«La literatura cristiana de los primeros siglos tiene una gran proyección personal y espiritual»

Publicado el 06/10/2023
Share on FacebookTweet about this on TwitterEmail this to someonePin on PinterestPrint this page
«La literatura cristiana de los primeros siglos tiene una gran proyección personal y espiritual»

Este lunes, 2 de octubre, ha dado comienzo el curso «La primera literatura cristiana», que se desarrolla en el Aula Magna de la Universidad de Oviedo, impartido por el Vicario General de la diócesis, el sacerdote D. Jorge Juan Fernández Sangrador. El curso, se desarrollará a lo largo de todos los lunes del mes de octubre, de 18 a 20 h. Así desgrana, en esta entrevista, las ideas principales acerca de los temas y el estilo de los primeros autores literarios cristianos.

¿De qué hablamos cuando hablamos de primera literatura cristiana?
Por primera literatura cristiana entendemos aquel conjunto de libros comprendidos entre el siglo I d.C. y el siglo VIII d.C. Se considera que el último de los escritores cristianos que pertenecen a este gran conjunto de obras literarias, que llamamos primitivas pero que se extienden por este período de ocho siglos, es San Juan Damasceno, en Oriente. En Occidente serían o bien San Isidoro de Sevilla –siglo VII–, o San Beda el Venerable –siglo VIII–.

¿Además de estos, qué autores podríamos destacar de este periodo?
Son muchísimos. Téngase en cuenta que el gran compendio de literatura de esta época tiene una extensión que es sumamente respetable. Los escritores de lengua griega se encuentran en 161 volúmenes, mientras que los que han escrito en lengua latina son 221 volúmenes. Cuando estamos hablando de literatura cristiana primitiva, estamos hablando de un conjunto muy importante de la literatura universal. Bien, es verdad que ha habido algunos que han sido especialmente significativos y por eso se ha reducido la clasificación, por ejemplo, a los cuatro autores más representativos de la literatura latina, que son San Ambrosio, San Agustín, San Jerónimo y San Gregorio Magno. De lengua griega los representantes principales serían San Atanasio, San Basilio, San Juan Crisóstomo y San Gregorio Nacianceno. Pero a estos podríamos añadir muchos más. Por ejemplo, yo siento especial predilección por San Ignacio de Antioquía o por San Ireneo de Lyon.

Es tanta la variedad que existe que los lectores pueden identificarse con uno u otro. Y cuando se lee la literatura cristiana en una facultad de Teología eclesiástica, el propósito que se persigue es, por ejemplo, que un estudiante –seminarista, estudiante de Teología– después de estudiar este conjunto de obras literarias se identifique con uno. Y esto es lo que hace que este tipo de literatura sea una literatura con una gran proyección personal y espiritual.

¿Y tienen características comunes, por ejemplo, en el estilo o en la temática? O son demasiados siglos como para confluir en estos aspectos.
Son demasiados siglos, sí. Pero claro, ¡hay una variedad tan grande! Incluso en ocasiones pueden encontrarse líneas de pensamiento contrapuestas. Por eso, para el estudio de la literatura cristiana hay que procurar leerla entera. En ese gran conjunto que tenemos, porque esa lectura es la que ofrece el verdadero conocimiento de lo que se pretende con este tipo de literatura, que es un mayor ahondamiento en los principios dogmáticos: en los principios de la fe, de la moral y de la vida cristiana. Hay escritores que se preocuparon de las cuestiones de tipo canónico, de construcción de la comunidad, otros han sido teólogos sobre la Santísima Trinidad, otros han sido grandes cristólogos, otros han sido grandes liturgistas. Existe una gran variedad y esto es lo que hace que sea un mundo apasionante el del conocimiento de la literatura cristiana primitiva.

¿Cómo ha influenciado esta primera literatura cristiana a autores posteriores? 
En la literatura cristiana y en la escritura cristiana no se puede prescindir nunca ni de la Biblia, ni de los Padres de la Iglesia, que son los grandes representantes de la literatura cristiana. Téngase en cuenta que a la literatura cristiana pertenece también la literatura apócrifa, no canónica, la poesía. Ha sido siempre una veta de inspiración para escritores posteriores, por supuesto los teólogos. Hay que volver siempre a los Padres de la Iglesia. No se puede perder esa referencia porque son los principales transmisores. Ellos representan lo más importante de la tradición cristiana. Desde el punto de vista biográfico hay personas que han tenido pues un gran interés literario, diría incluso que novelístico, como San Agustín. El conjunto de la vida de San Agustín resulta sumamente atractivo para el lector de hoy: su madre Santa Mónica, el itinerario de la fe, cómo fue buscando hasta encontrarse con la conversión en Italia… toda su vida. Resulta un personaje sumamente interesante. Pero existen también otros, por ejemplo, los monjes del desierto, san Antonio Abad, con el que se considera que empieza el monacato, al menos el monacato que conocemos por las fuentes literarias. También ya san Benito y otros, pero son personalidades que han tenido influjo en la literatura posterior porque no puede ser de otra manera. Son fuentes referenciales de primer orden.

Ha mencionado a San Agustín, tan conocido y con el que incluso muchos se llegan a sentir identificados. Si tuviera que recomendar alguna lectura para el «gran público» por así decir, no solo para teólogos o estudiantes. ¿Cuál sería?
Una vez me preguntaron en una entrevista qué obras de la tradición cristiana recomendaría a jóvenes. Coincidió con una Jornada Mundial de la Juventud, recuerdo. Y yo lo tengo claro. Las dos obras que hay que leer y que debe leer todo el mundo, una es La vida de Santa Teresa, que no pertenece a este estadio que nos ocupa en este momento. Pero la otra obra, de gran importancia y que todo el mundo ha de leer son las Confesiones de San Agustín. Son de un interés extraordinario, es la historia de un alma en búsqueda y por eso precisamente, por esta autenticidad que le adorna es por lo que resulta una lectura de sumo interés para todos los tiempos y todas las edades. Hay que leer las confesiones de San Agustín.

 

 

Para mejorar el servicio, utilizamos cookies propias y de terceros. Si sigues navegando, entendemos que aceptas su uso según nuestra política de cookies.

Más información sobre cookies