La parroquia, lugar de acogida

Publicado el 23/12/2020
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La parroquia, lugar de acogida

Las parroquias son el lugar donde, en su mayoría, acuden las personas en situación de necesidad buscando una ayuda. Son, podría decirse, el centro de operaciones de Cáritas, desde donde, tras una acogida y una valoración de su situación, se les ofrece ayuda y se hace un acompañamiento, que muchas veces pasa también por derivarles a los diferentes programas especializados de la institución, donde se trabajará con ellos para mejorar sus condiciones, con el objetivo de que puedan volver a llevar una vida normalizada, integrados plenamente en la sociedad, en la medida de sus posibilidades.

En nuestra diócesis asturiana hay, en total, 149 Cáritas parroquiales, donde los voluntarios se organizan para llevar a cabo esta labor.

La pandemia provocada por el coronavirus, como en todos los ámbitos, también obligó a reestructurar la manera de trabajar de las Cáritas parroquiales, que, a pesar de las dificultades, nunca dejaron de funcionar, y que a día de hoy han asumido un modelo de trabajo particular, cumpliendo todas las normativas y que afronta la Navidad con la misma ilusión de siempre. Cada una, eso sí, desde sus características propias, pues la realidad rural no tiene nada que ver con la urbana.

En el caso de Cáritas de la UP de Pravia, su directora, Aurora García, recuerda cómo los primeros momentos de la pandemia les “descolocó totalmente”. “Teníamos una rutina muy establecida, y de repente nos metieron en casa”, explica. Sin embargo, pronto se pusieron a trabajar: “dentro de la mayor responsabilidad, aquellos voluntarios que no nos encontrábamos en los grupos de riesgo hicimos en primer lugar un equipo de apoyo para las personas mayores de la zona que quedaron confinadas. Les hacíamos recados sencillos, como la compra o ir a la farmacia”. Pero el caos, como en todos los órdenes de la vida en esos momentos, estaba servido: “Lo que organizábamos hoy, mañana no nos valía, y lo de mañana no valía para pasado. Nos teníamos que reinventar todos los días, y disminuyó la actividad, porque estábamos muy limitados. En Pravia somos un grupo muy unido –explica Aurora– con 25 voluntarios, y echamos mucho de menos el contacto entre nosotros”. Eso sí, no se ha suspendido la acogida porque, tal y como afirma su directora, “nos parece fundamental que las personas tengan la referencia de que estamos a su lado”, y es que “la gente, cuando tiene una necesidad, sigue yendo a la parroquia”.

Han tenido que cambiar de despacho, por uno más grande, para poder cumplir con las normativas sanitarias, y los voluntarios se organizan para acudir de uno en uno, o como mucho de dos en dos, pero la labor continúa, en medio de una situación que la propia Aurora juzga como “privilegiada”, porque, reconoce, “las asociaciones del pueblo, así como particulares, se han volcado con Cáritas, entendiendo que vivimos un momento excepcional y que se necesita ayuda”, y al mismo tiempo no han observado un aumento de casos nuevos procedentes de hostelería o comercio, mientras que sí han constatado un parón en el tema de la emigración, “gente que contaba con que les iban a ofrecer un permiso de residencia y se han quedado en tierra de nadie”.

Todo ello en unos momentos tan especiales como la Navidad, donde se echarán de menos las actividades “tan bonitas que hacíamos con los niños”, recuerda Aurora, y que han tenido que suspender por precaución.

El aumento de la generosidad es algo que también aprecian en Gijón, en la Cáritas de la parroquia de Nuestra Señora de Begoña, en pleno centro de la ciudad. A pesar de que la asistencia a las eucaristías ha disminuido, las personas continúan colaborando con Cáritas, conscientes del momento en que vivimos. Guillermo Rionda, responsable, opina que “da la sensación de que la gente ha tomado conciencia y notamos que ha aumentado la solidaridad. Aunque no vengan tanto a misa, dejan donativos en la parroquia y en la cuenta del banco”. Por eso, se sienten responsables de ofrecer periódicamente los datos económicos, los recursos con los que cuentan y hacia dónde se dirigen “para que la gente esté bien informada”, en una parroquia que ingresa más que gasta, lo que le permite colaborar con otras parroquias de la ciudad que cuentan con muy pocos recursos. “Existe un fondo –explica– que llamamos la comunidad cristiana de bienes, donde ponemos en común lo que tenemos”, y anima a colaborar a todo el mundo porque, dice “es tiempo de activar la caridad, tomar partido por los excluidos y vulnerables que están viviendo a nuestro lado situaciones de fragilidad y dolor. La fuerza y el poder de la comunidad parroquial seguro que les ayudará a salir de esta situación para construir entre todos espacios de esperanza y una sociedad más justa y más humana”.

En estos momentos la acogida continúa funcionando, mermada en voluntarios puesto que han tenido que pasar a la retaguardia aquellos que se encuentran en grupos de riesgo. “Pusimos un teléfono para ir dando citas, y así ir atendiéndolos cada media hora en un salón más grande en el que hay ventilación”, para cumplir con todas las medidas de seguridad. La parroquia tiene un concierto con un supermercado cercano y a las familias que lo necesitan les proporcionan un vale mensual “en función de su situación y número de miembros”. “Así les hacemos a ellos protagonistas y responsables de su compra”, y al igual sucede en Navidad, donde tradicionalmente aumentaban algo la cantidad del vale “para que puedan tener la opción de comprar alguna otra cosa extra, en estas fechas tan señaladas”. Este año, en cambio, “dada la situación tan complicada, les estamos dando algo menos pero al mismo tiempo les damos una pequeña cantidad de dinero en función del número de hijos que tienen, para que que compren algo para Reyes. Eso sí, les animamos a que no sea tanto un juguete, sino que, siendo conscientes de los momentos por los que estamos pasando, que sea algo que los niños necesitan”.

A diferencia de Pravia, en Gijón sí que han notado el incremento de familias españolas que están acudiendo a Cáritas: “gente procedente de la hostelería y autónomos”, indica, subrayando que han notado la diferencia porque hasta ahora era importante el número de personas que acudían de otros países, principalmente Venezuela y Colombia, muchos con formación y estudios pero con pocas probabilidades de obtener la ciudadanía o permisos de trabajo, incluso aunque denuncien haber huido de su país a causa de la persecución política. Una situación que, denuncia Guillermo “cada vez es más frecuente y más complicada de gestionar”.

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