Cincuenta años de la Casa Sacerdotal Diocesana

Publicado el 05/05/2023
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Cincuenta años de la  Casa Sacerdotal Diocesana

Este próximo 9 de mayo se celebrarían cincuenta años de la inauguración de la Casa Sacerdotal diocesana, situada en la calle San José. Se hará de manera sencilla, como siempre se ha querido hacer todo en la Casa, con la eucaristía a las 13 h presidida por el Arzobispo de Oviedo, Mons. Jesús Sanz en la capilla grande, y al finalizar,  un ágape fraterno. El día siguiente, 10 de mayo, fiesta de San Juan de Ávila, patrono del clero español, también estará dedicado a estas bodas de oro, y con este motivo el sacerdote y director del Archivo diocesano D. Jesús Porfirio Álvarez, pronunciará la conferencia “50 años de la Casa Sacerdotal”, a las 13 h en el Aula Magna.

Cincuenta años que, en realidad, fueron muchos más, si se cuenta el tiempo que tardó en ponerse en marcha el proyecto y en llevarse a cabo. De hecho, ni siquiera la calle San José, junto a la Corrada del Obispo, la Catedral y el Palacio Episcopal, era la ubicación original que en un principio se había pensado. En el año 1963, es decir, 10 años antes de su inauguración, el Arzobispo D. Segundo García De Sierra y Méndez colocó una primera piedra en unos terrenos del Seminario. 

“Eran unos terrenos que aún existen junto al campo de fútbol y el parque de la Rodriga”, explica el propio Jesús Porfirio, que añade además la curiosidad de que al acto acudiera el entonces Nuncio, Mons. Riberi, en una visita a Asturias en la que aprovechó para inaugurar la emisora de Radio Popular (en la actualidad COPE) en Avilés, y de ahí se fuera a Covadonga, donde también inauguró las recién construidas casas de los canónigos. 

Al año siguiente, 1964, se produjo cambio de Obispo y llegó Mons. Vicente Enrique Tarancón, que fue el que decidió cambiar la ubicación de la futura Casa Sacerdotal, al “no parecerle oportuno que estuviera lejos del centro, de la Catedral y del Obispado”, explica Jesús Porfirio. “Encontraron entonces unas parcelas que pertenecían, en parte, al Cabildo, y donde había estado situado el Colegio San José (en él fue educador fray Melchor García Sampedro “San Melchor de Quirós”, mientras estudiaba en la Universidad); otros terrenos pertenecían a las Agustinas, y dos casas en medio que tuvieron también que adquirir, y se hicieron así con un espacio de 3.360 metros cuadrados para construir el edificio”.

Fue el propio monseñor Tarancón quien pensó en las diferentes estancias destinadas, por un lado, a los “venerables” o ancianos; otra para los “transeúntes”, o personas que llegaban de fuera para un tiempo determinado; para reuniones de sacerdotes y también para los movimientos apostólicos.

En el año 1967 se aprobó el proyecto por parte del Ayuntamiento, y aún se tardó varios años en terminar la Casa porque  se habían agotado las arcas de la diócesis y es que, en cinco años, se habían inaugurado en Asturias nada menos que diecisiete iglesias. 

En el año 1969 llegó a la diócesis como Arzobispo Mons. Gabino Díaz Merchán, y “se encontró con toda una estructura de columnas y vigas”, explica el director del Archivo diocesano, que tuvo que terminar. Su financiación corrió a cargo, en parte, de un fondo llamado “Aedes Christi”, donde se sumaban donativos de sacerdotes y otros, y tuvo que ser pagado en distintas etapas. 

Era una casa tan grande que el Boletín diocesano, donde se recoge el estado de las cuentas, refleja que costó más tres millones de pesetas amueblar su interior. Eso sí, “cuando empezaron a llegar los sacerdotes, se encontraron con una casa acogedora”, explica Jesús Porfirio, “porque su entonces primer director, D. César Marqués, era un hombre exquisito para la ornamentación, los detalles y cuidadoso con todo”. 

Una casa “enorme”

Monseñor Gabino Díaz Merchán se hace eco, en la carta escrita con motivo del 25 aniversario de la Casa Sacerdotal, en el año 1998, de que “al comienzo de su funcionamiento, la Casa nos parecía demasiado grande. Hoy podemos comprobar que se queda pequeña, teniendo en cuenta que es muy elevado el número de sacerdotes mayores o enfermos, que sin la Casa Sacerdotal carecerían de las atenciones necesarias”. 

A este respecto, el director del Archivo diocesano cuenta como anécdota que, si la casa fue inaugurada en mayo de 1973, en el mes de abril el entonces ecónomo diocesano hizo la propuesta de venderla para hacer otra casa más funcional, porque “aquello le parecía que iba a ser muy difícil de sostener”. 

No fue fácil, en los primeros años, convencer a los sacerdotes jubilados de que se encontrarían bien en aquella Casa. “Hay que tener en cuenta que el sacerdote, antes del Concilio Vaticano II, permanecía en su parroquia hasta que se moría”, explica Jesús Porfirio. 

“La parroquia era casi como una propiedad –subraya–, y no sentían la urgencia de tener un lugar donde pudieran seguir si se jubilaban. Sí había, recuerdo cuando yo era seminarista, una casa en Mohías, donde había sacerdotes mayores de la zona del Franco, de Tapia etc y que estaban allí atendidos por unas religiosas franciscanas. Pero más allá de eso, no existía el concepto de residencia para sacerdotes jubilados”. 

Fue el primer director, César Marqués, quien recorrió casi toda Asturias animando a los sacerdotes mayores que estaban en las casas rectorales a que vinieran a la Casa Sacerdotal. Poco a poco se fue llenando.

Tampoco fue tarea sencilla la de dar con una congregación religiosa que quisiera ponerse al frente de la Casa. “Veinte congregaciones llegó a visitar don Gabino, hasta que aceptaron las Dominicas de la Anunciata, pero incluso ellas dijeron un “sí” con “carácter provisional”, destaca Jesús Porfirio. “No fue hasta el año 1978 cuando firmaron el primer contrato con la diócesis, y lo cierto es que permanecieron durante muchos años haciéndose cargo de la Enfermería, el personal, las compras y toda la intendencia en general, es decir, todo el peso de la Casa recaía sobre ellas”. También se contrató personal, hombres y mujeres, que en ese caso contaban con su propia residencia particular. 

A partir del año 2005 se nombró al primer Administrador de la Casa, cuarenta y dos años después de su inauguración. 

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