Cada año las cofradías diocesanas asturianas celebran un encuentro que en esta edición les ha llevado a Candás, teniendo como organizadora a la Cofradía de Nuestra Señora del Rosario de esta localidad. Allí se han reunido 16 corporaciones convocadas por la Delegación episcopal de Piedad Popular de la que es responsable José Luis Alonso Tuñón.
¿Cómo ha resultado este nuevo encuentro de cofradías?
La organización estuvo muy bien en todos los detalles. Este año se tomó como punto fuerte del encuentro el testimonio de los hermanos mayores del Nazareno de Luarca y Villaviciosa que mostraron de forma distinta la actividad de cada una de las cofradías. El primero con la experiencia de más de treinta años de un hombre ya mayor y por otro lado el de Villaviciosa, un chaval joven y que lleva muchos años también y va adquiriendo vivencias. Luarca se centró más en las distintas actividades procesionales y por parte de Villaviciosa se habló de la acción evangelizadora, cómo atraer a los jóvenes, a más gente. Por otro lado es bueno que las cofradías que no son de Semana Santa estén presentes, cobren importancia y se den cuenta de que están dentro del mismo grupo.
¿En qué sentido?
Tenemos muchas cofradías contando con que hay dos grupos, de penitencia y de gloria, y estas últimas en las parroquias suelen ser las más antiguas porque en Asturias no había pueblo donde no hubiese cofradía del Carmen, de San Antonio; el titular siempre la tenía. Contaban con un mayordomo y colaboradores del mismo pueblo. Esa espontaneidad es muy importante y hace mucho, que la gente asuma como propio la cofradía. Por eso es importante que las de gloria se sientan incorporadas.
¿Qué aportan estas reuniones?
Eché de menos mayor presencia de cofradías porque se merma el objetivo de la convivencia que es el compartir, el escuchar y el animarse para que la propia cofradía vaya fortaleciéndose. Cada cofradía tiene un carisma especial que debe estar incorporado a lo general de la Iglesia: la evangelización que constituye el núcleo fundamental de la vida cristiana; y con más razón la cofradía porque se supone que tiene un compromiso mayor. Debemos buscar los alicientes y estímulos para darnos cuenta de que el cofrade es un vocacionado especial y que tiene que intensificar lo que cualquier cristiano tiene como misión. En estos encuentros tienes la oportunidad de oír los testimonios de un hombre de más edad, de un chico joven, ver a un grupo de más de 75 personas entre los que hay mujeres, hombres, jóvenes, y lo que sacas en conclusión es que no estamos solos, que en otros sitios hay más gente que tiene la misma preocupación, iguales inconvenientes y ves cómo los están resolviendo y llevando hacia delante.
La oración y el estudio constituyen la base de la formación y debe ir realizándose día a día para que llegue a la conciencia de los cofrades la necesidad de su formación básica para poder ser evangelizadores. También hay que promover la piedad popular dejando muy claro, porque siempre hay posibilidad de desvíos, que no es lo mismo que religiosidad popular. Esta última es llevar el agua de tal fuente o coger la rama de este otro árbol, por ejemplo, pero no es necesariamente cristiana.
Se recalcó la importancia de la Semana Santa como valor turístico, pero sin perder la raíz.
En línea con esto puedo contar una anécdota personal. Hace años fui a Villaviciosa a predicar el sermón del encuentro y en un plaza repleta de gente había un silencio que sobrecogía y yo pensaba: “Hazlo bien, pon todo el alma y el corazón porque aquí hay muchas personas con el corazón abierto escuchándote”. Lo que se ha de pretender es que una procesión sea eso, todo lo demás que sirva para acrecentar está bien, pero sin perder de vista que es salir de la iglesia a la calle para hacer lo mismo: dar ese testimonio alimentado con la palabra y la eucaristía, que con la celebración de ambos nos sintamos evangelizados y con la necesidad de transmitirlo y anunciarlo.