Sus reliquias han acompañado y marcado la historia y la existencia del monasterio
La comunidad de benedictinas del monasterio de San Pelayo, en Oviedo, celebra estos días el 1.025º aniversario de la llegada de las reliquias del niño mártir san Pelayo a Oviedo. Con este motivo, desde el lunes hasta el miércoles tuvieron lugar una serie de conferencias y celebraciones en torno a esta efeméride. Así, el lunes se impartió la charla “Mártires: testigos sin bandera ni rencor”, a cargo de Carlos Izquierdo, sacerdote de la diócesis de Burgos. El martes, acudió el asturiano Gaspar Muñiz, que habló sobre “La liturgia hispano-mozárabe” y finalmente ayer miércoles, solemnidad de san Pelayo, se celebró una eucaristía por el rito hispano-mozárabe, que era el rito con el cual celebraba la comunidad religiosa que habitaba el monasterio en el año 994, cuando llegaron las reliquias a Oviedo.
“El testimonio del martirio de san Pelayo tuvo mucho impacto en aquella Córdoba del siglo X–explica la madre Abadesa, sor Rosario del Camino Fernández Miranda–. Un niño de trece años, prisionero desde hacía cuatro, no quiso ceder a los requerimientos del califa Abderramán, quien le pedía renunciar a su fe y pretendía abusar de él. No era un héroe, sino que su martirio fue el cumplimiento de una vida previa de oración y relación con Jesús”, afirmó.
