Homilía renovación voto Institución Teresiana en Covadonga

Publicado el 02/10/2022
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Escuchar a Dios es una de las actitudes más profundas y elementales del creyente bíblico. Se le escucha porque Dios tiene boca y además habla, no como sucedía en otros pueblos circunvecinos, esos de los que el salmista se distanciaba porque «los ídolos de ellos son plata y oro, obra de manos de hombres. Tienen boca, mas no hablan; Tienen ojos, mas no ven; orejas tienen, mas no oyen» (Sal 135, 15-17). Sí, escuchar a Dios que hizo y hace las cosas… ¡diciéndolas!: «Dijo Dios, hágase…» (Gén 1-2). Pero también Él se deja oir cuando calla. Su silencio, al igual que su palabra, es igualmente elocuente. Por eso se entiende el cierto reproche del profeta Habacuc en la primera lectura: «Hasta cuándo clamaré, Señor, sin que me escuches? ¿Te gritaré: «Violencia», sin que me salves? ¿Por qué me haces ver desgracias, me muestras trabajos, violencias y catástrofes, surgen luchas, se alzan contiendas?» (Hab 1, 2-3). No era un enfado del profeta, era la pregunta de quien espera la respuesta.

A la luz de esta Palabra de Jesús, hoy en Covadonga tiene cita una peregrinación especialmente querida por la Institución Teresiana y que nuestra Iglesia diocesana hace gustosa nuevamente de anfitriona, secundando el deseo de quien aquí vivió y trabajó ministerialmente: San Pedro Poveda.

Dios va escribiendo nuestra biografía con la tinta de nuestra libertad, cuando hacemos de nuestro camino una búsqueda de lo que Él pensó para nosotros eternamente, en lugar de pretender negociar con el Señor lo que nos empeñamos en vivir por cuenta propia. Porque nuestra vida, como de modo admirable se verifica en San Pedro Poveda, es un don único e irrepetible. Desde toda la eternidad Dios quiso silenciar una palabra para decírmela a mí y para contarla conmigo. Eternamente quiso Él retener una gracia para dármela a mí y repartirla conmigo. Por eso nuestra vida es sagrada y se torna en bella y bondadosa cuando aceptamos ser portavoces de esa Palabra y portadores de esa Gracia para las que nacimos.

En aquel Linares vería la luz como primogénito un 3 de diciembre de 1874. Fecha y domicilio de una historia que entonces comenzaba para concluirse martirialmente el 28 de julio de 1936. En ese arco de tiempo se sucederán otras fechas y aparecerán otros domicilios, pero en toda esa trayectoria se puede rastrear la pasión de un hombre que se fía de Dios y que desea vivir su palabra y su gracia, esas que para él Dios mismo reservó.

En el seno de su familia cristiana será iniciado en lo que significa vivir todas las cosas desde Cristo, con María, en la Iglesia. Pero ya de joven seminarista se dejará provocar por un proyecto educativo contemporáneo como eran las Escuelas del Ave María del Padre Majón, en la próxima Granada. Es un primer apunte de lo que luego sería en el Padre Poveda una verdadera vocación educativa. De modo que en sus primeros pasos sacerdotales en Guadix quedará conmovido por la pobreza de la gente que encontró en las Cuevas de los aledaños. Pero no era el pan únicamente lo que Poveda quiso acercar a esa gente, sino también la educación y la cultura. Porque, como dijo Jesús, “no sólo de pan vive el hombre” (Mt 4,3).

El rechazo alicorto e interesado de burguesía y clerecía en aquel momento forzará su salida de Guadix. Misterioso traslado con el que la Providencia le traerá a Covadonga, donde será canónigo entre 1906 y 1913. En el silencio de estas montañas que nos presiden con su indescriptible belleza, desde el epicentro de una historia del pueblo que aquí nace y al que pertenecemos, y bajo la mirada maternal de la Santina a la que amó tiernamente, nacerá en su corazón, en sus escritos, la eclosión más granada de esa palabra y gracia para las que San Pedro Poveda nació: la Institución Teresiana. Primero con las Academias de Gijón y Oviedo, y luego será Madrid y poco a poco en tantos otros lugares.

Su apuesta por la educación y la cultura en clave cristiana se hará opción también por la relevancia decisiva del papel de la mujer en la marcha de la historia. Poveda es un precioso ejemplo de verdadera antropología cristiana, donde la mujer no es ignorada ni excluida, pero tampoco empoderada y excluyente. La venerable Josefa Segovia será la hija, la hermana que el Señor puso al lado el Padre Poveda para la obra que Dios quiso poner en sus manos.

Desde 1934 la Institución Teresiana vuelve a Covadonga para cumplir con este voto que es encuentro de familia y renovación de un carisma que tiene en este Santuario precisamente su punto de partida. Es una peregrinación anual de toda esta querida Institución Teresiana a este lugar mariano excepcional en el que su primer peregrino para todos vosotros fue precisamente San Pedro Poveda. Termino con una cita suya días antes de su propio martirio, que tanto me ha conmovido y que os dirige a todos vosotros:

«La mayor parte de la gente conoce las obras por las personas que las representan y no por su historia, legislación, etc. ¿Habéis sabido con vuestras palabras, con vuestras obras, vuestra conducta, dar idea de lo que representáis? Ahora es cuando se conoce el temple de alma que tenemos, cuando se pone de manifiesto nuestro espíritu de fe, cuando se delata nuestra confianza en la Providencia, cuando se distinguen las verdaderas virtudes de las falsas, cuando se revela la firmeza de la doctrina, cuando se aprecia la sólida piedad. Meditemos sobre ello».

Nuestra Iglesia diocesana de Oviedo se alegra con la Institución Teresiana por esta nueva peregrinación para renovar el voto a Covadonga. Que la Santina nuestra Madre, que San Pedro Poveda, la beata Victoria Díez y la venerable Josefa Segovia os bendigan y acompañen en el camino de la fidelidad al carisma recibido.

+ Fr. Jesús Sanz Montes. Ofm
Arzobispo de Oviedo
Covadonga, 2 octubre de 2022

 

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