Alfonso Pombo, misionero laico: «Sentía que el Señor me llamaba a dar mi vida y entregarme a los demás»

Publicado el 17/05/2024
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Alfonso Pombo, misionero laico: «Sentía que el Señor me llamaba a dar mi vida y entregarme a los demás»

Después de tres años de misión en Honduras, regresó a su tierra natal, Asturias, aunque no por mucho tiempo. Vuelve a la misión, enviado por el Arzobispo Mons. Jesús Sanz, y esta vez el destino es Perú. El sábado, 25 de mayo, tendrá lugar la celebración del envío en su parroquia, El Carmen, de Mieres. Alfonso Pombo es misionero laico de la diócesis, y en esta entrevista comparte su vocación y cómo se enfrenta a este nuevo periodo.

No es muy frecuente escuchar el testimonio de un misionero laico. No eres religioso, no perteneces a ninguna congregación, y sin embargo lo dejas todo para irte a la misión, enviado por la diócesis. ¿Cómo viviste todo el proceso de tu vocación y cómo llegaste a tomar esta decisión?
Bueno, pues fue un camino un poco largo. Jesús estuvo llamando y llamando y hasta que, al final, lo consiguió. Yo creo que todo empieza en la familia. Yo soy natural de Mieres, mi familia es una familia católica que a mis tres hermanos y a mí siempre nos educó en la fe y a raíz de toda esa experiencia de mi vida en la parroquia de los Pasionistas, poco a poco se fue labrando una inquietud. Lo notaba cuando venían los misioneros y daban su testimonio o hacíamos las fiestas misioneras para recaudar fondos para la misión, bueno pues ahí empezó un poco el gusanillo de la misión.
Cuando crecí y terminé la carrera estuve una temporada trabajando en Madrid y ahí notaba yo que algo me llamaba. En torno a los años 2002-2003 tuve una experiencia, no tanto de misionero sino como cooperante, en un proyecto de un obispo de Palencia, Nicolás Castellanos, en Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia, y estuve aproximadamente año y medio y ahí ya fue un poco donde vi que mi vida tenía que ir en torno al tema social, de colaborar con personas que lo necesitaban. Luego regresé a Asturias, estuve trabajando 15 años para la Fundación Siloé, entre Gijón y Mieres. Después fui profesor en en el Colegio Amor de Dios en Oviedo. Y bueno, pues ese «run run» seguía, esa llamada interior que yo sentía. Algunas vacaciones aprovechaba para ir a visitar amigos misioneros y demás. Pero en un momento determinado entendí que tenía que tomar una decisión respecto a esa llamada que yo sentía que el Señor me estaba haciendo, a dar mi vida y a entregarme a los demás. Tenía que materializarlo de una manera ya un poco más prolongada. Y fue así como decidí tomar la decisión y empezar con todo este tema del misionero laico.

Ahí entra en juego la asociación Ocasha de laicado misionero, que te orienta ¿verdad?
Sí, y fue curioso porque  la conocí precisamente por una cuña radiofónica en la Cope, hace ya muchos años. Y en ese momento lo del laicado misionero me llamó la atención porque es cierto que siempre que pensamos en las misiones, pues pensamos en religiosos o sacerdotes, pero pocas veces pensamos en que los laicos también podemos estar llamados a la misión ad gentes. Y cuando tomé la decisión en firme de salir a la misión, me puse en contacto tanto con la asociación Ocasha como por supuesto con la Delegación de Misiones de la diócesis, porque yo soy un misionero enviado por la diócesis de Oviedo y pues así es como funciona. Ocasha es una asociación que hace de puente entre las diócesis de los misioneros laicos que quieran salir a misión, y las diócesis que los reciben. Es el el cauce habitual o frecuente para que los misioneros diocesanos podamos salir a la misión.

Has estado tres años en Honduras, cuéntanos de aquella estancia: ¿que hacías, qué te traes de esa experiencia?
El equipo de Ocasha que estábamos en Honduras básicamente colaborábamos en una asociación que se llama ACOES –Asociación Colaboración y Esfuerzo–, fundada por un sacerdote español que lleva allí más de 30 años, Patricio Larrosa y fundamentalmente esta asociación lo que pretende es favorecer el acceso a la educación de la juventud hondureña. Las situaciones de vida allí en el país son muy complicadas, tanto en la zona urbana como en la zona rural, hay mucha pobreza y los niveles de violencia también son muy altos. Así, hay muchos jóvenes que no pueden terminar sus estudios. Entonces nosotros en concreto –esta asociación es muy grande– estábamos en unas residencias de jóvenes para chicos y chicas procedentes de la zona rural y de familias con escasos recursos que por sus propios medios no podían dar una educación a sus hijos. Estos chicos y chicos acuden a las residencias y están durante todo el curso escolar viviendo allí y sacando adelante sus estudios. Nosotros les hacíamos un acompañamiento tanto a nivel académico, como en la convivencia del día a día, a nivel espiritual, y un poco todo eso.

Ahora, después de un breve descanso aquí en Asturias, el día 25 va a tener lugar en tu parroquia, en Mieres, la celebración del envío porque tienes ya un nuevo destino. Cuéntanos en qué consiste.
Bueno, pues sí, el 25 como comentas es el envío en la parroquia del Carmen de Mieres y el 31 ya volamos a Perú. Esta vez la misión va a ser en la Amazonía peruana, en un Vicariato que se llama San José del Amazonas, concretamente en una comunidad a orillas del río Napo, que es un afluente del Amazonas y bueno pues allí la misión va a ser distinta a lo que llevé a cabo en Honduras. El encargo que nos ha dado el Vicariato es acompañar a una comunidad que lleva 13 años sin presencia de ningún misionero. Es una comunidad que necesita acompañamiento, ánimo, que haya gente al lado compartiendo la fe, compartiendo la vida con ellos. Y esa va a ser el encargo. Voy con otros dos compañeros, una chica que se llama Carmen y otro chico que se llama Jesús. Atenderemos las necesidades a nivel pastoral, a nivel social de la comunidad, que son bastantes. Y esa va a ser la nueva misión.