El 6 de octubre del año 2016 el Papa Francisco anunciaba públicamente que el tema de la XV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos se centraría en “Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional”. Su Instrumentum Laboris fue producto de dos años de trabajos, reuniones, cuestionarios en los que se quiso hacer partícipe a toda la Iglesia, fundamentalmente a los jóvenes, y encuentros que dieron como resultado unos materiales que tuvieron que ser cuidadosamente analizados y sintetizados. Finalmente, el Sínodo dio comienzo el 3 de octubre, y fue clausurado por el Papa Francisco el pasado domingo, con una misa celebrada en la Basílica de San Pedro. Además, el día anterior, sábado 27, el Pontífice había participado en la conclusión de los trabajos donde, tomando la palabra, quiso remarcar que el Sínodo no era “un parlamento, sino un espacio protegido por el Espíritu Santo”.
Ese mismo día se aprobaba también el documento final del Sínodo, compuesto por 12 capítulos redactados en 60 páginas donde se hace un amplio repaso por el contexto social en el que se mueven los jóvenes. “Los jóvenes desean ser escuchados, reconocidos y acompañados”, afirma el documento, y “desean que su voz sea considerada interesante y útil en el campo social y eclesial”. En esta labor la escuela y la parroquia cumplen un papel esencial, y en particular, las instituciones educativas católicas. De la misma manera reconocen que la parroquia “también tiene su papel”, y que necesita “volver a pensar su vocación misionera, porque a menudo es poco significativa y poco dinámica, especialmente en el ámbito de la catequesis”.
El documento se detiene también en el tema de los migrantes, “el paradigma de nuestro tiempo”, afirma, y lo analiza como “fenómeno estructural”, y no como una emergencia transitoria. Además, las conclusiones del Sínodo recogen también una amplia reflexión sobre los “diferentes tipos de abusos”, ya sean de poder, económicos, de conciencia o sexuales, que puedan ser cometidos por sacerdotes, religiosos o laicos. Estos “causan –se afirma en el texto– un sufrimiento que puede durar toda la vida y que ningún arrepentimiento puede remediar”. Por eso, desde el Sínodo se hace un llamamiento al compromiso de la “adopción de rigurosas medidas de prevención que eviten su repetición”, así como poner el acento en la “selección y formación de aquellos a quienes se les confiarán tareas de responsabilidad y educación”. Además en este sentido el Sínodo expresa su gratitud “a todos aquellos que tienen el valor de denunciar inmediatamente el mal”, porque ayudan a la Iglesia “a tomar conciencia de lo que ha ocurrido y de la necesidad de reaccionar con decisión”: “La misericordia –se afirma– de hecho exige justicia”. Otros temas del documento final del Sínodo tienen que ver con la familia, “principal punto de referencia para los jóvenes y primera comunidad de fe”.
También se detiene el texto en algunas formas de vulnerabilidad de los jóvenes en diversos ámbitos, bien sea el trabajo, la exclusión social por razones étnicas, religiosas o económicas, o la discapacidad. Frente a esta “cultura del descarte”, la Iglesia hace un llamamiento a la solidaridad y a la conversión.
La misión, la vocación y el acompañamiento son otros términos presentes, quedando claro que toda vocación bautismal es una llamada a la santidad para todos, y que cada persona debe vivir su propia vocación específica en cada ámbito, profesión, familia, vida consagrada, etc. En todo ello, acompañar es una misión que la Iglesia debe llevar a cabo a nivel personal y de grupo, en un mundo “caracterizado por un pluralismo cada vez más evidente y una disponibilidad de opciones cada vez más amplia”. Así, buscar junto con los jóvenes un recorrido específico para hacer elecciones definitivas es un servicio necesario.
El documento final trata también de la misión en el “entorno digital”, que es parte integrante de la realidad cotidiana de los jóvenes, y tampoco elude el reconocimiento y la valoración de la mujer en la sociedad y en la Iglesia, porque “su ausencia empobrece el debate y el camino eclesial”: “Se espera que haya una presencia femenina en los organismos eclesiales a todos los niveles, incluso en las funciones de responsabilidad”.
Además, la afectividad y la sexualidad están presentes en el texto. Los obispos recuerdan a las familias y a las comunidades la importancia de hacer descubrir a los jóvenes que la sexualidad es un don. Se reconoce también que “a menudo la moral sexual de la Iglesia se percibe como un espacio de juicio y condena”, mientras que los jóvenes buscan “una palabra clara, humana y empática”, y “expresan un deseo explícito de confrontación sobre cuestiones relacionadas con la diferencia entre la identidad masculina y la femenina, la reciprocidad entre hombres y mujeres, la homosexualidad”. En este sentido, los obispos reconocen el esfuerzo de la Iglesia por transmitir en el contexto cultural actual “la belleza de la visión cristiana de la corporeidad y la sexualidad”, pero “es urgente buscar caminos más apropiados, que se traduzcan en caminos formativos renovados”, así como la urgencia de “proponer a los jóvenes una antropología de afectividad y sexualidad capaz de dar el justo valor a la castidad” para el crecimiento de la persona “en todos los estados de vida”.
La aplicación en la diócesis
El objeto de estos documentos será concretarlo en cada diócesis y cada comunidad, como también sucederá en Asturias. Así lo afirma el Delegado episcopal de Pastoral Juvenil y Vocacional, Diego Macías, que manifiesta que “desde que las Delegaciones de Pastoral Vocacional y Juvenil se han fusionado, una de las ideas que estaban encima de la mesa era realizar un proyecto en común para toda la diócesis. Y lo haremos a partir del documento del Sínodo, con todas las claves que contenga, que serán comunes para toda la Iglesia y nosotros lo aprovecharemos para la diócesis. Pensamos que es la mejor manera de concretar los frutos del Sínodo”.
Todo un “momento ilusionante”, reconoce el sacerdote “este que estamos viviendo, donde el Papa ha querido convocar esta Asamblea poniendo el foco en los jóvenes, lo cual merece una respuesta seria por nuestra parte, ya que tenemos una responsabilidad muy clara con ellos. Y es que a veces pensamos que no tenemos jóvenes, pero sí los hay y merecen todo nuestro respeto y nuestra dedicación”.
El Delegado de Pastoral Juvenil y Vocacional destaca del Sínodo “la preparación, pues se ha tenido muy en cuenta la opinión de los jóvenes y se ha intentado llegar de una manera clara y concisa a lo que estos piensan hoy día”, y por otro lado, el hecho de que “se ha intentado involucrar a toda la Iglesia en este Sínodo, con iniciativas como la de la Conferencia Episcopal, que puso en marcha una cadena de oración durante todo este tiempo que ha durado el Sínodo, lo que ha supuesto que las diócesis pudieran participar y estar pendientes”.