«Con la Epifanía, se nos revela que la manifestación de Dios es para todos los hombres, en libertad»

Publicado el 05/01/2024
Share on FacebookTweet about this on TwitterEmail this to someonePin on PinterestPrint this page
«Con la Epifanía, se nos revela que la manifestación de Dios es para todos los hombres, en libertad»

Oro, incienso y mirra. Son los tres presentes que los Reyes Magos llegados de Oriente ofrecieron al Niño Dios en el pesebre. Ese detalle forma parte de la historia por todos conocida, y normalmente no va mucho más allá de ahí, puesto que los regalos y la ilusión de los más pequeños suelen eclipsar el resto del relato en estos días. Pero la Epifanía del Señor, que celebramos el día 6 de enero, va mucho más allá de eso. «En Navidad, debemos tener presente que Jesús es el centro, pero no en cuanto a un bebé que nace, sino en cuanto a Dios, que, a través de su Hijo, viene a nosotros para salvarnos», explica el sacerdote Andrés Pérez, párroco de San Lázaro (Oviedo) y Vicario Judicial de la diócesis. «La Epifanía significa manifestación –afirma–, y lo curioso es que en un primer momento, la manifestación es a los judíos, a los israelitas, a los cercanos, representados en los pastores que acuden a adorar al Niño». Sin embargo, días más tarde, acuden los Reyes Magos, que son extranjeros, y en ellos «estamos nosotros representados», afirma el sacerdote. Y es que, «según la mentalidad y las ideas judías, la Salvación solamente era para ellos. Por lo tanto, cuando vienen los Magos, se entiende que la Salvación es para todos, porque la Salvación se ofrece a todos los hombres. Eso sí, en libertad. Porque la estrella se vio en más lugares, pero solamente unos pocos acudieron a ver a Jesús. Es decir, la manifestación de Dios es siempre en libertad. Cristo se ofrece y tú lo puedes acoger, o no acoger».

Andrés Pérez

Además están los regalos. No estaban escogidos al azar. La mirra era una sustancia que los judíos utilizaban para embalsamar a los cadáveres, y con ello «nos recuerda la humanidad de Cristo y nuestra propia humanidad, que va caminando poco a poco hacia la muerte», explica d. Andrés Pérez, que señala que «para actualizar un poco este significado, podríamos decir que tenemos que aceptarnos tal y como somos, con nuestras carencias y nuestras fragilidades. Tú no eres el mejor, el más sabio, el más fuerte o el más importante. Pero Dios te quiere y te acepta como eres, por lo tanto, acéptate tú también como eres». El incienso es derramado sobre las cosas sagradas y recuerda que para Dios nosotros también somos sagrados, «tanto si estamos vivos como si estamos muertos (por eso se derrama incienso sobre el féretro del fallecido en los funerales), tanto si somos importantes para el mundo, o como si no lo somos, de viejos y de jóvenes», afirma el Vicario Judicial. Y por otro lado, está el oro, «algo muy valioso para todos los hombres, y que los creyentes ofrecen a Dios porque es lo más valioso para ellos. Es como decirle Señor, todo lo que me importa, todo lo que para mí es necesario, te lo pongo a tus pies«.

Por todo ello ¿cómo vivir la Epifanía, respetando su significado y al mismo tiempo celebrándolo humanamente, como corresponde? Para d. Andrés Pérez «hay que huir de los extremos. Por un lado, no pensar que un cristiano no puede caer en el consumismo y vivir por tanto aislados y encerrados de espaldas a esa realidad. El otro extremo sería dejarnos arrastrar por esa corriente, por ese río impetuoso de compras y vivir en ese consumismo atroz. El cristiano tiene que estar en ese punto de tener claro que Jesucristo es el centro, es nuestro Salvador y esos regalos que nos ofrecemos han de mostrar nuestra alegría, sin derrochar ni vivir por encima de nuestras posibilidades. Son regalos que suponen una expresión del cariño y la alegría del nacimiento de Jesús, que nos hacemos sin dejarnos llevar por el consumismo atroz».

Y después de estas fechas, nos enfrentamos al comienzo de un nuevo año, recogemos el Nacimiento, el árbol, desaparecen las luces de la ciudad y parece que se abre ante nosotros un abismo un poco oscuro. La Navidad finaliza con la celebración del Bautismo del Señor, el domingo siguiente a la Epifanía, que curiosamente este año justo es al día siguiente de esa celebración. «Han pasado 30 años, Jesús es ya un hombre adulto, recibe el Espíritu Santo y es el momento de que le cojamos de la mano y nos dejemos enseñar por Él –explica d. Andrés Pérez–. Él nos enseña con su palabra, con sus hechos, con su presencia, con su abrazo y con su cariño. Empieza ahora la parte más interesante. No dejes a ese Niño ahí abandonado, sino que cógelo de la mano porque Él ha crecido, Él también te coge, te acompaña y te enseña».

 

Para mejorar el servicio, utilizamos cookies propias y de terceros. Si sigues navegando, entendemos que aceptas su uso según nuestra política de cookies.

Más información sobre cookies