«Debemos lograr que las conversaciones abiertas y confiadas se tengan desde muy pequeños»

Publicado el 29/09/2023
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«Debemos lograr que las conversaciones abiertas y confiadas se tengan desde muy pequeños»

La Semana Diocesana de Formación nos dio la oportunidad de conocer a profesionales de muy diferentes ámbitos, entre ellos el periodista Jorge Gutiérrez Berlinches que ofreció un curso que llevaba por título: «Pantallas y pornografía: de la curiosidad a la adicción». Él es precursor de la ONG Dale una vuelta, con presencia en varios países, que busca concienciar sobre la problemática de la pornografía aportando datos e información veraz, organizando talleres y ofreciendo ayuda y recursos para poder tener una sexualidad sana.

¿Qué señales son importantes observar para comprobar si un adolescente está sufriendo adicción a la pornografía?

No es fácil porque hablamos de muchas circunstancias que pueden influir aunque hay algunas señales de alarma o factores que pueden predisponer a una futura adicción. Me gusta remarcar que no solo hay problema cuando hay adicción, puede haber un consumo de pornografía no adictivo pero que sí que tenga repercusiones en la vida diaria y social. Hay pistas para estar atentos: que un adolescente empiece a estar más aislado, que use un lenguaje cada vez más sexualizado y más frecuencia, puede bajar el rendimiento en los estudios… Lo importante para prevenir es la confianza, conseguir que en casa y también en la escuela se tenga confianza con un adulto. Estamos en una sociedad que usa móvil y cada vez lo va a hacer más y por eso hay que lograr que las conversaciones abiertas y confiadas se tengan desde muy pequeños.

¿Cómo a influido la accesibilidad a internet y a las nuevas tecnologías?

Hay desde luego un antes y después. La pornografía está muy disponible y es muy distinta, muy extrema en muchos casos, y muy accesible. Puedes encontrarte ya no un desnudo o una imagen más o menos sensual, sino también vídeos e imágenes muy fuertes y violentas que a un adolescente le puede producir un shock que sea importante para el futuro de sus vidas. Lo fundamental es que si eso ocurre el adolescente tenga confianza para contar lo que ha visto, algo que le ha llamado la atención o que no entiende. Que haya una vía de salida, una válvula de escape para hablar.

¿Podemos caer en el lado contrario y ser excesivamente restrictivos sin comprender que la sexualidad de un adolescente no puede ser las misma que la de un adulto?

Por un lado la curiosidad del adolescente está ahí y esa es una etapa que hay que pasar, que es fantástica, pero tiene sus complejidades. Es importante no ser muy restrictivo: poner límites, pero al mismo tiempo consensuarlos, dar autonomía. En la actualidad hay muchos peligros a la mano que antes no había, también para los adultos porque la pornografía es un peligro para todos y quien tiene más dificultades y necesita más ayuda es la gente que ya es adulta y lleva muchos años consumiendo. Esa autonomía y criterio debemos dárselos desde pequeños y lograr que sean capaces de vivir en un mundo difícil, donde hay todo tipo de gratificaciones. Hay que conseguir que manejen con autonomía, responsabilidad y voluntad esos medios, porque desde luego el peligro está ahí y hay que saberlo y no hay que mirar para otro lado y hacer como que no pasa nada.

En la página web de Dale la vuelta hay un apartado que habla de el envío de imágenes íntimas, ¿son conscientes los adolescentes de hasta dónde puede llegar una imagen suya de estas características?

Este fenómeno es común. Hay que entrar en otro melón que es el de la intimidad y reflexionar hasta qué punto una imagen mía personal con poca ropa o sin ropa puedo enviarla a mi pareja o a un amigo. Se valora muy poco la intimidad y también el pudor parece que es algo muy arcaico, conservador y retrógrado, cuando creo que hoy en día es al contrario: es algo revolucionario saber respetar lo que es de uno, saber respetar tu cuerpo y el de los demás, no da igual todo. Estamos en un mundo que ya no se habla de intimidad sino de extimidad. Es importante advertir a los menores que no cuenten hasta tres, sino hasta diez antes de enviar o de escribir cualquier cosa.

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