La importancia del «ministerio de la consolación»

Publicado el 13/04/2020
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La importancia del «ministerio de la consolación»

Las parroquias rurales, normalmente envejecidas y con recursos escasos, se vuelcan con los más necesitados, especialmente en estos días de emergencia sanitaria. Es el caso de Turón, cuyo párroco, Enrique Álvarez Moro, reconoce que la Iglesia en estos días «son las manos del Resucitado, para los que están hoy crucificados».

Así, además de la actividad litúrgica propia de estos días, que se ha compartido a través del perfil de Facebook de las parroquias del Valle de Turón, desde la parroquia se realiza una ronda diaria por teléfono a todas las personas que están solas en la zona, tanto las que acuden al proyecto Punto de Apoyo, como las que no. «Hay personas mayores que necesitan que les subamos una bombona de butano, o que les vayamos a la compra, por ejemplo. Yo me acerco, recojo la lista y después se la dejamos en la puerta», explica el párroco.

«También llevamos a las personas que lo necesitan hasta el HUCA, cuando tienen una consulta, o una prueba médica que no se les suspendió, como sucede con algunos enfermos oncológicos», dice. «Lo mismo sucede con algunas gestiones bancarias». Todo ello con personas que, en su mayoría, están solas, y otras, en menor medida, cuyos familiares viven en otras localidades y no tienen facilidad para acercarse.

Además, la cocina del párroco se ha convertido en un pequeño servicio de catering, y es que, tal y como reconoce «hago comida casera para llevar a personas que están enfermas, en su casa, sin familia la mayor parte de las veces y que no tienen fuerzas para cocinar. Si no lo hiciera, comerían siempre frío, de latas, y así nos aseguramos de que pueden comer caliente. Al menos en estos días, que no tengan esa penuria». Una labor que realiza semanalmente, con «comida fácilmente congelable, para que puedan ir sacando», explica.

Al acercarse hasta estos hogares, el párroco de Turón reconoce que, junto con los colaboradores de Cáritas en la parroquia, se encargan de mirar y hacer revisiones para ver si hay pobreza energética. «Aquí todavía hace frío, y aunque prometieron que no iba a haber cortes, alguna vez hemos tenido que llamar a las compañías eléctricas y del gas, pues ha habido complicaciones. También tuvimos que pagar recibos. Gracias a Dios las gestiones se solucionaron rápidamente y sin problemas».

En total, desde que comenzó la crisis sanitaria la parroquia ha comenzado a acompañar a unas treinta familias, con problemáticas de muy diversos tipos. «Siempre hay algún Lázaro al ras del camino pidiendo ayuda; gente que intuyes que, aunque no te la pide, la necesita, y otros que vienen encomendados por familiares o amigos», explica Álvarez Moro. «También me está sucediendo que hay quienes acuden a ti, desesperados, porque necesitan hablar con alguien y buscar un consuelo. Estos días estoy viendo lo importante que es el ministerio de la consolación, no solo dar de comer».

El párroco está convencido de que, después de la crisis, algo cambiará. «En todo esto que estamos viviendo, creo que las redes sociales y el acompañamiento humano y afectivo están ablandando corazones. Creo que al terminar todo será distinto, Dios va entrando por los afectos, y se vale también de eso para llegar a la gente».

 

 

 

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