La familia y la enfermedad, a examen en Covadonga

Publicado el 15/03/2018
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La familia y la enfermedad, a examen en Covadonga

“Acompañar a la familia en la enfermedad” es el título del encuentro que acaba de tener lugar en Covadonga, y que ha reunido en el Santuario, desde el lunes hasta ayer miércoles, a cerca de un centenar de voluntarios, sacerdotes y religiosos vinculados a Pastoral de la Salud de las diócesis de la Provincia Eclesiástica (Astorga, León, Santander y Oviedo). Una jornada enmarcada en el Año Jubilar mariano que vive Covadonga hasta el próximo 8 de septiembre.

Estos encuentros se vienen celebrando desde hace 38 años, y en palabras del Delegado episcopal de Pastoral de la Salud de Oviedo, el sacerdote diocesano Luis Ricardo Fernández Sánchez, organizador del evento, son especialmente útiles “para formarse en este mundo tan delicado como es el de la Pastoral de la Salud”. Un ámbito en el que la Iglesia está presente “desde los primeros tiempos, pues siempre se ha mostrado sensible al mundo del enfermo”, reconoce el Delegado. Hoy en día es posible encontrar católicos comprometidos en los hospitales, residencias de ancianos y en las parroquias, cuando los voluntarios visitan a los enfermos y ancianos en sus hogares. “La Iglesia aporta su experiencia de cercanía y humanidad al mundo de los más desfavorecidos y, en concreto, de los enfermos y mayores”, reconoce el sacerdote.

En esta ocasión, el encuentro giró en torno al acompañamiento de la familia, tema central de la Jornada Mundial del Enfermo, celebrada el pasado mes de febrero: “Se pone el foco en la figura del cuidador –explica Luis Ricardo Fernández–. Si la Iglesia quiere estar junto a los enfermos, para ello tiene que estar también cercana a la familia, que son los que más sufren cuando uno de sus miembros está enfermo. Queremos mejorar esa cercanía a la familia, y por eso hacemos estas jornadas en las que vienen expertos para hablar en torno a la relación de ayuda, a la exhortación apostólica Amoris Laetitia, y todo aquello que gira en torno a la pobreza y la enfermedad”.

De la misma manera se manifestaba Iñaki Mardones, Delegado de Pastoral de la Salud de la diócesis de Santander, que acudió acompañado por un grupo de 20 religiosos y voluntarios, y que valoraba el encuentro como una “oportunidad, primero para caer en la cuenta de los grandes testimonios de familias que están al lado del enfermo”, y además, señaló, “en esta ocasión los materiales son muy buenos y siempre es un gozo poder estar toda la Provincia Eclesiástica y coordinarnos y animarnos mutuamente. Este año, además, con la posibilidad de ganar el Jubileo”.

El Abad de Covadonga, Adolfo Mariño, dio la bienvenida a los participantes y les recordó que visitar Covadonga era visitar la casa de María, “donde no hay barreras, donde nos quieren tal y como somos”. Y quiso recalcar, además que en los próximos meses será posible “subir en silla de ruedas a ver a la Santina, en la Cueva”. “No ha sido fácil encontrar una solución para adaptar el lugar –manifestó el Abad de Covadonga– pero finalmente tendremos una rampa para que todas las personas con discapacidad puedan visitar, rezar y disfrutar de la Santina”. Unas declaraciones muy celebradas, especialmente para las personas vinculadas a la Hospitalidad de Lourdes, que habitualmente peregrinan hasta el Santuario, muchos de ellos en sillas de ruedas.

A continuación, el encuentro contó con la intervención del sacerdote asturiano José María Hevia, quien desgranó el lema “Acompañar a la familia”, a la luz de la exhortación apostólica del Papa Francisco Amoris Laetitia. El texto pontificio “de más larga redacción”, tal y como recordó el propio Hevia. “Laetitia es alegría, algo que hace falta en nuestra sociedad, y también en nuestra diócesis –recordó el sacerdote– entre otras cosas porque el lema del Plan Pastoral Diocesano, que surgió del último Sínodo, se titula La ciudad se llenó de alegría. De alegría también hablaba previamente Evangelii Gaudium, y es que Gaudium y Laetitia vienen a ser sinónimos, y hay que leer la Amoris Laetitia desde ese contexto de la Evangelii Gaudium”, señaló.

En su exposición, el sacerdote José María Hevia habló sobre el “riesgo del mundo actual”, la tristeza, y más concretamente, la “tristeza individualista”. “En bable hablamos de folixa –dijo– que significa jarana. Jarana hay muchísima en la sociedad, pero de alegría hay déficit. Hay mucha tristeza en la sociedad, y además, individual”.

“El acompañamiento es un concepto que recupera la Evangelii Gaudium y que se repite muchas veces en la Amoris Laetitia –afirmó–. Se habla del acompañamiento en los primeros años de la vida matrimonial, cuando se está formando una familia, pero también cuando se rompe, en las rupturas, en los divorcios, el acompañamiento en la fragilidad, el acompañamiento a los inmigrantes… y siempre un acompañamiento profesional, porque hay momentos en los que conviene que sea un profesional el que esté ahí”. Se habla sobre el “acompañamiento como un arte”, afirmó José María Hevia, que manifestó que cuando se acude a visitar a un enfermo, “hay que quitarse las sandalias porque el santuario del hermano es tierra sagrada. El acompañamiento implica para nosotros los cristianos un sentido de peregrinación”.

Centrándose en los problemas, dentro de la familia, José María Hevia mencionó, entre otros, el “síndrome de la abuela esclava”, una “situación real que está reconocida y que genera en nuestra sociedad ancianos con hipertensión arterial, diabetes, cefaleas, etc. y supone una forma de maltrato. La familia no es sólo un lugar de paso, el lugar en el que me dan de comer, y es que para los más jóvenes es a veces un puro lugar de paso”, denunció.

Por otro lado, explicó que “uno de los males más grandes de la sociedad es la soledad. En la Amoris Laetitia se habla de ello como la enfermedad principal, y se alude a ella constantemente”, destacó el sacerdote, que declaró que en “Inglaterra acaba de constituirse la Secretaría de Estado para la Soledad: hasta 200.000 personas mayores en el Reino Unido no han tenido una conversación con un amigo, o con un familiar, en más de un mes. Por supuesto la preocupación de Inglaterra es más bien de tipo económico, pero lo cierto es que la soledad no deseada, es algo que se palpa también en nuestro país todos los días, ante el gran número de hogares unifamiliares habitados por mayores de 65 años”, recordó, ya que la visita a los mayores en sus hogares es una de las actividades más destacadas de la Pastoral de la Salud en las parroquias.

El individualismo, el aislamiento, la autosatisfacción, el egocentrismo y la autorrealización fueron otros de los riesgos de nuestra sociedad que Hevia citó como propulsores de la soledad, la tristeza, los intentos de suicidio y el dolor. “Hola individualismo, adiós, amor”, dijo, y recordó que “la Iglesia asume un deber tremendo, el deber de atender a estas personas, cuyo caso desborda su capacidad de cuidado, que están absolutamente solas”.

En este sentido, mencionó otras dos ideas especialmente repetidas en la Amoris Laetitia: la “cultura del descarte” y “de lo provisorio, del usar y tirar”, y recordó que en este reto de cuidar de las personas enfermas y solas, “Jesús espera que renunciemos a buscar los cobertizos personales a distancia del nudo de la tormenta. Una pastoral a distancia no es una Iglesia madre, la parroquia ha de estar encarnada, –dijo–con presencia”.

El martes participaron, entre otros Xavier Azkoitia, coordinador del Servicio de Atención Espiritual del Centro de Humanización de la Salud de los padres Camilos. En su intervención, describió una mirada desde el Evangelio de cómo Jesús se acerca al mundo de los enfermos y de sus familias, y cómo promueve la salud. “Una de las cosas más significativas –afirmó– es que si uno mira en todo lo que la Iglesia ha producido a lo largo de estos últimos años en el ámbito de la salud, la gran olvidada, entre otras cosas, es la familia. Hemos reflexionado sobre el enfermo, hemos trabajado herramientas de acompañamiento, pero la gran olvidada es la familia”. Una familia que Azkoitia describió como “un puzzle”. “Si las piezas de ese puzzle encajan, la familia vive la situación de sufrimiento con un sentido. Pero el problema es cuando las piezas no encajan –dijo– y nos encontramos con una realidad de enorme sufrimiento. Al final, el gran problema no es la experiencia de enfermedad, sino si tenemos los recursos para poder abordarla”.

En este sentido, recordó que “la Iglesia lo primero que puede hacer es adquirir conciencia de que, en medio del mundo, es una promotora de salud. Y por otro lado, ha de recuperar su dimensión sanante. Nos hemos olvidado de que la Iglesia tiene una clara dimensión sanante, y ahora mismo hay varios lugares donde podemos estar especialmente promoviendo salud, uno de ellos es el mundo del sufrimiento que tiene que ver con las demencias, también en el ámbito del final de la vida, de los cuidados paliativos, y un tercer lugar sería el mundo del duelo. En estas tres realidades hoy hay mucho sufrimiento, y la Iglesia ha de estar presente siendo promotora de salud”.

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