Homilía Domingo de Ramos 2022

Publicado el 11/04/2022
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Parece que la noticia sea que se vuelven a normalizar los actos y los gestos de unas fiestas que esta malhadada peste pandémica nos había secuestrado. Es verdad que tantas cosas importantes de nuestra vida se han puesto entre paréntesis por prudencia sanitaria o por cálculos políticos, que de todo ha habido. Pero el hecho es que no pocas expresiones de nuestra vida social, cultural y religiosa, se han visto desplazadas por un confinamiento que ha puesto en sordina los rezos y los festejos, los abrazos y los besos, el encuentro y la normalidad de una vida más vulnerable de lo que nosotros pensábamos.

Así, nuestras iglesias vuelven poco a poco a llenarse, como lo hacen los teatros y los estadios, y el vaivén de nuestras calles y plazas, viendo pasar la vida con todo lo que la vida entraña en nuestra andanza cotidiana de aquí para allá. No menos importante es cuanto con este Domingo de Ramos damos comienzo los cristianos, en las fechas centrales en nuestro calendario creyente. Y junto al movimiento de nuestras hermandades y cofradías fieles a su cita en estos días señalados, cosa que nos alegra y les agradecemos de veras, están también las celebraciones litúrgicas de estos días santos que nos convocan para acompañar a Jesús en el recuerdo vivo de lo que hace dos mil años aconteció en Jerusalén. Así lo haremos el Jueves santo, el Viernes santo, y el Domingo de pascua. No por conocido el desenlace dejará de traernos un mensaje inédito si sabemos escuchar. Porque tiene Dios esa virtud: que, aún diciéndonos lo mismo, Él nunca se repite, es capaz de sorprendernos el Señor que jamás aburre, y siempre tiene una palabra que susurrar en nuestro silencio y un gesto con el que acariciar nuestros momentos maltrechos.

Acabamos de escuchar la Pasión según San Lucas. Lo que comienza con una algarabía popular de vítores, hosannas, y cantos jubilosos, termina broncamente en un apresamiento faltoso, un juicio trucado y una condena injusta que acaba en el patíbulo que asesina al más inocente de la historia: Jesucristo. Hoy se nos presenta el relato completo que empieza con los “vivas” de la entrada en la ciudad de Jerusalén y termina saliendo de la misma con los “mueras” del Calvario. En medio todo ese itinerario sórdido y contradictorio entre cenas de confidencias y despedidas, besos que traicionan en la oscuridad, juicios amañados con testigos comprados, negaciones entre llantos antes de cantar el gallo, flagelaciones abriendo las carnes más puras, y el viacrucis que llevará a la muerte a quien tanta vida nos regaló y nos regala.

Hoy la Pasión de Jesús tiene otros viacrucis, que son los que prolongan aquel viejo relato de hace dos mil años. El miedo de la pandemia que nos ha acorralado con su muerte y sus chantajes, la farsa de una gestión pública que no busca el bien común ni salir del hoyo de una crisis económica sino marear la perdiz para seguir en las poltronas y las moquetas de sus vanidades bien pagadas, la guerra que invade pueblos, destruye ciudades, mina caminos y mata a tantas personas inocentes que mueren solas o viven en la fuga y el olvido, o esa guerra doméstica en la que asesinos sin alma, depravados inmorales, monstruos que se nutren de sus vicios, degollan a quien no pueden abusar, como en estos días hemos llorado la entera sociedad mirando a la pequeña Érika en su féretro blanco y abrazando a sus desconsolados padres y hermanos. ¡Cuántas pasiones que tienen la fecha de nuestros días y el domicilio de los lares que a diario pisamos!

Domingo de Ramos para hacer un camino con Jesús que no termina en el fracaso de su Pasión y el de las nuestras, sino en la Pascua que vence la muerte, abre las puertas y enciende las luces que permiten ver las cosas con la belleza sin mancha que Dios quiso regalarnos participando eternamente en su promesa colmada, donde sólo se dará el cumplimiento de su sueño y el ocaso de todas nuestras pesadillas.

Feliz Domingo de Ramos. Y santa Semana Santa. Dios nos bendiga y María nuestra Santina nos acompañe en todas nuestras andanzas.

 

+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo

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