión de discernimiento es el compromiso de reconocer la propia vocación. Es una tarea que requiere espacios de soledad y silencio, porque es una decisión muy personal que nadie más puede tomar en nuestro lugar” (CV 283). La vocación requiere de mimo, de cercanía con el Padre, de amarle y de sentirse amado por Él. Y para ello, es necesario hacer silencio, sentarse a solas con el Padre, contemplar de cerca su rostro y meditar e interiorizar su palabra. Sólo así seremos capaces de descubrir a que estamos llamados, cual es nuestra verdadera vocación: Al sacerdocio, a la vida consagrada, al laicado… “El don de la vocación será, sin duda, un don exigente. Los dones de Dios son interactivos, y para disfrutarlos hay que ponerse en juego, hay que arriesgarse” (CV 289). En mi caso, como laico, el Padre me hace una llamada clara a evangelizar el mundo en el que vivo: en el trabajo, en la familia, en la amistad, en la manera en la que consumo y trato a los demás, en el cuidado de la “casa común”, etc. En una sociedad como la nuestra altamente secularizada parece una tarea difícil, pero eso a su vez, hace más necesario nuestro testimonio y nuestro compromiso en medio de este mundo falto de esperanza. Ello implica, como dice el Papa Francisco, asumir riesgos que a menudo no estamos dispuestos a asumir, es entonces cuando nos entra ese miedo que paraliza y que trata de esconder la presencia de Dios. Ese miedo que también sufrieron los discípulos cuando vieron a Jesús acercarse caminando sobre las aguas y que él calmó diciéndoles: “Ánimo, soy yo, no tengáis miedo” porque, como recordamos en el tiempo pascual y como dice el nombre que da título a la Exhortación, “Cristo Vive” y lo hace todo nuevo.

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