La esperada vuelta a la parroquia

Publicado el 15/05/2020
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La esperada vuelta a la parroquia

José Ramón Castañón, párroco de Nuestra Señora de Covadonga de Oviedo, nos cuenta cómo se han preparado para la apertura de la iglesia a las misas con presencia de fieles

Como el resto de las parroquias asturianas, Nuestra Señora de Covadonga de Oviedo también se ha adaptado a las normas que se han establecido, en esta primera fase, para la vuelta al culto público en las iglesias: mascarillas, gel hidroalcohólico para higienizar las manos, sitios señalizados en los bancos para saber dónde sentarse y mantener así la distancia de seguridad e indicaciones como que no será necesario moverse para recibir la comunión. Todo ello en una parroquia muy viva y con gran afluencia de fieles que se ha preparado para seguir siendo lugar de acogida tal y como nos explica su párroco José Ramón Castañón.

¿Cómo se han organizado?

Con todas las indicaciones que se han establecido hemos intentado reorganizar a la gente para que en la medida de lo posible se redistribuyan en los diferentes horarios, aumentando las misas del fin de semana (el sábado a las 19.30 y el domingo a las 10.00, 11.30 y 12.00 h), para que así todos los que acudían antes puedan seguir haciéndolo, aunque será difícil porque tenemos capacidad solo para noventa personas con el tercio del aforo. Hemos suprimido la misa de niños porque se llegaban a reunir unas 500 personas y así seguirá hasta que puedan volver a realizarse. Igualmente seguiremos emitiendo la misa por facebook para llegar al mayor número de gente y también a aquellas personas que tienen miedo a acudir a la iglesia y así puedan ver la misa, la “nuestra” digamos. Ya que las comuniones y demás está todo en el aire, al menos sí tener la misa.


¿Se echa de menos la parroquia?

Sí que se nota ese sentimiento. Nos lo dicen mucho por las redes y la gente pregunta cada vez que pasa por aquí tanto mayores como los niños. En general la gente expresa que tiene ganas de volver y el lunes pasado que empezamos la misa de diario había más gente que nunca. Suele haber entre unas treinta o cuarenta personas y ese día estaba lleno. Son las ganas de recuperar lo que hasta ahora no podíamos hacer.

A la crisis sanitaria se une también una importante crisis económica, ¿cómo lo están viviendo en el barrio?

Mal. Ya antes de esta situación atendíamos a muchas familias, el grueso de ellas inmigrantes, que no tenían posibilidades y ahora se suman los ERTES, el paro… Todo ello está teniendo una gran incidencia y nosotros hacemos lo que podemos, pero estamos desbordados. De hecho hemos hablado con Cáritas arciprestal que es la que se está haciendo cargo de la mayor parte porque después de casi dos meses sin ingresos, aunque la gente colaboró, la situación es muy complicada. Muchas familias están comiendo con los pocos ahorros que tenían o lo que se les da. Es un problema muy serio y como Iglesia estaremos ahí, pero no podremos dar toda la respuesta. También es momento de pensar en un cambio de estilo de vida y pensar si cómo estaba viviendo hasta hace dos meses merecía la pena. A partir de ahora, y en una temporada muy grande, podríamos pensar en vivir de manera más sencilla y solidaria. De repente esta situación nos ha dado un batacazo y ese nuevo estilo de vivir pasa por ver las cosas con sensibilidad, para ser un poco más hermanos y cercanos; a privarme de algo para ser más solidario con quien lo está pasando mal. Le estoy transmitiendo a la gente de la parroquia esa idea de que aprendamos a vivir de forma más sencilla para que podamos vivir todos. Hay gente que pasa todo el mes comiendo arroz con tomate y se les saltan las lágrimas con un donativo de comida.

También es capellán en el hospital, ¿cómo se están viviendo estos días?

Siguen muchas restricciones, pero ya no tiene nada que ver con las semanas pasadas, esperemos que todo vaya terminando y evolucionando bien. Se pasó muy mal, yo mismo tenía mucho miedo. En la medida de lo posible estabas ahí y fueron meses terribles en todos los sentidos con entierros que se tenían que hacer con solo dos personas o ver morirse a alguien sin que pudiera tener familiares a su lado. Es una prueba durísima y no estábamos preparados.

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