Homilía comienzo del curso académico en los centros teológicos de la Archidiócesis de Oviedo 2023

Publicado el 25/09/2023
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Queridos hermanos y hermanas: directores y profesores de nuestros centros teológicos, rectores y formadores de los seminarios, miembros de la vida consagrada, seminaristas, alumnos laicos, personal no docente, amigos todos en el Señor. Que Él llene de paz nuestros corazones y guíe nuestros pasos por los caminos del bien.

Se ven a nuestros más pequeños por las calles cargar con sus mochilas en dirección al colegio cada mañana. No sólo es el rito diario con el que vemos a los niños aventurarse en la hazaña de aprender cotidianamente, sino que en estos primeros lances del año académico también se vislumbra en sus miradas el horizonte de todo un curso escolar que les traerá preciosas sorpresas de los saberes todavía por estrenar.

Todos hemos pasado por esos momentos de frescura ilusionada cuando comenzábamos tantos años atrás la andadura aprendiz al comienzo de la etapa que seguía al verano de vacación y holganza. Y con esa misma actitud emprendemos también nosotros un nuevo curso en los tres centros de formación teológica, filosófica y pastoral que tienen como sede este querido edificio de nuestro Seminario Metropolitano: el Instituto Superior de Estudios Teológicos, el Instituto Superior de Ciencias Religiosas San Melchor de Quirós y el Instituto de Teología y Pastoral San Juan Pablo II. Los profesores, los formadores, los alumnos y el personal no docente, estamos convocados a este atisbo de sorpresa capaz de abrir nuestra inteligencia y nuestro corazón a algo que por distintos caminos se nos vendrá a enseñar llenando de significado los rincones de nuestra ignorancia.

Los maestros medievales acuñaron el término “curiositas”, la curiosidad, para señalar la actitud con la que debemos mirar la realidad en la que un Dios Maestro nos quiere mostrar la verdad escondida, la belleza discreta y la bondad que respeto nos abraza. Hace falta esa postura intelectual y afectiva que nos permite mirar sin censura lo que Dios nos señala al proponernos la profundidad y la altura, que frecuentemente nuestra distracción superficial nos arrebata. La “curiositas” no es un gesto de frivolidad zascandil que no tiene más envergadura que las redes sociales y una sabiduría prestada a golpe de click, sino la condición para dejarse sorprender por quien jamás nos aburre y siempre nos asombra al poner su luz en nuestras penumbras, al deslizar su paz en nuestros conflictos, al regalarnos la certeza vocacionada en las dudas que nos dispersan y enajenan.

Cada uno de nosotros, profesores y alumnos, tendremos que emplearnos en las materias que serán objeto de las enseñanzas filosóficas, teológicas y pastorales de las distintas asignaturas que unos y otros, docentes y discentes, tendremos que explicar y aprender. Ya desde mis años de profesor universitario en Madrid y en Roma, me empeñé en no repetir mis asignaturas sin más, sino que cada año las volvía a rehacer a la luz de nuevas lecturas, del diálogo con autores con los que me confrontaba, de manera que yo era el primer sorprendido ante las cuestiones que debía desarrollar en el aula. Lo cual me permitió crecer, ahondar, clarificar y enriquecer mi enseñanza teológica, bíblica y espiritual cada vez que comenzaba el curso académico.

Y cuando era seminarista, me colocaba  de un modo preciso ante los textos que ese año debíamos abrir y en cuyas asignaturas Dios mismo nos aguardaba con su pertinente novedad. Antes de adentrarme en esos libros, antes de ojear los programas de las diversas materias, hacía un momento de silencio orante y pedía luz al Espíritu Santo para que lo que tenía por delante en los meses que luego vendrían, no fuese algo superficial, cansino, sino verdaderamente un regalo para mi comprensión de la fe y para mi testimonio cristiano como futuro sacerdote.

En un libro reciente que recoge una antología de pensamientos del papa sabio, Benedicto XVI, “Dios es siempre nuevo. Pensamientos espirituales”, se ha incluido un prólogo firmado por el papa Francisco donde se hace una semblanza preciosa del recordado Joseph Ratzinger: «con su palabra y su testimonio, nos ha enseñado que mediante la reflexión, el pensamiento, el estudio, la escucha, el diálogo y, sobre todo, la oración, es posible servir a la Iglesia y hacer el bien a toda la humanidad; nos ofreció herramientas intelectuales vivas para que todo creyente pudiera dar razones de su esperanza utilizando una forma de pensar y de comunicar comprensible para sus contemporáneos. Su intención fue constante: entrar en diálogo con todos para buscar juntos los caminos a través de los cuales podemos encontrar a Dios.

Esta búsqueda del diálogo con la cultura de su tiempo ha sido siempre un deseo ardiente de Joseph Ratzinger: él, como teólogo primero y como pastor después, nunca se ha limitado a una cultura puramente intelectualista, desvinculada de la historia de los hombres y del mundo. Con su ejemplo de intelectual rico en amor y entusiasmo, que etimológicamente significa estar en Dios, nos mostró la posibilidad de que buscar la verdad es posible, y que dejarse poseer por ella es lo más alto que puede alcanzar el espíritu humano. En este viaje, todas las dimensiones del ser humano, razón y fe, inteligencia y espiritualidad, tienen su propio papel y especificidad».

Es un buen perfil de lo que implica enseñar o aprender lo que en nuestros centros diocesanos de formación pretendemos vivir desde la vocación que cada uno hemos recibido como respuesta al Señor y como servicio concreto a la Iglesia y a la humanidad.

No en vano celebramos esta misa votiva del Espíritu Santo, pidiendo sus dones: la sabiduría, la inteligencia, el consejo, la fortaleza, la ciencia, la piedad y el temor de Dios. Como aquellos primeros discípulos en la parte superior del Cenáculo, también nosotros junto a María pedimos que el Espíritu de Dios nos sople su brisa como una verdadera “ruah” o viento huracanado que inflama el alma, y que nos acerque su llama de fuego que ponga calidez, calidad y auténtico entusiasmo apostólico en el corazón.

Luego tendremos esperándonos en la plaza pública de cada momento y circunstancia a los hombres y mujeres de nuestro tiempo que nos aguardan, lo sepan o no, para recibir de nuestros humildes labios una buena noticia, y para acoger de nuestras pequeñas manos la misericordia que los levanta. En función de esta encomienda, tenemos y cuidamos nuestros tres centros formativos con sus tres modalidades de enseñanza, pensando en los seminaristas futuros sacerdotes, en los religiosos con sus carismas, y en los laicos con su compromiso bautismal trabajando en las parroquias como catequistas y colaboradores en la liturgia y la caridad.

A nuestros seminarios de Oviedo Metropolitano y Redemptoris Mater, al seminario de Santander que nos honra con su presencia, al seminario de la Asociación Lumen Dei, y a todos cuantos desde la vida consagrada o laical frecuentarán nuestras aulas, mis mejores deseos para este curso que comienza. A los profesores y formadores, a los párrocos que acompañáis a nuestros seminaristas, mi agradecimiento por vuestro interés, entrega y por el servicio precioso y complementario que brindáis a la Diócesis.

Pido al Señor que nos ayude y acompañe en todo este curso, para que todo comience en Él como en su fuente y en Él culmine como en su fin. Y a nuestra Madre la Santina que no deje de protegernos con su maternal manto. Amén.

 

+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo
25 septiembre de 2023

 

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