Homilía en la Misa de apertura del curso académico 2022-2023

Publicado el 26/09/2022
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Querido hermano en el episcopado D. Manuel, obispo de Santander, Sre. Directores del Instituto Superior de Teología de Oviedo, del Instituto de Ciencias Religiosas San Melchor de Quirós y del Instituto de Teología y Pastoral San Juan Pablo II, Sres. Rectores y equipos de formación del Seminario Metropolitano de Oviedo, del Seminario diocesano misionero Redemptoris Mater, del Seminario diocesano de Santander, del Seminario de la Unión Lumen Dei. Profesores, sacerdotes, diáconos, seminaristas, religiosas, fieles laicos. A todos vosotros mi saludo cordial al comienzo de este curso académico y mi deseo de la bendición de Dios que ponga la paz en vuestros corazones y el bien en vuestros pasos.

No es cualquier cosa la sabiduría. Se trata de un modo distinto y novedoso de asomarse a la realidad cotidiana con todos sus registros de luz o de sombra, de verdad o falacia, de gracia o pecado. El sabio es el que sabe mirar de una manera diferente, lo más parecido a ese Dios que no se queda condicionado por la apariencia, sino que logra descubrir el corazón de las cosas y de las personas (cf. 1 Sam 16, 7).

Tanto es así, que la Santa Escritura nos reserva todo un libro dedicado a la sabiduría como si fuera imperativo nuestro discernimiento a la hora de valorar, juzgar y optar en cada tramo de nuestro camino. No es algo que se improvisa el modo sabio de ver, sino que supone la interiorización de la mirada de Dios para no dejarnos arrebatar por lisonjas que pueden tentarnos con sus señuelos, o para no dejarnos derrumbar por los desprecios que pretenden excluirnos. La sabiduría, como mirada de Dios sobre la vida es la que nos regala la paz. Así la describe el texto bíblico:

«Radiante e inmarcesible es la sabiduría, | la ven con facilidad los que la aman | y quienes la buscan la encuentran. Se adelanta en manifestarse a los que la desean. Quien madruga por ella no se cansa, | pues la encuentra sentada a su puerta. Meditar sobre ella es prudencia consumada | y el que vela por ella pronto se ve libre de preocupaciones. Pues ella misma va de un lado a otro | buscando a los que son dignos de ella; | los aborda benigna por los caminos | y les sale al encuentro en cada pensamiento. Su verdadero comienzo es el deseo de instrucción, | el afán de instrucción es amor, el amor es la observancia de sus leyes, | el respeto de las leyes es garantía de inmortalidad y la inmortalidad acerca a Dios; por tanto, el deseo de la sabiduría conduce al reino» (Sab 6, 12-20).

Podemos leer toda la filigrana de sabiduría bíblica que de modo especial subrayan los libros sapienciales con sus versos, sus proverbios, sus canciones, sus sentencias y requiebros. Pero estará presente en el mensaje profético, en los lances históricos, y especialmente en la sabiduría hecha carne en la palabra y los gestos de Jesucristo.

Un centro de estudios teológicos tiene que ver con esta trayectoria, porque la verdadera teología, así como la filosofía que nos abre a la pregunta que encuentra en la Revelación la respuesta, son una escuela de sabiduría. Máxime cuando desde estos saberes nos abrimos a un ministerio desde la diferente vocación que hemos recibido cada uno en la santa Iglesia. La sabiduría nos abre a la fidelidad cotidiana de ejercer la vocación a la que Dios nos ha llamado a todos nosotros.

Vivimos en un mundo complejo que se ha distanciado de la sabiduría precisamente por mirar mundanamente la realidad. De ahí surge una mirada violenta como vemos que por doquier se zanja en tantas guerras en curso. Una mirada también insolidaria porque no ve al otro como un hermano sino como un enemigo al que abatir excluyéndolo y destruyéndolo de tantos modos. Una mirada falaz nutrida por la mentira que engaña en todo para obtener pretenciosamente los torticeros objetivos. El resultado es este paisaje aterrador en donde pocos tienen confianza en los demás hasta el punto de tejer unas relaciones en las que casi nadie se fía de nadie, se experimenta el miedo ante una incertidumbre corrosiva y vulnerable, y como ha dicho recientemente el cardenal Zuppi, arzobispo de Bologna, en el Meeting de Rímini, “la nuestra es una generación de las pasiones tristes”.

Pero frente a este horizonte de profunda melancolía inútil, hay algo irreductible en el corazón humano que no se resigna a la frivolidad, a la banalidad, al sin sentido, porque hemos sido creados para algo grande, único e irrepetible. Por eso el Evangelio nos ha recordado que Jesús nos ha revelado su secreto:

«Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños. 26Sí, Padre, así te ha parecido bien. 27Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar» (Mt 11, 25-27).

Este secreto de Jesús no deja de ser nuestro propio secreto cuando el hombre descubre que su destino al que lo sepa o no anhela, coincide con la propuesta que Dios mismo le hace cuando le llama a la existencia. Dicho de otra manera: hay una correspondencia entre mi propia vida con todas sus exigencias y lo que el Señor me indica como camino. Esta correspondencia es lo que marca nuestro destino, a pesar de nuestras torpezas, nuestras lentitudes o nuestros eventuales extravíos.

Y esta correspondencia es la que nos hace sabios, cuando abrazamos lo que Dios quiere de nuestra vida diciendo sí a lo que nos ha propuesto como camino vocacional. Así ha sido en María, la mujer que se fio de Dios diciendo el “fiat” de su sí a lo que de suyo le desbordaba. Así ha sido en los santos que en el mundo han sido.

La teología y la filosofía que trataremos en este curso desde todas las disciplinas, tienen que ver con este itinerario de verdadera sabiduría en el que aprendemos a mirar las cosas desde los ojos de Dios. El dato antropológico que nos empuja a preguntarnos por nuestro misterio humano y la historia del pensamiento en la que los hombres han dado sus respuestas, se topan todas ellas con un Dios encontradizo que en la Revelación nos muestra la clave de nuestros enigmas, y de ahí nacerá la teología que sistemáticamente ordena nuestra cosmovisión cristiana, nuestra conducta moral, nuestra celebración litúrgica, nuestra pasión misionera, nuestro testimonio humilde pero audaz.

Este es el cometido de nuestro quehacer académico en nuestros tres centros de estudios teológicos, que serán completados y complementados por la labor pedagógica de formación integral en nuestros respectivos seminarios. Y por eso celebramos la Misa del Espíritu Santo, para que el Señor nos conceda ese don pentecostal de la sabiduría.

Además de la bienvenida a nuestros alumnos seminaristas, religiosas y laicos, quiero subrayar una particular acogida llena de afecto fraterno a los hermanos de la Diócesis de Santander, cuyos seminaristas se nos confían en esa su formación integral hasta nuevo aviso (que deseo prontamente puedan retomar en su propia Diócesis por la bendición de nuevas y abundantes vocaciones santanderinas). Querido Don Manuel, ten por seguro que los acogemos como verdaderos hermanos y los cuidaremos con todo nuestro empeño eclesial. Quizás se abre así un cauce de colaboración entre nuestras dos Diócesis unidas ya por estar en la misma Provincia Eclesiástica de Oviedo.

Encomiendo al Señor y a nuestra Madre la Santina de Covadonga este nuevo curso académico, a cuya intercesión ponemos mientras pedimos la gracia de ser sabios con la Sabiduría de Dios y de los santos.

+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo
Seminario Metropolitano. 26 septiembre de 2022

 

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