Día para adorar, agradecer, amar

Publicado el 20/06/2019
Share on FacebookTweet about this on TwitterEmail this to someonePin on PinterestPrint this page
Día para adorar, agradecer, amar

Día para adorar, agradecer, amar. Es la fiesta del Corpus, celebración sobrecogida de la presencia de Jesús resucitado en medio de la Iglesia, que comienza a celebrarse a finales del siglo XIII en el entonces Principado de Lieja. En el monasterio de  monjas agustinas de  Cornillón, fundado en 1124, del que era priora la que vendría a ser  Santa Juliana de Mont Cornillón; como fruto de su devoción por el Pan de la Vida, Cristo-Jesús, dado en alimento en la tarde del Jueves Santo como anticipo de su muerte en la cruz, hizo que fuese creciendo en ella un deseo, cada vez mayor, de que este misterio de amor tuviera una celebración especial en su honor. El ansia se hizo urgencia cuando tuvo una visión de la Iglesia, en forma de luna llena, que en su interior tenía una fuerte mancha negra. Esta santa de la Eucaristía comprendió que era debido a la ausencia de esta fiesta. De esta fuerte corriente espiritual, que hunde sus raíces en la Eucaristía celebrada, surgieron una serie de signos piadosos relacionados con ella: la Exposición y Bendición con el Santísimo Sacramento, el uso de las campanillas durante la elevación en la Misa y la fiesta del Corpus Christi que en este próximo domingo se celebra. De este modo se proclama, por los caminos de los hombres, que la promesa de Cristo –yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo– sigue siendo una realidad gozosa.

Lo que había comenzado como fiesta local, el papa El Papa Urbano IV, por medio de la bula Transiturus del 8 septiembre del 1264, la extendió a toda la Iglesia fijando su celebración para el jueves después de la octava de Pentecostés. Pero ¿qué es lo que se celebra?¿Qué es lo que toca el corazón que nos mueve a la fiesta…y gran fiesta? La presencia de Cristo que se hace  entrega para ponerse a disposición de todos. Don para cada uno y vínculo de comunión entre todos los que de ella participan. Crea lazos de fraternidad entre los bautizados a fin de que estemos más atentos a las necesidades de los otros; desde la Eucaristía, celebrada y adorada, se debe prestar un servicio generoso de comprensión, perdón, reconciliación, amor sincero. En este “Sacramento Admirable” se hace realidad lo que se celebra gozosamente en el salmo146: “los corazones destrozados son sanados y las heridas vendadas”. La Eucaristía, vivida desde la fe de la Iglesia, se hace camino para el banquete del Reino de los cielos y en la liturgia de este día es lo que la Comunidad Cristiana pide, con palabra de Tomás de Aquino, “haznos comensales coherederos y compañeros de los ciudadanos del cielo”.

Para mejorar el servicio, utilizamos cookies propias y de terceros. Si sigues navegando, entendemos que aceptas su uso según nuestra política de cookies.

Más información sobre cookies