El fruto de la guerra

Publicado el 16/01/2018
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El fruto de la guerra

Pocas horas antes de terminar el año 2017, la oficina de prensa de la Santa Sede distribuyó, por deseo del Papa, una fotografía que mostraba a un niño que porta a sus espaldas a su hermano muerto por la bomba atómica de Nagasaki. Junto a la foto, una breve frase: «Los frutos de la guerra», firmado por el Papa Francisco.
Esa misma fotografía fue mostrada ayer lunes a los periodistas en el avión que llevaba al Pontífice a su primer destino del Viaje Apostólico por Chile y Perú, reconociendo su «temor» a que «un incidente» desatara la guerra nuclear. Por su interés, reproducimos el artículo de nuestro Vicario General, Jorge Juan Fernández Sangrador, publicado el pasado domingo en el diario La Nueva España.

El Papa ha hecho imprimir una tarjeta en la que figura una fotografía tomada, en 1945, por el “marine” estadounidense Joseph Roger O’Donnell. En ella aparece un niño que porta a su hermanito muerto a causa de la explosión de la bomba atómica en Nagasaki. Con él a la espalda, aguarda a que le toque el turno para depositar el cuerpito sin vida en el crematorio.
Aunque hayan transcurrido más de setenta años desde la floración del hongo atómico, la instantánea golpea la conciencia con la fuerza de una aldaba excesiva, imparable y lacerante. Así lo ha vivido el Pontífice, quien ha escrito unas letras en español para acompañar la fotografía, por medio de las cuales deja constancia de la impresión que le produce, cuando la mira, la silenciosa y sufrida dignidad del muchacho ante la muerte del pequeño: “La tristeza del niño sólo se expresa en sus labios mordidos y rezumados de sangre”.
No es la única imagen captada por O´Donnell de los efectos devastadores de las bombas explosionadas en Hiroshima y Nagasaki. El alto mando norteamericano le había encomendado la misión de hacer fotografías del país desolado. Llevaba consigo dos cámaras: la del ejército y la suya propia. Las que había tomado con ésta salieron a la luz en 1995, pues, nada más regresar a los Estados Unidos, guardó los negativos, bajo llave, en un baúl. No quería rememorar las hórridas escenas que había presenciado en tierras niponas. Causa espanto la de la treintena de niños que murieron mientras estaban en la escuela. Cuando O’Donnell llegó al lugar, los cuerpos quemados de los chicos permanecían, en los pupitres, en la misma posición en la que los sorprendió la explosión.
El Papa ha hablado en varias ocasiones de los “hibakusha”, es decir, las personas damnificadas a causa del bombardeo nuclear en Japón, a las que ha calificado de “voz profética” en nuestro tiempo, pues con su testimonio advierten a la generación presente y a las venideras de cuáles son los males que conlleva la guerra.
“No podemos no sentir una viva inquietud si consideramos las catastróficas consecuencias humanitarias y ambientales que se derivan de cualquier uso de las armas nucleares. Por tanto, considerando también el riesgo de una detonación accidental de tales armas por un error de cualquier tipo, se debe condenar con firmeza la amenaza de su uso, así como su posesión, precisamente porque su existencia es funcional a una lógica del miedo, que no tiene que ver sólo con las partes en conflicto, sino con todo el género humano”, dijo el papa Francisco a los participantes en el simposio sobre “Perspectivas para un mundo libre de armas nucleares y para un desarme integral”, que tuvo lugar, el pasado mes de noviembre, en Roma.
La fotografía de los dos niños “hibakusha”, con las palabras del Papa, fue distribuida el 1 de enero, coincidiendo con la celebración de la Jornada de la Paz, que Pablo VI instituyó hace cincuenta años, con el fin de que se pongan todos los medios para que ésta, la paz, con su justo y benéfico equilibrio, domine el desarrollo de la historia futura. Y entre los peligros que la amenazan, el papa Montini señalaba ya entonces “el recurso a los terribles armamentos exterminadores de los que algunas potencias disponen, empleando en ello enormes medios financieros”.
Mas la irracional carrera hacia la destrucción de la humanidad no se detiene sólo con pactos convencionales de no proliferación de armas atómicas, ni por medio de tweets intimidatorios, como los que, en estos días, se han intercambiado Donald Trump y Kim Jong-un, sino con el desmantelamiento de estructuras mentales de feroz beligerancia y ansias ilimitadas de poder, cuya alocada actuación acarrea las trágicas consecuencias que Joseph Roger O’Donnell ha documentado con sus impactantes fotografías, en las que se muestra a las claras cuáles son los frutos de la guerra.

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