Tenemos en la vida necesidad de ser acompañados. Porque nadie es tan autosuficiente que pueda vivir por cuenta propia, especialmente cuando la vida aprieta con sus pesares y agobios, o cuando se relaja y nos invita a la alegría y la holganza. Y es que somos imagen y semejanza de un Dios que no es soledad sino Trinidad acompañada de un Padre que quiere a un Hijo en el Amor del Espíritu entre ambos. Nosotros no podríamos vivir nuestra vida desde el aislamiento que nos extraña y desgarra distanciándonos de esa referencia de Dios al que nos parecemos con semejanza.
No es bueno que el hombre esté solo, dice el libro del Génesis en el momento de la creación del hombre, por eso que acabamos de decir: porque Dios no es solitario. La fiesta de los santos ángeles custodios nos recuerda que en nuestra vida necesitamos una compañía que sostenga nuestra esperanza. No que nos supla hasta enajenarnos, sino que nos acompañe con discreción en la aventura de nuestra andanza.
En la Santa Biblia aparecen estos seres discretos que vienen en nuestra ayuda trayéndonos mensajes que se escuchan en el alma. El término griego “angelós”, ángel, significa precisamente mensajero. Y esto es lo que Dios nos regala con estos seres que con total discreción nos acompañan como hemos escuchado en la primera lectura: “voy a enviar un ángel delante de ti, para que te guarde en el camino y te conduzca al lugar que te tengo preparado” (Ex 23, 20). Que es lo que el salmo 90 ha dicho también: “ha dado órdenes a sus ángeles para que te guarden en sus caminos”.
Nuestra vida tiene tantos tramos, tantos escenarios y climas, por los que a diario caminan nuestros pasos entre los sobresaltos de los sustos y la paz serena de nuestros días. No somos gente que de modo rutinario va dando vueltas en la ruleta de la vida como en una noria cansina y aburrida, sino que cotidianamente nos aventuramos a proseguir el itinerario que va describiendo nuestra biografía. La vida nos enseña que no siempre todo es claro en el horizonte, ni duradero en el bien, ni seguro en la confianza. Nuestras sociedades entonces se han dado a sí mismas una serie de ayudas que vienen en ayuda precisamente de nuestras intemperies donde se nubla la claridad, donde se cruza la violencia, se corrompe la honestidad y se hace complicada o arriesgada la convivencia.
Nuestras fuerzas de seguridad, y hoy miramos al admirado y querido Cuerpo Nacional de Policía de modo especial, vienen a ser una prolongación humana de esos mensajeros divinos que con los ángeles se nos dan. Una sociedad se hace madura no cuando idílicamente logra superar todo atisbo que la empaña y enfrenta, sino cuando tiene los recursos para prevenirlos, para corregirlos y para proteger a toda la comunidad.
Nuestros policías, en su vasta presencia capilar en medio de un Estado de Derecho, hace esta impagable labor junto a la Benemérita Guardia Civil y a las Policías locales. Estamos en buenas manos en un país como España, que goza de estas fuerzas de seguridad con su alta cualificación, su trabajo bien hecho con eficacia, y la bondad y entrega tantas veces heroica de sus miembros. Hoy se cumplen cinco años en los que un desafío de ámbito nacional puso en la picota a nuestros policías al tener que defender la soberanía de España en su integridad territorial frente a la secesión de un grupo catalanista que intentó infructuosamente partir la Patria. Además de la violencia a la que tuvieron que hacer frente, se dio también la indiferencia y el desdén con el que parte de esa sociedad jaleada por quienes viven de su cuento les maltrató hasta en los lugares de alojamiento. Todos miramos con admiración y gratitud la generosidad y heroísmo de nuestros policías, así como el valiente y determinante discurso de su Majestad el Rey Felipe en aquella crítica situación.
Pero son otros escenarios más cotidianos en los que la misma entrega y el idéntico heroísmo se conjuran para ofrecer a los ciudadanos la seguridad frente a todo brote de violencia, la honestidad ante las corrupciones varias, la protección cuando las intemperies diversas pueden acecharnos en cualquier desamparo.
Los ángeles custodios nos protegen de parte de Dios, y nuestros policías y fuerzas de seguridad lo hacen también de parte de lo mejor de nuestra sociedad. Hay un nexo que los une a unos y a otros, y por eso hacemos honor en esta festividad a quienes nos ayudan desde la discreción invisible como ángeles que custodian la vida, mientras agradecemos de corazón a quienes visiblemente están a nuestro lado para protegernos.
Jesús nos ha dicho en el Evangelio que los ángeles que los niños son ese rostro inocente que los ángeles custodian ante Dios. Con esa inocencia de nuestros pequeños queremos también nosotros ser custodiados para hacer entre todos una sociedad en donde la belleza de nuestra humanidad, la viabilidad de nuestra convivencia y la justicia en nuestras relaciones, expresen ese mundo siempre nuevo por estrenar cada día, que se parezca más al sueño de Dios y se aleje de nuestras peores pesadillas.
Ofrezco la Santa Misa por los policías muertos en acto de servicio, por sus familias y por todo el Cuerpo Nacional. Mis mejores deseos a nuestro nuevo Jefe Superior de Policía en Asturias, D. Luis Carlos Espino.
El Señor os bendiga, nuestra Santina os acompañe, y los Santos Ángeles Custodios os protejan cada día.
+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo
3 octubre 2022