Funeral por Benedicto XVI en la Catedral de Oviedo: «¡Qué precioso legado nos regala Dios!»

Publicado el 07/01/2023
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Funeral por Benedicto XVI en la Catedral de Oviedo: «¡Qué precioso legado nos regala Dios!»

«Junto al Papa santo, que fue Juan Pablo II, ahora llega el Papa sabio. ¡Qué precioso legado nos regala Dios! Son los retazos de un gran hombre, un gran teólogo y un gran Papa que nos arranca también el grito orante de los sencillos, de tantos jóvenes, que entonces se escuchaba respecto del Papa polaco: santo subito! santo pronto. Eso pedimos también nosotros para él, mientras agradecemos el precioso regalo de su vida y rezamos por su eterno descanso al Señor Resucitado y a María la dulce Madre. Descanse en paz e interceda por nosotros». Así finalizaba la homilía el Arzobispo de Oviedo, Mons. Jesús Sanz Montes, en esta mañana de sábado, durante la celebración del funeral por Benedicto XVI en la Catedral. Tuvo lugar con la presencia también del Obispo auxiliar de Madrid, Mons. Juan Antonio Martínez Camino, que se encontraba estos días en Asturias, los Vicarios episcopales, el Cabildo catedralicio y unos cincuenta sacerdotes diocesanos. Asistieron también numerosos representantes de la política asturiana, del Ayuntamiento de Oviedo, del Ejército y la Policía.

Con el acompañamiento de la Schola Cantorum de la Catedral, se celebró la eucaristía en una Catedral repleta de gente que acudió a dar su último adiós al que fuera Pontífice desde el año 2005 hasta su renuncia, en el año 2013. Un tiempo en el que, como expresó Mons. Jesús Sanz en su homilía, sirvió para demostrar su vida fue «un florilegio de dones y talentos, que junto a sus límites humanos, sirvieron para hacer de él un inmenso regalo del cielo, como en estos días reconocemos quienes hemos vivido la muerte y la despedida de alguien inolvidable. Ahí quedan las palabras de su testamento espiritual, donde la gratitud precisa y el perdón concreto, hacen de estrofas de una larga biografía tan llena de bien, de paz y de sabiduría».

«Fueron conmovedoras –afirmó el Arzobispo de Oviedo– las últimas palabras que pronunció este inmenso pastor, Joseph Ratzinger, las últimas sobre la tierra como quien muestra su billete de entrada en el cielo del que fue peregrino y a cuyas puertas estaría el mismo Buen Pastor, Jesucristo: Jesus, ich liebe Dich, pronunció en su lengua materna alemana, “Jesús, yo te amo”. Así de sencillo, así de grande, así de bello y profundo. Como todo su magisterio docente cuando era profesor de primer rango, o como su magisterio episcopal en las distintas encomiendas pastorales y sedes, tanto en Munich como luego en Roma».

Añadió también Mons. Sanz Montes que «Todos los que realmente han querido recordar la talla humana y moral de Joseph Ratzinger en su larga vida, han venido a coincidir en ese perfil que sólo tienen los grandes: la bondad que nos hace bondadosos al mirarlos a pesar de la maldad que nos rodea, la verdad de quien coopera sin engaño con lo recto en medio de un mundo de tanta mentira, y la belleza de quien descubre en tantos rostros y rincones de la vida la hermosura escondida que vale la pena admirar. La profunda preparación cultural, humanística y teológica de Ratzinger, será el talento que Dios regaló a la Iglesia contemporánea. Veníamos de un tiempo convulso tras crisis económicas e inolvidables guerras. La fractura que en Occidente se abría, amenazaba con romper la historia cuando estaba olvidando y traicionando sus raíces cristianas en Europa. Hacía falta un vigía que alertase del peligro señalando de nuevo la meta. Sin aspavientos catastrofistas ni amenazas provocadoras, con la lucidez de quien humildemente dialoga respetando al otro desde respeto supremo a la verdad y la vida».

«Estamos ofreciendo esta santa Misa por su eterno descanso –dijo–. Ahora ha comenzado para él ese encuentro con aquel Jesús que tanto amó con todo su corazón, al que estudió con pasión y veneración, al que explicó como profesor brillante y profundo, al que predicó con belleza inolvidable, al que testimonió en tantos momentos pagando el alto precio que la fidelidad conlleva y contrae. Un encuentro que no defrauda con desencanto ni con trampa caduca. El cielo que Jesús nos prometió abre sus puertas a este anciano pescador que llega con sus viejas sandalias. La Virgen María, Pedro y todos los santos, a los que dedicó sus más hermosas catequesis, habrán salido a su encuentro».

Homilía completa

 

 

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