Comienzo del Jubileo de la Santa Cruz, en la Catedral

Publicado el 15/09/2022
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Comienzo del Jubileo de la Santa Cruz, en la Catedral

Este miércoles, día 14 de septiembre y fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, tuvo lugar en la Catedral de Oviedo una solemne celebración eucarística con la que se abrió el tiempo santo de la “Perdonanza”. La misa fue presidida por don Reinerio García, párroco de San Pedro de Grado, que en su homilía quiso citar una hermosa oración de Charles de Foucault, el hermano universal que el Papa Francisco acaba de canonizar hace poco, en la que el santo escucha una palabra por parte de Cristo, con la que el Señor le anima a amarle, sin dejarse espantar por sus flaquezas, su debilidad e inconstancia.

Conozco tu miseria,
las luchas y tribulaciones de tu alma,
la debilidad y las dolencias de tu cuerpo;
conozco tu cobardía,
tus pecados y tus flaquezas.
A pesar de todo te digo:
dame tu corazón, ámame tal como eres.

Si para darme tu corazón
esperas ser un ángel,
nunca llegarás a amarme.
Aún cuando caigas de nuevo,
muchas veces en esas faltas
que jamás quisieras cometer
y seas un cobarde para practicar la virtud,
no te consiento que me dejes de amar.
Ámame tal como eres.

Ámame en todo momento
cualquiera que sea la situación
en que te encuentras,
de fervor o sequedad,
de fidelidad o de traición.
Ámame tal como eres.

Y sigue la oración, desplegando el misterio profundo la Cruz de Jesucristo, el amor de Dios que no se escandaliza de la miseria humana, sino que la acoge y la rescata hasta el fondo, entregándose a quienes no son capaces de distinguir el bien y el mal, o que, aun viendo el bien, son incapaces de abandonar al mal. La Cruz de Cristo es la verdad del amor, que solo frente la Cruz se puede calificar como tal. Cristo está allí, en medio de nuestras cruces, ofreciéndose al Padre, ofreciéndonos, en su cuerpo levantado entre el Cielo y la tierra, una verdadera relación con el Padre. Dios que pende de la Cruz, es el signo de que Dios está pendiente de nosotros, que nuestro sufrimiento y nuestra debilidad no le son indiferentes. Ayer fue entronizada, al comenzar la misa, la Cruz de los ángeles, símbolo de la ciudad de Oviedo. Ciudad que reconoce en el estandarte del Rey de los Reyes, el único y verdadero trono desde donde se juzga al mundo, y Dios pronuncia un edicto en el que su justicia se manifiesta como perdón. El rostro de la misericordia de Dios es Cristo Jesús, crucificado y resucitado, que nos ha dejado en su Iglesia el sacramento más grande de su presencia salvadora, de allí que, en la Catedral de san Salvador de Oviedo, hasta el día 21 de septiembre, será posible lucrar la indulgencia plenaria. Realmente se puede ser salvados del infierno de la soledad, de la maldición del remordimiento, del juicio sobre nuestras vidas, de la falta de sentido, de la humillación y del dolor que se puede sufrir injustamente. En la experiencia humana se da el mal como un hecho que, antes o después, se manifiesta en la vida de todos y de mil maneras distintas hace irrupción en la historia de cada hombre. Cristo ha transformado el mal y el sufrimiento en una experiencia posible de intimidad con Dios, de ingreso en la vida eterna, que es su misma vida, porque nos ha indicado que hay solo una cosa que le puede vencer, y que ya le venció: el amor de Dios, que es Dios mismo entregándose al que ni siquiera sabe apreciarle o acogerle. Es la lógica escandalosa de la vida. El momento más importante de la tarde de ayer, fue, sin embargo, la exposición del Santo Sudario, el tesoro más precioso de nuestra Cámara Santa, porque guarda el testimonio histórico de Jesús que dio su sangre, su vida, para que nosotros no perdamos la nuestra y podamos, levantando la mirada o bajándola hasta el suelo, cruzarnos con su mirada. Esa mirada que no juzga, que no condena, pero pide ser amada por cada hombre, como diría san Charles de Foucault, tal y como es.

Simone Tropea

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