Imparte estos días el curso “El duelo, ¿qué podemos hacer?” del Instituto diocesano San Juan Pablo II
¿En qué consiste este curso?
Este curso quiere ser como el pilar básico del tema del duelo. Sobre ese pilar se podrán construir luego más cosas, si se quiere. Además, es la base para que todos, que antes o después vamos a padecer el duelo, sepamos gestionarlo mejor y conocer sus recovecos. Algunos de los temas que se están estudiando son: “¿En qué sociedad vivimos el duelo?”, porque en Occidente, que es la sociedad en la que vivimos, hay una autentica fobia a la muerte, y eso nos afecta a todos nosotros. Otro tema es, por ejemplo, “Cómo se desarrolla el duelo por la propia muerte, y por la muerte de otros”. Otro es “Las tareas del duelo”, enfocadas como algo activo, y no como algo que padecemos sin que podamos hacer nada, y también se estudia “Cómo pesa en el duelo la culpa y cómo alivia el perdón”. Además, otros aspectos que se tratan en este curso son, por ejemplo: “¿Cómo cuidar de uno mismo en el duelo, y cómo ayudar en el duelo de otros?” y “Lo que aporta el consuelo de la fe”.
¿Cómo acompañar a quienes están pasando por un momento de duelo, especialmente desde la fe?
Cito a un autor que se llama Ramón Martín, que dice algo que a mí me parece muy valioso y muy certero: “Aunque nosotros los cristianos pensamos que la muerte no es el final, nuestros muertos nos faltan aquí y ahora, y eso, nos duele, por lo tanto el ser creyente no es una garantía de que no se vaya a sufrir por la pérdida de un ser querido”. Es ciertamente un tiempo difícil, y una de las maneras más básicas de ayudar es escuchar al que sufre. Es fundamental que esa persona a la que acompañamos sepa que estamos ahí, que si nos necesita para hablar o dar un paseo, vamos a estar presentes. También ayuda mucho rezar y recordar lo bueno de la persona fallecida, porque hay que pararse a ver que hemos tenido la suerte de compartir vida con ella y disfrutar de todo lo bueno que vivimos. Influye muchísimo, por supuesto, que la persona que hace ese duelo quiera esforzarse en ir saliendo adelante.
Hablas del duelo “ante la propia muerte”, ¿cómo afrontarlo?
Sobre el duelo, solemos hablar de aquel que se produce por la muerte de otros seres queridos o cercanos, pero el duelo no solo lo sufre el familiar o el amigo de alguien que fallece. La persona que tiene un diagnóstico en el que no hay vuelta atrás y que sabe que va a morir, también pasa su duelo. Porque por supuesto va a tener que perder y va a dejar muchas cosas a la vez. Y como en esta sociedad no pensamos por lo general en la muerte, pues nos produce miedo, la proximidad de la propia muerte nos coge “poco preparados”. Hay una autora que me gusta mucho, que se llama Mónika Nemetschek, que nos recomienda aprender a morir a lo largo de la vida, con todas las pequeñas muertes que nos van aconteciendo: una despedida, un despido de un trabajo, una ruptura sentimental, etc. todas son pérdidas que nos hacen pasar un duelo y nos deberían servir para prepararnos a la llegada de la muerte.
Estos días en torno a los Fieles Difuntos son especialmente delicados y los recuerdos y el dolor por los seres queridos que ya no están parecen aflorar con más intensidad. ¿Cómo actuar?
Estos días que para muchas personas retoman esa sensación de sufrimiento, de pérdida, de dolor, hay dos cosas importantes: aceptar que la vida es así, que nos van a faltar personas queridas, quizá jóvenes, quizá niños, pero la vida es así y nosotros somos pequeños. Otra cosa es el amor, el amor hacia ellos y el recuerdo agradecido por todo lo bueno que vivimos juntos. Una idea que me parece bonita y que podemos hacer en estas fechas es escribirles una carta de agradecimiento, haciendo una declaración de nuestro recuerdo de amor y a eso le podemos añadir todo lo que ya tenemos costumbre de hacer, como visitar el cementerio, ir a misa, encender una vela, juntarnos con familiares y amigos, etc.
¿Hay fases en el proceso del duelo?
Sí, dependen de cada persona, porque cada persona lo puede vivir de una manera diferente, y dependen también de su entorno, de los anclajes que esa persona pueda tener de cara al futuro y a veces se necesita incluso ayuda si en ese momento aparecen problemas que necesiten un psicólogo o un experto. Yo diría que recuperarse de la vida de un ser querido implica tres tareas, si entendemos que el duelo es también un trabajo que nosotros tenemos que hacer. Una es aceptar la realidad que nuestro ser querido no va a volver y por lo tanto no podemos quedar paralizados sin perspectivas de vida. Otra tarea, poder expresar las emociones y el dolor, porque alivia el sufrimiento muchísimo. Y una tercera tarea es luchar para adaptarse a una nueva realidad donde el fallecido no está, hay que adaptarse en vez de quedar hundidos en la desolación. Con estas tareas, es verdad que llevan tiempo y esfuerzo, el dolor que nos angustia se cura. Queda un recuerdo de amor, quizá puede quedar tristeza pero no será una tristeza que nos hunda la vida.
¿Es posible aprender a vivir con la ausencia de un ser querido, con paz y sin sentimiento de culpa o abandono?
Pienso que sí, con la esperanza basada en nuestra fe, de que nuestros seres queridos están felices en el cielo y que volveremos a vernos, porque el amor sí que está ahí, presente, y vivo para siempre.