José Luis González es un sacerdote jesuita asturiano que desde hace décadas realiza su labor pastoral en Guatemala, en la actualidad como párroco de San Antonio de Padua y en la Red Jesuita con migrantes.
¿Cómo ayuda la Iglesia a los migrantes en Guatemala?
Hay varias organizaciones de Iglesia que trabajamos con ellos. En mi caso, estoy en la Red Jesuita con Migrantes y tenemos una casa, que llamamos Myrna Mack en memoria de una antropóloga que trabajaba con migrantes y que mataron en el año 90 los militares en la calle de 27 cuchilladas. En los últimos dos años predominan las familias de Venezuela: madres solas con niños, pero también jóvenes y menores de edad. Realizamos también un trabajo con familares de migrantes porque se calcula que tres millones de Guatemaltecos están fuera del país, sobre todo en Estados Unidos, y dejan a sus familias de las que nadie se preocupa y a veces tienen unas problemáticas tremendas. Tenemos unas cartillas pedagógicas que se llevan a cabo con casi diez mil niños de las escuelas de Fe y Alegría. Esta es una federación que coordinamos la Compañia de Jesús y en Guatemala hay 57.
Un gran desarraigo, sin duda.
Hay una ruptura familiar muy fuerte en Centroamérica. La mayor parte de los hogares en Guatemala son de madres solas y esto provoca una sensación de abandono y un duelo también por su familiares que se han ido, a veces incluso han fallecido. Nosotros trabajamos el tema del duelo en la masacre de Camargo que sucedió en 2021. Ha habido en México varias masacres de migrantes por crimen organizado y otras por las autoridades. En este caso doce policías estatales fueron quienes mataron al grupo de migrantes y quemaron en unos vehículos sus cuerpos, algunos incluso parece que estaban vivos. Trabajamos el tema de migrantes cuando han fallecido encerrados en los trailers, que es el gran método que hay ahora de migración: atravesar México así corrompiendo a los retenes de las autoridades.
¿Cuál son las causas de esta migración?
En primer lugar la economía y en segudo lugar ha crecido mucho huir de la violencia. En Centroamérica la violencia está metida en todas las regiones con las maras, que son dos fundamentalmente, pero ahora hay mucho más: están las bandas, el narcotráfico, las mafias y todo esto está metido con los gobiernos. En Guatemala el gobierno que tenemos ahora quiere acabar con esto, pero no le están dejando gobernar precisamente estas mafias que están enquistadas en la justicia. Están metidas con empresarios, políticos… Esta es la razón de que mucha gente en Centroamérica quiera salir del país para evitar esta violencia.
¿Cómo es la situación en la zona donde es párroco?
Allí todas las tiendas tienen que pagar un impuesto a estas maras y tenemos una media de seis u ocho asesinatos al mes. Muchas veces estos asesinatos son porque una persona está inicando un negocio, la mara le avisa de que debe pagar tal cantidad. Esta persona se confía en que la mara va a esperar al primer mes de funcionamiento del negocio, pero a los diez y quince dias mata a la persona porque tiene que pagar. Hace como dos o tres semana aparecieron tres cuerpos de mujeres cortadas en pedazos en bolsas de basura. No solamente buscan matar, sino causar terror y por medio de este controlar a la población. Esta violencia se ha extendido, yo llegué en el año 90, y veo que el tema de la violencia se ha enquistado y es una violencia sistémica.
¿Cómo podemos afrontar la migración desde el cariz cristiano?
La actidud hospitalaria de Jesús se radicalizó en la fraternidad. El tema de los hermanos, que en el Nuevo Testamento en la palabra más citada, es algo que hemos reflexionado poco en la Iglesia y que el Papa Francisco lo está rescatando. Es lo más radical que tenemos y esa fraternidad tenemos que aplicarla a las personas migrantes y refugiadas.
