“La cárcel no es el punto final para nadie”

Publicado el 24/09/2021
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“La cárcel no es el punto final para nadie”

Día de Nuestra Señora de la Merced, patrona de las Instituciones Penitenciarias. Entrevista a José Antonio García Quintana, Delegado de Pastoral Penitenciaria

Tampoco este año habrá actos oficiales a causa de la pandemia en torno al día de la Merced, pero la hermandad de Jesús Cautivo sí celebrará la eucaristía en su honor, a las 20 h en la Basílica de San Juan El Real

 

¿En qué situación se encuentra la labor de Pastoral Penitenciaria, tras estos años de pandemia?

Estamos siguiendo las órdenes que van llegando de Madrid, que nos transmite la dirección del centro penitenciario. En el mes de marzo de 2020 se cerró todo, aunque yo he podido seguir entrando, la verdad es que se me favoreció el trato con los internos.

Aquello es una burbuja, y la población carcelaria es muy sensible, también por las enfermedades previas que ya de por sí tienen muchos de ellos.

Psicológicamente también ha tenido que ser duro para los internos.

Sí. Al principio el único contacto con la realidad que tenían era a través de la televisión, donde podían seguir las noticias. Dentro sabían que estaban seguros, se hacían muchos test además, pero estaban preocupados por sus familias. Ha sido duro no poder contar con sus visitas, con el afecto de sus seres queridos. Ya de por sí la prisión es muy dura y mucho más en aquellos casos donde no hay contacto con las familias. Ahí concretamente nosotros en la pandemia tuvimos una intervención importante, escribiendo cartas a esos presos que no tenían a nadie, para que al menos mantuvieran un vínculo afectivo con alguien de fuera, que les iba informando y hablando de otras cosas.

¿Qué más actividades se han seguido haciendo?

Pastoral Penitenciaria de Asturias colabora muy estrechamente con Cáritas diocesanas, y hemos mantenido en todo momento los pequeños ingresos económicos que les hacemos a algunos internos todos los meses para que no les faltara para poder llamar a sus familias, escribir cartas, y mantener contacto con la gente de fuera, sobre todo con el objetivo de evitar que se quedaran aislados.

Trabajamos mucho con las familias, coordinados con Cáritas, con los Servicios Sociales y las ONG que están allí trabajando, que lo hacen estupendamente, cada una en su estilo. Es importante que las personas que están allí y que solo ven muros, en un ambiente hostil, puedan tener horizontes y sentir que pueden despegar. Por eso con la población joven sobre todo intentamos trabajar mucho el tema del estudio, les invitamos a que se matriculen para sacarse la Secundaria, o el Bachillerato, o a que hagan un módulo de Formación Profesional. El tiempo de estudio y de contacto con los voluntarios que van a apoyarles les ordena mucho el tiempo y la cabeza. 

¿Cuántos voluntarios hay en la Pastoral Penitenciaria en la diócesis?

Ahora mismo treinta y seis. La mitad son personas que llevan muchos años. Otro grupo es el de los universitarios, que empezaron a entrar y les pilló justo la pandemia. Ahora en diciembre tenemos la renovación de los carnet y algunos jóvenes se irán, porque tienen que continuar con sus estudios, pero tenemos también gente esperando para entrar, algún profesor de Derecho de la Universidad, y también profesoras de Instituto.

¿Alguna actividad nueva?

Tenemos un proyecto muy bonito que vamos a intentar llevar a cabo, dentro del Catecumenado de Adultos, que es una Escuela de Oración. La lleva un grupo de seglares que trabajan en parroquias y que se llama Ora 30, con sede en el monasterio de las Pelayas. Lo llevarán adelante dos voluntarias, que pasarán por los diferentes grupos una vez al mes para iniciarles en el mundo de la oración y del contacto con Dios. Trabajan así esa dimensión que muchos tenían abandonada hasta ahora, y la prisión es un ámbito adecuado, pues tienen silencio y espacios muertos donde pueden ir reiniciando ese contacto con Dios, revisando su vida.

¿Qué papel juega la fe en su día a día para los internos en prisión?

Es un papel importante. Yo suelo ir todos los días por la mañana, y a veces alguno me ve en el patio, se entera de que soy sacerdote y se acerca a hablar conmigo. y a veces me pide confesarse. Tenemos también las eucaristías todos los domingos, donde viene todo aquel que quiere. Yo creo que la fe les ayuda a recolocar su vida, especialmente su pasado. Porque a veces, cuando has hecho daño a otras personas, uno queda como abatido. Y no se ve solución. El peligro del suicidio, en la cárcel, es muy real. De hecho, tenemos alguno de vez en cuando.  

¿Cómo es el trato con los internos de otras religiones?

Hay una gran población de personas ortodoxas, anglicanas, evangélicas y también musulmanas. A veces me piden la biblia porque les gusta leer los textos sagrados y luego la comentamos. En ocasiones tienen dudas sobre la persona de Jesús, y en general las conversaciones con ellos son muy enriquecedoras. 

Nosotros, como no puede ser de otra manera, atendemos a todo el mundo, son todos hijos de Dios y se merecen un respeto. De hecho una buena parte de las personas a las que les donamos el peculio, ese dinero mensual que les damos, entre 20 y 25 euros, es a internos que no son católicos. Es algo que les llama la atención, sobre todo a los musulmanes más extremistas. “¿Por qué haces esto?” te preguntan, y eso les cuestiona su radicalismo y la violencia. 

 

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