«Nunca me he sentido tan útil en mi vida como en mi voluntariado en Camboya»

Publicado el 14/12/2023
Share on FacebookTweet about this on TwitterEmail this to someonePin on PinterestPrint this page
«Nunca me he sentido tan útil en mi vida como en mi voluntariado en Camboya»

Este verano, Nacho Fernández estuvo en El Espejo para contar su propósito de hacer voluntariado con la ONG Sauce que se creó en 2001 para ayudar a la labor que el jesuita asturiano Kike Figaredo, Prefecto Apostólico de la región camboyana de Battambang, realiza en el país. En aquel entonces nos emplazamos a su vuelta para conocer la experiencia que con tanta ilusión esperaba.

¿Cuál era vuestra labor en Camboya?

Nos movíamos por el país, con diferentes comunidades católicas, organizando actividades para los niños, unos campamentos de verano por así decirlo, para que durante una semana, fuera del horario escolar, pudiesen disfrutar de diversión y juegos. Eran por lo general comunidades pequeñas, había alguna más grande, pero de no más de 150 niños, y nos encontramos con personas muy abiertas, alegres y acogedoras.

¿De qué viven estas comunidades?

En el país hay un porcentaje muy pequeño de personas que son muy ricas y un porcentaje muy grande que son muy pobres. En la zona rural, que es prácticamente todo el país porque no hay muchas ciudades en Camboya, por ejemplo si tienen vacas viven de los productos que puedan proporcionarles, gallinas… hay otros que tienen una especio de puesto para vender, pero la gente que pasa por esas zonas es muy poca. Es una pobreza absoluta.

¿Cómo fue la primera impresión? Imagino que la primera barrera es el idioma.

Allí se habla jemer que no se parece en nada ni al inglés ni al español, no tiene una base lingüística parecida en Europa. Nos dieron una nociones básicas para poder entendernos con los niños y explicarles los juegos. LA rpmera impresión ya la tienes cuando te bajas del avión y respiras un aire distinto, además de por el calor y la humedad. Me impactó mucho recién llegados que íbamos en el trayecto desde el aeropuerto al lugar en el que nos quedábamos, nos paramos en un semáforo y vinieron unas niñas pequeñas a pedir. Nos dieron mucha pena porque tendrían cuatro o cinco años, pero el conductor nos decía con gestos que no, que no les diésemos nada. Más tarde nos contaron que existen muchas mafias que trafican con los niños, les ponen a mendigar y se quedan ellos con el dinero.

¿Cómo fue vuestra relación con los niños?

Era de una adoración absoluta solo por estar: nos sentíamos muy queridos por ellos. De hecho muchas veces nos rompíamos la cabeza para hacer los juegos y nos dábamos luego cuenta de que era sencillo porque solo con jugar con ellos, una sonrisa, ya eran felices.

¿Cómo se organiza este voluntariado en el que has participado? Porque la ONG está presente en Camboya durante todo el año.

Éramos 17 voluntarios participando en el «summer camp» que son estancias de un tiempo limitado y luego están los voluntarios larga duración que viven allí durante todo el año y se encargan de los proyectos fijos. Ayudan más o menos a unas 50.000 familias. Con esta labor continuada pueden a familias muy vulnerables, que en general son todas, pero a las que lo son especialmente por ejemplo con un proyecto de niños con discapacidad física o psíquica. Intentan ayudar por todas las vías a las familias, allí donde no llegan ayudas, que además allí no abundan, como en la zona rural a la que casas personas se acercan. Mucha gente a la que ayudó Kike Figaredo ahora está en disposición de ayudar a otros y eso es muy bonito, se cierra el círculo. Los donativos llegan a cada parroquia y a cada familia.

Ibas con una gran ilusión, ¿se cumplieron tus expectativas?

Tenía un poco de miedo de llegar y que me decepcionase o que fuese de una manera muy distinta a lo que imaginas y que te pueda descolocar. Pero la realidad era mucho más impactante y el vivir el voluntariado con las personas que tuve alrededor, con el amor que recibes de los niños… no esperas que sea tanto y fuer un sorpresa increíble que disfruté mucho más de lo que esperaba. Es una realidad muy dura sin los lujos y las comodidades que puedes tener aquí, pero yo nunca me había sentido tan útil es mi vida: que con mi sola presencia pudiese hacer feliz a alguien no la había sentido nunca y allí lo sientes multiplicado por cada niño. Y me gustaría volver a sentirlo.

¿Qué le dirías a un joven como tú que a lo mejor tiene cierto miedo o reparos a hacer voluntariado?

El miedo lo tienen un poco todo el mundo porque vas a lo desconocido y es una realidad contraria a lo que existe en Occidente. Pero vas con una idea de darte a los demás y lo que haces es recibir. Me vuelvo con muchas más cosas de las que siento que di allí. Esa experiencia te cambia mucho tu día a día. Cuando volví a casa abrí el armario y pensé me sobra todo, dónde está mi pantalón corto, chanclas y mi camiseta. Es una experiencia que en algún momento hay que vivirla.

Para mejorar el servicio, utilizamos cookies propias y de terceros. Si sigues navegando, entendemos que aceptas su uso según nuestra política de cookies.

Más información sobre cookies