La fiesta de Todos los Santos en los pueblos de Asturias

Publicado el 28/10/2022
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La fiesta de Todos los Santos en los pueblos de Asturias

Este año hemos pedido a tres curas jóvenes –que están ejerciendo su ministerio sacerdotal uno en el Centro, otro en el Oriente y otro en el Occidente de Asturias– que nos cuenten cómo se preparan  sus pueblos a vivir la solemnidad de Todos los Santos y la conmemoración de los Fieles Difuntos. Ángel Vilaboa, responsable de la Unidad Pastoral de Peñamellera, nos ha contado cómo “en los pueblos se guarda la memoria de los muchos matices que dan forma a una cultura. Es en su paisaje, su clima, sus labranzas donde se han ido forjando los peculiares caracteres de cada comunidad. En ellos se hunden las raíces de las historias de personas, familias y comunidades. Al llegar a una edad los jóvenes emigran a las ciudades en busca de oportunidades, pero hay una serie de fechas donde todos vuelven para recordar.” Es precisamente durante los días previos a la fiesta de Todos los Santos que “un goteo de gente se va acercando para limpiar capillas y tumbas, adornarlas con flores y rezar. En cada sepultura hay una historia llena de alegrías y tristezas. Vínculos que parecen pervivir a los límites del tiempo. En ellas hay amores eternos de esposos, lazos maternales irrompibles, amistades separadas por un abismo, dolores que han rasgado a más a una familia, y en la mayoría de los casos, la inexorable ley del paso del tiempo.”  Vilaboa concluye su testimonio afirmando que, “como sacerdote tratas de captar esos sentimientos en los rostros de los que se acercan, en sus gestos o en las conversaciones que surgen espontáneamente. Además, en cada cementerio hay un rincón donde descansan los santos inocentes.  Allí se acercan los niños de la catequesis a depositar una flor en recuerdo de esos ángeles que fugazmente han subido al cielo. En cada corazón hay un diálogo con el ser querido. Una fe se despierta, una esperanza se eleva. Y de su tensión se aprovecha Dios para provocar una música que hace bailar a los santos, conmover el corazón del que reza y a todos darnos una gracia que nos va convenciendo de que la muerte es un tránsito hacia algo más grande.” También Marcos Argüelles, responsable de la Unidad pastoral de Redes, da su testimonio, contando cómo en sus 14 parroquias, en la cuenca del Alto Nalón, “los preciosos paisajes con que la naturaleza nos deleita a lo largo de todo el año, en estos últimos días de octubre, se visten de color ocre y rojizo, como queriendo recordarnos que solo Dios es eterno y que el resto se muda y pasa. A medida que avanza el otoño, también va apareciendo sobre los prados la flor del azafrán silvestre. Su color morado, que la Iglesia usa en las celebraciones en sufragio de los difuntos. Damos gracias a Dios, pidiendo su intercesión, por nuestros hermanos que ya han alcanzado la meta, y para los que ofrecemos plegarias para los que están transitando hasta Él”, en este camino, el de la vida, que es la verdadera liturgia, en la que vida y muerte se entrecruzan, y la primera redime y rescata a la segunda, atravesándola y dejándose atravesar por ella, en Cristo.  Finalmente, hablamos con el párroco de la Unidad Pastoral de Grandas de Salime, Allan Cerdas y el vicario de la misma zona, Pedro martínez, . El párroco explica “lo bello que es asistir a ese reencuentro de familias que se da en estos días, y también lo conmovedor que es acompañar a la gente en un tiempo donde lo que la Iglesia ofrece es el poderse asomar, más todavía, al misterio de la resurrección y de la vida eterna. 

Ya desde el día 28 celebraremos misas, evidentemente, y en algunas capillas se rezará el responsorio y el rosario. 

Es hermoso ver cómo en los pueblos rurales esta fiesta vuelve a juntar a las familias, que coinciden y, como manifiesta el párroco de la UP de Grandas de Salime, “reconocer que todos procedemos de una larga historia de amor que nos ha precedido” y que no se corta nunca, porque este Amor que es nuestro origen, también, en esta fiesta preciosa, se manifiesta como nuestro destino. 

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